La tentación del consistorio: Hacer de los medios fines

Intervención del cardenal Lustiger, arzobispo de París

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CIUDAD DEL VATICANO, 21 mayo 2001 (ZENIT.org).- ¿Cómo debe hacerse la reforma de la Iglesia? Esta es la compleja pregunta a la que respondió el cardenal Jean-Marie Lustiger, arzobispo de París, en la única ponencia temática que escucharán los cardenales durante este consistorio que se celebra en el Vaticano entre el 21 y el 24 de mayo.

El arzobispo francés, convertido en sus años de adolescencia del judaísmo al cristianismo, afrontó en su breve presentación, titulada «Perspectivas pastorales de la Iglesia en el nuevo milenio», el tema central que ha presentado Juan Pablo II a los 155 purpurados que participan en esta sexta reunión de cardenales: el programa pastoral de la Iglesia para estos inicios de milenio.

Al comenzar, Lustiger, que en septiembre cumplirá los 75 años (edad en la que los obispos presentan sus dimisiones), dejó muy claro que este consistorio no se trataba de la reunión de un club de amigos. Ese encuentro y sus conclusiones sólo tendrán sentido si sus participantes conciben a la Iglesia por lo que es.

«No debe ser considerada desde puntos de vista humanos como una de las instituciones del cuerpo social de la humanidad, sino con los ojos de la fe, como Esposa de Cristo», aclaró el purpurado en la conferencia, que dictó al inicio de la sesión de la tarde de este lunes.

Se trata de una visión muy diferente a la que ofrecen buena parte de los medios de comunicación, que informan sobre este acontecimiento. Para muchas agencias de prensa o canales de televisión nos encontramos más bien ante un «precónclave» de elección del futuro Papa.

En segundo lugar, el arzobispo parisino afrontó los métodos que deberá seguir la Iglesia en la renovación que plantea el Papa con este cónclave. «No se trata de inventar un nuevo programa –explicó–. El programa ya existe».

«No nos satisface ciertamente la ingenua convicción de que haya una fórmula mágica para los grandes desafíos de nuestro tiempo. No, no será una fórmula lo que nos salve, pero sí una Persona», Cristo.

Alertó, por ello, ante la ingenuidad de pensar que la renovación en la Iglesia se alcanzará con simples medios técnicos. «Esta búsqueda de la eficacia común a toda nuestra época genera sufrimientos en los hombres y males tan grandes como los beneficios esperados». En síntesis, exigió no hacer de los medios «ídolos».

De este consistorio, según el cardenal, debe salir, ante todo, un llamamiento a la conversión, comenzando por los cardenales. Sin esta condición, no habrá evangelización.

La Iglesia, afirmó Lustiger, no emprende revoluciones, como la comunista del siglo pasado en Europa del Este, pues éstas «implican siempre un coste humano, víctimas, y con frecuencia se aleja de sus fines». La Iglesia sólo puede cumplir su renovación «convirtiéndose a Cristo, buscando el rostro de Dios, en la docilidad al Espíritu Santo».

«La caridad y el amor deben ser la fuente y la fuerza de toda renovación» en la Iglesia. Tiene que ser fruto del amor a «los pequeños, a los pobres, a quienes no comprenden, a quienes no saben qué es lo que hacen». El camino de la renovación de la Iglesia promovida por el consistorio, por tanto, pasa por la pobreza y la humildad, concluyó.

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ZENIT Staff

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