La «soledad existencial», síntoma del rechazo a Dios; según el Papa

Dedica la audiencia general a comentar la lamentación de Jeremías (14, 17-21)

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CIUDAD DEL VATICANO, 11 diciembre 2002 (ZENIT.org).- Juan Pablo II reconoció este miércoles los síntomas de la «soledad existencial» que experimenta el hombre de hoy –hasta llegar a pesar que da «asco» a Dios–, pero al mismo tiempo indicó la senda para recuperar la esperanza: la conversión.

Al recibir en audiencia a varios miles de peregrinos en la Sala Pablo VI del Vaticano, el pontífice basó su meditación en el Cántico que presenta el profeta Jeremías en el capítulo 14 (17-21), una dramática lamentación pronunciada en tiempos de guerra y carestía.

«La descripción por desgracia es trágicamente actual en muchas regiones de nuestro planeta», reconoció el Papa al evocar las palabras del pasaje bíblico: «Salgo al campo: muertos a espada; entro en la ciudad: desfallecidos de hambre».

Aturdido por la tragedia, el profeta lanza en nombre del pueblo de Israel preguntas dramáticas: «¿Tiene asco tu garganta de Sión?».

«El pueblo abandonado a su propio destino, se encuentra como perdido y sobrecogido por el terror –constató el obispo de Roma– ¿No es quizá esta soledad existencial la fuente profunda de toda la insatisfacción que percibimos también en nuestros días?».

La respuesta al interrogante –como aclaró el Papa citando el Cántico– hay que encontrarla en el corazón mismo del ser humano: «tanta inseguridad y tantas reacciones desconsideradas tienen su origen en haber abandonado a Dios, roca de salvación».

«En este momento, llega el gran cambio –constata releyendo el texto del Antiguo Testamento–: el pueblo regresa a Dios y le dirige una intensa oración. Reconoce ante todo el propio pecado con una breve pero sentida confesión de culpa: «Señor, reconócenos nuestra impiedad… porque pecamos contra ti»».

«El silencio de Dios era, por tanto, provocado por el rechazo del hombre –siguió diciendo el Santo Padre–. Si el pueblo se convierte y regresa al Señor, también Dios se mostrará disponible para salir a su encuentro y abrazarlo».

El pasaje, que la Iglesia propone en la Liturgia de los Laudes los viernes, termina haciendo alusión a dos conceptos fundamentales: el «recuerdo» y la «alianza».

Ante todo, el profeta recuerda a Dios que «está ligado a su pueblo por una alianza de fidelidad y de amor», aclaró Juan Pablo II.

«Precisamente por esta alianza el pueblo puede confiar en que el Señor intervendrá para liberarle y salvarle», aclaró. «Después del juicio por el pecado y el silencio», Dios vuelve «a acercarse de nuevo a su pueblo para devolverle vida, paz y alegría».

El Papa concluyó invitando a los creyentes a «estar seguros de que el Señor no nos abandona para siempre, sino que después de toda prueba purificadora, vuelve «a iluminar su rostro sobre nosotros y a sernos propicio» y a «concedernos la paz»» (Números 6, 25-26).

La intervención se enmarca en la serie de meditaciones que Juan Pablo II viene dedicando desde hace más de un año a los salmos y cánticos del Antiguo Testamento, que se han convertido en motivo de oración diaria para los cristianos. Pueden consultarse en la página web de «Zenit» en la sección dedicada a la «Audiencia del miércoles» (http://www.zenit.org/spanish/audiencia/).

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ZENIT Staff

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