La santidad, brújula para la vida consagrada

Lo constató el Congreso Internacional para la Vida Consagrada

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CIUDAD DEL VATICANO, 23 diciembre 2003 (ZENIT.org).- El Congreso de la Vida Consagrada organizado cada diciembre en el Instituto Patrístico Augustinianum hizo hincapié en esta ocasión en la santidad como meta y estímulo para la vida consagrada.

Este congreso, organizado por el Instituto para la Vida Consagrada Claretianum, invitó a consagrados y a laicos para reflexionar sobre la santidad. Los numerosos asistentes al congreso, en su mayoría religiosas, recalcaron la «necesidad de insistir en la santidad para la vida consagrada» como eje de su identidad y misión.

El claretiano Matias Augé se refirió a la santidad como «realidad encarnada en la vida del creyente» y recordó que «la santidad de la Iglesia, aunque comprende en su seno pecadores, está marcada ya por santidad aquí en la tierra, aunque en modo imperfecto».

Augé, profesor en el Instituto para la Vida Consagrada Claretianum, aludió al año litúrgico como «pedagogía de la santidad», pues cada día «pasan las principales figuras de la vida consagrada en la celebración litúrgica».

La presidente de la Acción Católica en Italia, Paola Bignardi, opinó que «nuestro tiempo expresa un nuevo interés por la santidad». Bignardi recalcó que «hay sed de verdad» y constató que «el ejemplo de los laicos comprueba cómo la santidad es múltiple: profesional, familiar y social».

Bignardi citó santos como Maximiliano Kolbe, los beatos Madre Teresa o el matrimonio Beltrame-Quattrocchi dicendo que «los santos son testimonios de una vida que va más allá».

Por otra parte, François Lethel, carmelita descalzo y profesor en el Teresianum se refirió a «la teología de los santos», como «maestra de la ciencia del amor». Lethel puso varios ejemplos el de san Francisco o santa Clara «que ven en la caridad la síntesis de todas las relaciones divinas y humanas».

Este miembro de la Academia Pontificia Teológica dedicó parte de su intervención a hablar de Teresa de Lisieux, definida por él mismo como «la teóloga del corazón por excelencia».

Michel Vandeleene, del Movimiento de los Focolares, sugirió «hacer de la Iglesia la casa y la escuela de comunión» y explicó que esto significa «partir de la caridad».

El misionero comboniano Alex Zanotelli subrayó una visión encarnada de la mística: «No existe mística auténtica si no se encarna en las situaciones humanas». Para él, «la espiritualidad» impulsa al cristiano a hacer todo los posible para que «los pobres, para que tengan una vida más digna”.

Marco Gnavi, de la Comunidad de San Egidio, evocó el ejemplo de los mártires. Para él, «los mártires de nuestro tempo son todos cercanos a nosotros, se nos parecen y nos plantean retos».

En otra línea, Antonio Maria Sicari, del Movimiento Eclesial Carmelita, se refirió a las nuevas formas de vida consagrada después del Concilio Vaticano II.

Sicari dijo que «la santidad nace de la comunión, se celebra en la liturgia, se verifica en el misterio de cada día y vive de la apertura ecuménica».

El Congreso contó con la presencia del cardenal José Saraiva Martins, prefecto de la Congregación para la Causa de los santos.

Las actas del congreso se publicaran en breve. La web del «Claretianum» es http://www.claretianum.org.

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ZENIT Staff

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