La verdad sobre Pío XII

Exespía habla de un complot para desprestigiar al pontífice

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Por Edward Pentin

ROMA, martes 21 agosto 2012 (ZENIT.org).- El general Ion Mihai Pacepa no es fácil de localizar. Permanece escondido por su propia protección, raramente concede entrevistas y sólo puede ser contactado por correo electrónico a través de un intermediario.

Como exjefe de la inteligencia rumana que desertó hacia Estados Unidos en 1978, el exespía de 84 años guarda secretos que incluso hoy podrían hacer sentirse incómodas a figuras del establishment, sobre todo en Rusia. Pero por lo que es más conocido es por su sensacional denuncia de un complot soviético para desprestigiar a Pío XII, al afirmar que él estuvo implicado en tal operación en los años 60 y 70 del siglo XX.

En un artículo de 2007 para National Review Online, Pacepa afirmaba que fue parte de la “Operation Seat 12” –una campaña de desinformación centrada en la obra de 1968 de Rolf Hochhuth “EL Vicario”–. La obra sirvió para desacreditar al pontífice durante la guerra como un simpatizante nazi, diez años después de su muerte y por tanto incapaz de defenderse a sí mismo.

Pero los historiadores y diplomáticos de la era de la Guerra Fría albergan dudas sobre la historia. Los críticos de Pío como era previsible ignoraron la denuncia del complot como “muy improbable” o la obra de alguien que quería dotarse de un “aura misteriosa” en sus últimos años. Algunos defensores del papa Pacelli también expresaron excepticismo, incluyendo a Ronald Rychlak, un profesor de derecho estadounidense, asesor vaticano, y especialista en la controversia sobre Pío XII.

Sin embargo, en lugar de ignorar las alegaciones sin cuestionarlas, Rychlak decidió investigar el mismo, empleando los siguientes dos años en examinar las pretensiones de Pacepa. Entonces llegó a estar tan convencido de su veracidad que ahora ha escrito un libro pronto a publicarse con el exjefe de la inteligencia rumana, llamado Disinformation.

“Poco a poco, todas las piezas encajaron en su lugar –afirma a ZENIT Rychlak–. El nuevo cuadro respondía a muchas cuestiones y daba sentido a muchas cosas que antes eran inexplicables”.

Añadió: “Tras una correspondencia con Pacepa de tres años, y tras haber leído sus libros y muchos de sus artículos (y artículos sobre él), se que nunca me indujo al error. Mi reacción en 2007 era el comentario natural, prudente de alguien ante una propuesta nueva y desconocida. Tras dos años de investigación cuidadosa, he cambiado de opinión […] Estoy orgulloso de haberme asociado a él”.

Ahora la historia de Pacepa está obteniendo amplio apoyo, los defensores de Pío XII creen que el nuevo libro, que incluye una introducción del exdirector de la CIA James Woolsey, promete ser una aportación crucial para limpiar el nombre de Pío XII”.

El mes pasado, con ayuda de la fundación Pave the Way, pude contactar con el exjefe de espías, principalmente para saber su reacción a la reciente decisión del Museo del Holocausto Yad Vashem de cambiar la placa dedicada a Pío XII.

El 1 de julio, el museo anunció que cambiaría el texto de la placa para incluir algunos argumentos defendiendo el historial sobre vidas de judíos salvadas por Pío XII. Pero la nueva versión no alude al complot soviético para desprestigiar su nombre. Cuando pregunté al jefe de investigación del museo, profesor Dan Michman, por qué omitió estas revelaciones, dijo que “realmente no creía” la historia, ni deseaba investigarla.

Pacepa respondió diciendo que “no hay evidencias consistentes de primera mano” que apoyen el rechazo de Michman pero hay “cantidad de evidencias consistentes que prueban que el retrato de Pío XII como el papa de Hitler nació en Moscú”. Subrayó que en orden a encontrar y reconocer esta evidencia “habría que estar familiarizado con la muy secreta ‘ciencia’ del Kremlin de cambiar el pasado para que concuerde con prioridades actuales”.

“En la jerga del KGB, cambiar el pasado fue denominado framing (montaje) –explicó Pacepa–, y era una especialidad de desinformación altamente clasificada” en la que había “como mosaicos hechos de cientos o incluso miles de piezas diminutas unidas”.

“Sólo un puñado de expertos diseñadores sabían cómo quedaría la imagen final –dijo–. Yo estuve de modo periférico implicado en cambiar el pasado de Pío XII pero entonces incluso yo no conocía cómo quedaría la imagen final”.

Dio ejemplos de cómo tales operaciones de montaje funcionaban, como los métodos despiadados de Stalin para falsificar los hechos históricos para que coincidieran con sus planes en los años 30, y las propias operaciones de desinformación de Pacepa como jefe de la inteligencia rumana en los años 70.

Recordó cómo manipuló con éxito para engañar a jefes de estado occidentales, funcionarios de inteligencia y otros para que creyeran que el dictador de Rumanía, Nicolae Ceausescu, era un admirable líder prooccidental cuando, de hecho “era un drácula de tres al cuarto”. Tan efectiva fue esta operación de desinformación que el presidente de Estados Unidos Jimmy Carter describió a Ceausescu como un “gran líder nacional e internacional”, y la reina Isabel II le recibió en visita de estado en el Reino Unido en 1978. Pacepa desertó poco después, revelando las mentiras a Carter y la reina. Ceausescu fue ejecutado por su propio pueblo en 1989, pero afirma que pocos en Occidente “se preocuparon por investigar cómo habían estado tan equivocados”.

El exespía rumano dijo que el libro a punto de salir “contiene evidencias sólidas, de primera mano, que documentan cómo la inmensa maquinaria de desinformación de la KGB fue capaz de dar la vuelta a la imagen de Pío XII del blanco al negro, lo mismo que hizo con la imagen de Ceaucescu al contrario”.

También explicó cómo el montaje de la imagen de un papa fervientemente anticomunista empezó en 1945. Preocupado sólo por su propia imagen, y con la victoria reciente tras la II Guerra Mundial, Stalin tenía un enemigo más que quería derrotar: la Iglesia católica de Ucrania, el último enclave vaticano en la Unión Soviética. Tras perseguir a la Iglesia allí, intentó retratar a Pío XII como un colaborador del nazismo, proclamando en Radio Moscú en 1945 que Pío XII había sido el «papa de Hitler».

<p>Pero la campaña cayó en el vacío porque se hizo el día después de que Pío XII condenara el «satánico espectro del nazismo» en Radio Vaticano. Además, Pío estaba siendo alabado por sus esfuerzos durante la guerra para proteger a las minorías religiosas por, entre otros, el presidente Roosevelt, Winston Churchill (que le describió como «el hombre más grande de nuestro tiempo»), y Albert Einstein.  

Los esfuerzos de desinformación de Stalin fueron rechazados por la generación contemporánea «que había vivido la historia real y conocía quién era realmente el papa Pío XII –dijo Pacepa–. El Kremlin lo intentó de nuevo en los años 60, con la siguiente generación, que no había vivido esta historia y no sabía más. En esa época funcionó».

En este segundo esfuerzo de montaje, la «Operation Seat 12», fue la obra de teatro anti-Pío, «El Vicario». Pacepa explicó que, en su nuevo libro, ofrecerá evidencias de cómo el autor alemán de la obra, Rolf Hochhuth, pretendía desacreditar a anticomunistas en cada una de sus obras, y que contiene «irrefutables evidencias de que la mano del KGB está detrás de toda la obra de Hochhuth”.

Además, reveló que uno de los mejores amigos de Hochhuth, que también investigó para él en dos de sus obras, es David Irving, el reconocido antisemita historiador que niega el Holocausto. Los defensores de Pío XII señalan la trágica ironía de que tantos líderes judíos siguen creyendo en la imagen de Pío como el papa de Hitler, basada en una obra escrita por alguien tan estrechamente ligado a Ir
ving.

En respuesta a los comentarios del general Pacepa, el profesor Michman dijo que esta investigación sobre Pío XII no se limita a las revelaciones de Hochhuth sino que es más amplia, cubriendo «muchos países y muchos temas».

«Los materiales para estos temas están desperdigados en muchos archivos, tanto a lo largo de Europa como más allá de sus fronteras, dijo a ZENIT el 16 de agosto. «Es virtualmente imposible que los soviéticos hubieran podido falsificar y hacer montajes de todos estos documentos y los estudiosos que llevaron a cabo la investigación provienen de una amplia variedad de círculos y antecedentes. Por lo tanto, la teoría de la conspiración ‘toda ella debida a los Soviets/KGB/Stalin’ no parece suficiente para explicar el conjunto de la investigación y la controversia».

Pero Gary Krupp, el fundador judío de la fundación Pave the Way, desestimó la respuesta de Michman quien afirma que «la denuncia de blanqueo de tantos documentos de tantos países no tiene sentido». Señaló que el profesor no puede ofrecer ninguna documentación legitimada que apoye su postura. «Lo que ellos ofrecen son documentos de otros funcionarios, y dan por hecho que ‘por supuesto Pío XII tuvo que aprobarlos’. Pero esta lógica es sencillamente ignorancia de la realidad de las políticas vaticanas».

Krupp añadió que «nadie nunca ha sugerido» que los soviéticos cambiaran la historia. «Lo que ellos hicieron fue iniciar lo que llamamos la Leyenda Negra de que Pío XII fue el papa de Hitler –dijo–. Los revisionistas hicieron el resto, a través de sus malas traducciones, investigación en fuentes secundarias y su personal agenda oculta».

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ZENIT Staff

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