La sociedad necesita personas “creyentes y creíbles”, afirma el Papa

Durante la Misa de la fiesta de San Wenceslao

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STARÁ BOLESLAV, lunes 28 de septiembre de 2009 (ZENIT.org).- Benedicto XVI afirmó que la sociedad necesita hoy personas “con temor de Dios y coherentes”, en la homilía en la Misa de la fiesta de San Wenceslao, patrón de la nación checa, celebrada este lunes en la explanada de la via Melnik, en la ciudad de Stará Boleslav,

La misa se celebró en presencia de 45 mil personas, entre ellas el presidente del país – a quien el Papa felicitó por su santo – y especialmente un nutrido grupo de jóvenes. Stará Boleslav es el lugar donde san Wenceslao, soberano de los checos, murió mártir a manos de su hermano Boleslao, en el año 935.

Poniendo el ejemplo del santo, el Papa afirmó que “hoy se necesitan personas que sean “creyentes” y “creíbles”, dispuestas a difundir en cada ámbito de la sociedad esos principios e ideales cristianos en los que se inspira su acción”.

Y continuó: “Esto es la santidad, vocación universal de todos los bautizados, que empuja a cumplir el propio deber con fidelidad y valentía, mirando no el propio interés egoísta, sino el bien común, y buscando en todo momento la voluntad divina”.

En el último día de su viaje apostólico a la República Checa, el Papa reconoció la dificultad de este objetivo, pero destacó que los santos muestran que puede lograrse.

Su ejemplo, destacó, “nos anima a los que nos llamamos cristianos a ser creíbles, es decir, coherentes con los principios de la fe que profesamos”.

En su homilía, iniciada con un saludo al Presidente de la República y a todo el pueblo checo en el día de su fiesta nacional, recordó algunos hechos de la vida del mártir.

“El joven soberano Wenceslao se mantuvo fiel a las enseñanzas evangélicas que le había impartido su santa abuela, la mártir Ludmilla”, explicó.

“Siguiéndolas, aún antes de comprometerse en la construcción de una convivencia pacífica dentro de la Patria y con los países limítrofes, se empeñó en propagar la fe cristiana, llamando a sacerdotes y construyendo iglesias”, prosiguió.

También recordó que el mártir, “animado por el espíritu evangélico, llegó a perdonar incluso al hermano, que había atentado contra su vida”.

El pontífice subrayó que este rey santo “tuvo el valor de anteponer el reino de los cielos a la fascinación del poder terrenal”.

Para Benedicto XVI, su lección de vida fue que “no basta, de hecho, parecer buenos y honrados, hay que serlo realmente; y bueno y honrado es aquel que no cubre con su yo la luz de Dios, no se pone delante a sí mismo, sino que deja ver a Dios a través suyo”.

“¿En nuestros días la santidad es aún actual” o “no es más bien un tema poco atrayente e importante?”, se preguntó. “¿No se buscan hoy más el éxito y la gloria de los hombres? ¿Cuánto dura, sin embargo, y cuanto vale el éxito terrenal?”.

“El valor auténtico de la existencia humana no se mide sólo con los bienes terrenales y los intereses pasajeros –indicó-, porque no son las realidades materiales las que apagan la sed profunda de sentido y de felicidad que hay en el corazón de cada persona”.

Además de señalar que el “éxito terrenal” tiene escaso valor, recordó la caída, en el siglo pasado, de muchos poderosos que negaban a Dios.

“Quien negaba y sigue negando a Dios y, en consecuencia, no respeta al hombre, parece tener la vida fácil y conseguir un éxito material –advirtió-. Pero basta rascar la superficie para constatar que, en estas personas, hay tristeza e insatisfacción”.

El Santo Padre destacó que sólo quien tiene “en el corazón el santo “temor de Dios”, tiene confianza también en el hombre y emplea su existencia en construir un mundo más justo y más fraterno”.

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ZENIT Staff

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