“La urgencia educativa es un signo de los tiempos”, afirma el Papa

Mensaje de Benedicto XVI a los obispos italianos

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ASÍS, martes 10 de noviembre de 2009 (ZENIT.org).- Ofrecemos a continuación el mensaje del Papa a los obispos italianos, reunidos en su 60ª Asamblea General en Asís hasta el próximo 12 de noviembre, y que ha hecho pública hoy la Santa Sede.

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Al Venerado Hermano

señor cardenal Angelo Bagnasco

presidente de la Conferencia Episcopal Italiana

Con ocasión de los trabajos de la 60a Asamblea General de la Conferencia Episcopal Italiana, me es particularmente grato enviarle mi afectuoso saludo a Usted, al secretario de la CEI y a todos los pastores de la Iglesia que está en Italia, reunidos en Asís, cuidad símbolo de esa vida cristiana llevada “según la forma” del Evangelio, encarnada en la existencia de san Francisco y santa Clara, que siguen ejerciendo en Italia y en el mundo una irresistible fascinación espiritual. Idealmente presente, expreso a todos mi cercanía espiritual, conociendo bien el celo con que vosotros, venerados y queridos Hermanos, actuáis cotidianamente al servicio de las comunidades confiadas a vuestros cuidados pastorales. En los viajes apostólicos que voy realizando a las diócesis italianas, como también en otras ocasiones que me ponen en contacto con la amada Iglesia que está en Italia, encuentro comunidades vivas, firmes en su unión con el Sucesor de Pedro y en la comunión recíproca. Por esto, «continuamente doy gracias por vosotros, recordándoos en mis oraciones» (Ef 1,16), junto a los presbíteros, vuestros primeros colaboradores en los trabajos apostólicos, junto con los diáconos, los religiosos y las religiosas y a los fieles laicos que comparten vuestra alegría y vuestra responsabilidad de testigos de Cristo en cada ámbito de la sociedad italiana. Estos encuentros periódicos – estoy seguro – alimentan vuestra recíproca cooperación indispensable para realizar el mandato, que distingue vuestra acción apostólica, de incrementar en el pueblo cristiano la fe, la esperanza y la caridad, de alimentar las relaciones con las demás comunidades religiosas y las autoridades civiles, de actuar por la presencia de la levadura del Evangelio en la cultura y en el tejido de la sociedad italiana, por la tutela de la vida humana, por la promoción de la paz y de la justicia y por la defensa de la creación. El intercambio y la fraternidad que caracterizan vuestros trabajos asamblearios dan fuerza y vivacidad al empeño común por la única Iglesia de Cristo y por el crecimiento del tejido humano de la sociedad.

Han transcurrido pocos meses desde nuestro encuentro con ocasión de la Asamblea General celebrada en mayo, durante cuyo transcurso se señaló en la educación la perspectiva de fondo de las orientaciones pastorales para la próxima década. La emergencia de la instancia educativa es un signo de los tiempos que exige a toda Italia poner la formación de las nuevas generaciones en el centro de la atención y del empeño de cada uno, según las respectivas responsabilidades y en el cuadro de una amplia convergencia de intenciones. Como recordaba en mi intervención del pasado 28 de mayo, la educación es “una exigencia constitutiva y permanente de la vida de la Iglesia” y se coloca en el corazón de su misión, dirigida a que cada persona pueda encontrar y seguir al Señor Jesús, Camino que conduce a la autenticidad del amor, Verdad que nos sale al encuentro y Vida del mundo. El desafío educativo atraviesa todos los sectores de la Iglesia y exige que se afronten con decisión las grandes cuestiones del tiempo contemporáneo: la relativa a la naturaleza del hombre y a su dignidad – elemento decisivo para una formación completa de la persona – y la “cuestión de Dios”, que parece de lo más urgente en nuestra época. Quisiera recordar, a propósito, lo que dije el pasado 24 de julio, durante la celebración de las Vísperas en la catedral de Aosta: “Si la relación fundamental – la relación con Dios – no es viva, no es vivida, tampoco las demás relaciones pueden encontrar su forma adecuada. Pero esto vale también para la sociedad, para la humanidad como tal. También aquí, si Dios falta, si se prescinde de Dios, si Dios está ausente, falta la brújula para mostrar el conjunto de todas las relaciones para encontrar el camino, la orientación adonde ir. ¡Dios! Debemos llevar otra vez a este mundo nuestro la realidad de Dios, darlo a conocer y hacerlo presente” (L’Osservatore Romano, 26 julio 2009)

Para que esto se realice es necesario que nosotros en primer lugar, queridos hermanos obispos, con todo nuestro ser, seamos adoración viviente, don que transforma el mundo y lo restituye a Dios. Este es el mensaje profundo del Año Sacerdotal, que constituye una ocasión extraordinaria para ir al corazón del ministerio ordenado, reconduciendo a la unidad, en cada sacerdote, la identidad y la misión. Estoy contento de ver cómo, en vuestras diócesis, este propuesta especial está generando no pocas iniciativas sobre todo de carácter espiritual y vocacional, y contribuya a iluminar el camino de santidad trazado en el tiempo por tantos obispos y presbíteros italianos. La historia de Italia, de hecho, es también la historia de una innumerable multitud de sacerdotes, que se inclinaron sobre las heridas de una humanidad extraviada y sufriente, haciendo de sí mismos una ofrenda de salvación. Espero que podáis recoger abundantes frutos de esta oración y meditación común sobre el don del sacerdocio, brotado del corazón de Cristo para la salvación del mundo.

Otro tema al que se dedicará amplio espacio en los trabajos de vuestra Asamblea es la “cuestión meridional”. Veinte años después de la publicación del documento «Desarrollo en la sociedad. Iglesia italiana y Mezzogiorno«, advertís la necesidad de haceros voz y carga de las exigencias de un país que no crecerá si no es junto. En las tierras del sur la presencia de la Iglesia es germen de renovación personal y social, y de desarrollo integral. Que el Señor bendiga los esfuerzos de quienes trabajan, con la tenaz fuerza del bien, por la transformación de las conciencias y la defensa de la verdad del hombre y de la sociedad.

En el curso de vuestra Asamblea, además, se examinará la nueva edición italiana del Rito de exequias. Esta responde a la necesidad de conjugar la fidelidad al original latino con las adaptaciones oportunas a la situación nacional, haciendo tesoro de la experiencia madurada tras el Concilio Vaticano II, con atenta mirada al contexto distinto socio-cultural y a las exigencias de la nueva evangelización. El momento de las exequias constituye una importante ocasión para anunciar el Evangelio de la esperanza y manifestar la maternidad de la Iglesia. El Dios que “vendrá en la gloria para juzgar a vivos y muertos”, es Aquel que “enjugará las lágrimas de todos los ojos y ya no habrá luto, ni llanto, ni pesares” (Ap 21,4). En una cultura que tiende a eliminar el pensamiento de la muerte, cuando incuso no deja de exorcizarla reduciéndola a espectáculo o transformándola en un derecho, es deber de los creyentes proyectar sobre este misterio la luz de la revelación cristiana, seguros de que “el amor puede llegar hasta el más allá, que es posible un dar o recibir mutuo, en el que permanecemos unidos unos a los otros con vínculos de afecto” (Spe salvi, 48).

Señor cardenal y venerados Hermanos en el Episcopado, hace cincuenta años, al término del XVI Congreso Eucarístico Nacional y tras una extraordinaria Peregrinatio Mariae, los obispos italianos quisieron consagrar a Italia al Corazón Inmaculado de María. De este acto tan significativo y fecundo, renovaréis la memoria, confirmando el particularísimo lazo de afecto y devoción que une al pueblo italiano a la celestial Madre del Señor. De buen grado me uno a este recuerdo, confiando los trabajos de vuestra Asamblea, la Iglesia que está en Italia y la nación entera a la materna protección de la Virgen María, Reina de l
os Ángeles e imagen purísima de la Iglesia. Invoco su intercesión, con las de los santos Francisco y Clara de Asís, y de todos los santos y santas de la tierra italiana. Con estos sentimientos imparto de corazón a Usted, a los obispos, a sus colaboradores y a todos los presentes la Bendición Apostólica.

En el Vaticano, 4 noviembre 2009

BENEDICTUS PP. XVI

[Traducción del italiano por Inma Álvarez]

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ZENIT Staff

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