La santidad de los jóvenes, esperanza para la Iglesia; dice el Papa

Al concluir las Jornadas Mundiales de la Juventud

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TORONTO, 28 julio 2002 (ZENIT.org).- En momentos de dificultades y escándalos, la Iglesia tiene hay más necesidad todavía de jóvenes santos, aseguró Juan Pablo II al culminar las Jornadas Mundiales de la Juventud celebradas en Toronto.

El Santo Padre, con voz clara, y ojos sumamente vivaces, confesó en varias ocasiones su satisfacción al constatar el océano humano de unas 800.000 personas que se congregaron en el Downsview Park para participar en la misa conclusiva.

Los jóvenes, que eran unos 600.000, habían pasado la noche prácticamente sin dormir, en esa misma explanada, antiguo aeropuerto. En la mañana, una tormenta despertó a los pocos que dormían. Y la misa comenzó con lluvia y tremendas ráfagas de viento.

Sin embargo, a pesar del tremendo cansancio, los chicos y chicas brindaron al Papa la misma acogida festiva que caracterizó la vigilia de oración del día anterior.

Viendo el espectáculo, Juan Pablo II les dijo en la homilía: «¡Cuánta luz podréis transmitir todos juntos si os unís en la comunión de la Iglesia! ¡Si amáis a Jesús, si amáis a la Iglesia!».

«No os desalentéis por las culpas y las faltas de algunos de sus hijos –añadió refiriéndose en particular a los escándalos que se han dado en los Estados Unidos y otros países–. El daño provocado por algunos sacerdotes y religiosas a personas jóvenes o frágiles nos llena a todos de un profundo sentido de tristeza y vergüenza».

«¡Pero –palabra que pronunció en inglés haciendo mucho énfasis–, pensad en la gran mayoría de sacerdotes y religiosos generosamente comprometidos con el único deseo de servir y hacer el bien!».

«Y, si en lo profundo de vuestro corazón sentís resonar la misma llamada al sacerdocio o a la vida consagrada, no tengáis miedo de seguir a Cristo en el camino de la Cruz –siguió diciendo–. En los momentos difíciles de la historia de la Iglesia, el deber de la santidad se hace todavía más urgente. Y la santidad no es una cuestión de edad».

El Papa continuó con una sonrisa en los labios: «Vosotros sois jóvenes, y el Papa está viejo y algo cansado». Los muchachos, entablando un auténtico diálogo, le interrumpieron gritando a coro en inglés: «El Papa es joven», «el Papa es joven»…

Juan Pablo II les interrumpió, para aclarar: «Pero [el Papa] todavía se identifica con vuestras expectativas y con vuestras esperanzas. Si bien he vivido entre muchas tinieblas, bajo duros regímenes totalitarios, he visto lo suficiente como para convencerme de manera inquebrantable de que ninguna dificultad, ningún miedo es tan grande como para poder sofocar completamente la esperanza que palpita siempre en el corazón de los jóvenes».

«¡No dejéis que muera esa esperanza! –concluyó antes de elevar una oración que compuso para la ocasión por los jóvenes– ¡Arriesgad vuestra vida por ella! Nosotros no somos la suma de nuestras debilidades y nuestros fracasos; por el contrario, somos la suma del amor del Padre por nosotros y de nuestra real capacidad para convertirnos en imagen de su Hijo».

Para esos momentos, el sol comenzaba a brillar. Los cambios climáticos tan continuos le llevaron a improvisar en varias ocasiones, tanto en francés, inglés como castellano.

Al inicio de la misa, Bella Sarmiento, una joven que formaba parte de un grupo de Los Ángeles, confesaba: «Nosotros vamos todos los domingos a misa. Pero es la primera vez que asistimos a una misa bajo la lluvia. ¡Qué experiencia!».

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ZENIT Staff

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