La visitación, primera procesión eucarística de la historia; afirma el Papa

Meditación del Papa en los jardines vaticanos al concluir el mes de mayo

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CIUDAD DEL VATICANO, miércoles, 1 junio 2005 (ZENIT.org).- La visitación de la Virgen María, embarazada de Jesús, a su prima Isabel es, en cierto sentido, la primera procesión eucarística de la historia, constató este martes Benedicto XVI al clausurar el mes de mayo.

El Santo Padre se unió a la conclusión del Rosario que muchos fieles rezaron al final del día, bajo la presidencia del arzobispo Angelo Comastri, vicario general del Papa para el Estado de la Ciudad del Vaticano, a través de los jardines vaticanos.

Tras recordar que a Juan Pablo II le gustaba recordar, en particular en los últimos meses de su vida, a María como «mujer eucarística», su sucesor constató que en ese día, la liturgia celebraba la fiesta de la Visitación de la Virgen a santa Isabel.

«María va a visitar llevando en el seno a Jesús, recién concebido, a la anciana prima, Isabel, a quien todos consideraban estéril, y que sin embargo había llegado al sexto mes de una gestación donada por Dios», evocó.

«Es una joven muchacha, pero no tiene miedo, porque Dios está con ella, dentro de ella –explicó–. En cierto sentido, podemos decir que su viaje ha sido –nos gusta subrayarlo en este Año de la Eucaristía– la primera «procesión eucarística» de la historia».

«Cuando entra en casa de Isabel, su saludo es desbordante de gracia –dijo repasando las páginas del Evangelio–: Juan salta de gozo en el seno de la madre, como percibiendo la venida de Aquel a quien tendrá que anunciar a Israel».

«Exultan los hijos, exultan las madres –reconoció–. Este encuentro, lleno de la alegría del Espíritu, encuentra su expresión en el cántico del «Magnificat»».

«¿No e ésta también la alegría de la Iglesia, que acoge incesantemente a Cristo en la santa Eucaristía y lo lleva al mundo con el testimonio de la caridad operante, llena de fe y de esperanza?», se preguntó el Papa.

«Sí, ¡acoger a Jesús y llevarlo a los demás es la verdadera alegría del cristiano!», concluyó. «Sigamos e imitemos a María, alma profundamente eucarística, y toda nuestra vida se convertirá en un «Magnificat»».

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ZENIT Staff

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