La Santa Sede propone una alianza mundial contra el hambre

Ante la próxima cumbre de la FAO en Roma

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ROMA, 7 junio 2002 (ZENIT.org).- La Santa Sede propuesto una coalición internacional de lucha contra el hambre, en vísperas de la Cumbre mundial de la FAO, la agencia de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, que tendrá lugar en Roma del 10 al 13 de junio.

Eliminar el hambre «es necesario, es indispensable, es posible», pero es necesario abrir camino a decisiones valientes que sean capaces de superar el escándalo al que el mundo se ha acostumbrado, afirmó este jueves el obispo Agostino Marchetto, representante de la Misión Permanente de Observación de la Santa Sede ante la FAO.

«El balance del último año sobre los niveles de seguridad alimentaria en el mundo, que nos ha proporcionado la FAO –constató al intervenir en la Sesión del Comité de la FAO sobre la Seguridad Alimentaria Mundial que prepara la Conferencia mundial–, revela un aumento de los hambrientos y una ampliación de las situaciones que producen inseguridad alimentaria».

Para afrontar el hambre en el mundo, añadió el representante de la Santa Sede, «es indispensable la creación de una alianza en el sector de la cooperación al desarrollo» que para ser eficaz debe ser percibida «no tanto como un nuevo compromiso, cuanto como una estrategia de intervención para eliminar el hambre».

Para monseñor Marchetto, «todo el mundo puede comprender que sólo una capacidad de estímulo y presión positiva de las opiniones públicas puede garantizar un concreto, continuo, y vigilante empeño gubernamental».

«Eliminar el hambre en abstracto –concluyó– puede ser difícil pero permitir a cada persona disponer del pan y del alimento cotidiano es necesario, es indispensable y es posible, lo sabemos».

En la página web de la FAO [http://www.fao.org ], su director general, Jacques Diouf, presenta el nuevo «Programa contra el Hambre» a nivel mundial que será propuesto en la Cumbre mundial.

Según la FAO, es necesaria una inversión pública adicional de 24.000 millones de dólares en los países pobres para reducir a la mitad la cifra de personas hambrientas para el año 2015. Sin esa inversión, el número de personas hambrientas para esa fecha será de 600 millones y así, se corre el peligro de no cumplir el objetivo de la Cumbre Mundial de la Alimentación de 1996: conseguir que los 800 millones de personas hambrientas en el mundo pasen a ser 400 millones.

La FAO subraya que la inversión pública debe ir acompañada de los recursos privados necesarios.

Reducir a la mitad las cifras del hambre reportaría beneficios adicionales que se cifran en unos 120.000 millones de dólares anuales y que se traducirían en una vida más larga y más sana para todos los beneficiarios de esas mejoras, según prevé el «Programa contra el Hambre».

Una persona de cada siete en el mundo no tiene bastante para comer. La mayor parte de los seres humanos afectados por el hambre viven en el Sur de Asia y en África subsahariana, según informa la FAO.

Durante la Cumbre Mundial sobre la Alimentación, numerosos Jefes de Estado y de Gobierno, organismos internacionales y organizaciones no gubernamentales se reunirán en Roma con el fin de pasar revista a los progresos conseguidos hasta el momento para reducir el hambre en el mundo y para identificar el modo de acelerar ese proceso.

«Se sabe de sobra lo que hay que hacer para luchar contra el hambre», dice el informe de la FAO; sólo falta aplicarlo.

El «Programa contra el Hambre» aúna la inversión en agricultura y el desarrollo rural con medidas encaminadas a potenciar el acceso directo e inmediato a los alimentos para las personas en situación de grave desnutrición. Se centra sobre todo en los pequeños agricultores y se propone crear más oportunidades para que los campesinos, que representan el 70 por ciento de los pobres del mundo, mejoren su nivel de vida.

Desgraciadamente, constata la FAO, ha habido un descenso dramático en la Asistencia Oficial para el Desarrollo (AOD) para la agricultura en la década de los noventa. En términos reales, el descenso entre 1990 y 1999 fue superior al 30 por ciento en lo relativo a la ayuda en condiciones de favor a la agricultura y el desarrollo rural, una tendencia que, según la FAO, debe invertirse con urgencia.

La agencia del sistema de Naciones Unidas propone que las inversiones públicas adicionales para la agricultura y el desarrollo rural se repartan por igual, como promedio, entre los países desarrollados y en vías de desarrollo. La cuota de los países con mayor predominio de personas hambrientas debería ser menor.

Esto implicaría asimismo doblar la cifra de AOD que se destina a la agricultura y el desarrollo rural, que pasaría de los apenas 8.000 millones de 1999 a 16.000 millones por año. Los países en vías de desarrollo tendrían que aumentar también en un 20 por ciento aproximadamente el presupuesto interno que destinan a la agricultura.

La FAO señala que habría que tomar en consideración formas nuevas e innovadoras de financiamiento para el «Programa contra el Hambre». Por ejemplo, algunos recursos fruto del ahorro obtenido de la liberalización y de la reducción de los subsidios a la agricultura en los países desarrollados «podrían canalizarse en forma de ayuda al desarrollo para promover la agricultura y el desarrollo rural en los países en vías de desarrollo».

Asimismo, los impuestos sobre el consumo de productos tropicales elaborados en diversos países de la OCDE (Organización de Cooperación y Desarrollo Económicos), deberían canalizarse como ayuda al desarrollo destinada a los sectores de población más pobre de los países de origen de esos productos.

«El éxito del «Programa contra el Hambre» es algo más que un simple asunto de fondos prometidos», concluye la FAO. El programa tendrá éxito solamente si a nivel político, social y económico se crea un ambiente que asegure su realización. «Junto a la inversión pública es necesaria una adecuada inversión privada».

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ZENIT Staff

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