La santidad, vocación de todos, es vivir con coherencia el Evangelio; recuerda el Papa

En un mensaje a los obispos amigos del Movimiento de los Focolares

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 18 febrero 2004 (ZENIT.org).- La santidad, vocación a la que está llamado todo bautizado, se traduce en saber vivir con coherencia el Evangelio en la cotidianidad, constata Juan Pablo II en un mensaje entregado este miércoles a un grupo de obispos amigos del Movimiento de los Focolares.

Al final de la audiencia general celebrada por la mañana, y en presencia de unos 9.000 fieles en el Aula Pablo VI, el Santo Padre aprovechó para saludar a algunos cardenales y prelados que participan estos días en el Centro Mariápolis de Castelgandolfo (en las afueras de Roma) en el 28º congreso anual de obispos amigos del Movimiento de los Focolares.

También estaba presente Chiara Lubich, fundadora y presidenta del Movimiento, organizador del encuentro que se celebra bajo el lema «Por una santidad de Pueblo».

Se trata de un lema que subraya «el carácter universal de la vocación a la santidad en la Iglesia», siendo éste uno de los pilares de la constitución conciliar «Lumen gentium», explica el Papa en su mensaje.

«La Iglesia es íntimamente santa y está llamada vivir y a manifestar esta santidad en cada uno de sus miembros», recalca el Papa.

Según indica, la expresión «santidad de pueblo» remite a lo ordinario, «esto es, a la exigencia de que los bautizados sepan vivir con coherencia el Evangelio en la cotidianidad: en familia, en la actividad laboral, en toda relación y ocupación».

«Es justamente en lo ordinario donde se debe vivir lo extraordinario, de forma que la “medida” de la vida tienda a lo “alto”, o sea, a la “plena madurez de Cristo”, como enseña el apóstol Pablo» (Cf. Ef 4, 13).

Y es que la santidad es una «exigencia primaria que hay que proponer a todos los miembros del Pueblo de Dios», pues sólo «una comunidad resplandeciente de santidad puede cumplir eficazmente la misión que le ha confiado Cristo, la de difundir el Evangelio hasta los confines de la tierra», advierte Juan Pablo II.

En este sentido, la Virgen María es el «modelo sublime» al que se debe siempre aspirar –recomienda el Papa a los obispos–: «En Ella se compendia la santidad del Pueblo de Dios, porque en Ella resplandece en la máxima humildad la perfección de la vocación cristiana».

El congreso espiritual internacional organizado por los Focolares reúne hasta el próximo viernes a más de un centenar de obispos de más de 40 países de los cinco continentes que, siguiendo la exhortación postsinodal «Pastores Gregis» y la carta apostólica «Novo millennio ineunte», buscan profundizar caminos –a la luz de la espiritualidad de la unidad y de la experiencia del Movimiento de los Focolares— para alcanzar la santidad en el mundo de hoy.

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ZENIT Staff

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