Laicos católicos «sin complejos», testigos de fe en la antigua URSS

Constata el presidente del Pontificio Consejo para los Laicos

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KIEV, 13 octubre 2003 (ZENIT.orgAvvenire).- «La epifanía de una Iglesia que renace»: con estas palabras describió el presidente del Pontificio Consejo para los Laicos, monseñor Stanislaw Rylko, el primer congreso de laicos católicos de la Europa del Este clausurado en la capital ucraniana el domingo pasado.

Organizado por dicho organismo vaticano, han participado en el encuentro más de trescientas personas –casi todos jóvenes– procedentes de delegaciones del laicado de catorce países de la antigua Unión Soviética –acompañados de sus obispos–, además de representantes de asociaciones y movimientos presentes en la región y observadores de otras Iglesias.

«La experiencia de esta Iglesia viva, de este laicado que renace, ha sido tan fuerte que nos ha absorbido a todos», constató monseñor Rylko, de origen polaco, tras participar en el encuentro. En esta entrevista describió sus impresiones.

–Excelencia, ¿cuál ha sido el rasgo de este congreso?

–Monseñor Stanislaw Rylko: Ha sido decididamente distinto de otros. Me ha impresionado la frescura y sencillez de muchos neófitos, esto es, de personas que han redescubierto la fe recientemente, en los últimos diez o quince años. Muchísimos son jóvenes. Es un laicado de frontera, dirigido al futuro.

–Estos días han estado ausentes los problemas que polarizan el debate de los laicos en Occidente, como la cuestión del poder eclesiástico o del sacerdocio femenino. ¿Por qué?

–Monseñor Stanislaw Rylko: La razón es evidente: aquí se ha hablado de lo esencial, de cómo testimoniar la fe de forma convincente. Este laicado se toma en serio el problema de fondo: la identidad del cristiano.

–A menudo, durante los testimonios, se le veía visiblemente conmovido…

–Monseñor Stanislaw Rylko: Este evento nos ha superado a todos, tanto a los organizadores como a los participantes. Nos ha dado la impresión de que se desarrollara algo que es mucho mayor que nosotros, como si quien nos hubiera llamado a esta cita hubiera sido el Espíritu Santo mismo. Esta residencia en medio de los bosques se ha convertido en el cenáculo de una Iglesia en escucha. Cuando pienso que nuestro lugar de retiro era una casa de vacaciones que alojaba a la «Nomenklatura» soviética, me viene a la memoria lo que dijo Vaclav Havel al recibir a Juan Pablo II en Praga en 1990: «No sé qué es un milagro, pero entiendo que vuestra presencia aquí es un milagro».

–Las Iglesias del Este, forzadas a la supervivencia durante largos años, no pudieron contar con las fuerzas del laicado. ¿Está cambiando algo?

–Monseñor Stanislaw Rylko: Estos días hemos asistido a la epifanía de una Iglesia que renace. Renace en las estructuras, en la vida comunitaria y sobre todo en las fuerzas vivas del laicado católico. Una de nuestras mayores preocupaciones en vísperas del congreso era si y cómo presentarían estos nuevos laicos sus testimonios. Y aquí se produjo la gran sorpresa: casi todos intervinieron con una facilidad, una espontaneidad e incluso un estilo sobrio que verdaderamente nos impactó. Estaban llenos de experiencia de fe y han sabido comunicarla.

–Sin embargo, los números no son elevados, si se exceptúa la Iglesia greco-católica de Ucrania. ¿No existe el riesgo de la dispersión?

–Monseñor Stanislaw Rylko: Indudablemente la de la ex Unión Soviética es una Iglesia de diáspora. Lo es en muchos sentidos: dentro del mar ortodoxo, pero también en el mar del Islam en lo relativo a las repúblicas centro-asiáticas. Y sobre todo es una Iglesia de diáspora en el mar del indiferentismo religioso. No olvidemos que los no creyentes en estos países representan una parte notable de la sociedad. Pero debo decir que los laicos de la ex URSS no tienen complejo de inferioridad como en cambio sucede frecuentemente a quien se encuentra en minoría.

–Tienen a las espaldas una Iglesia que ha sufrido persecuciones y martirio. Más que un complejo de inferioridad a veces parecen orgullosos…

–Monseñor Stanislaw Rylko: Los mártires de ayer interpelan a los creyentes de hoy. No basta sólo con recordar; es necesario responder a la pregunta: ¿qué hacer con este tesoro que nos han dejado nuestros padres, qué hacer con la herencia de los mártires? La libertad conquistada es un gran desafío para los laicos del Este. He aquí por qué hemos elegido como lema del congreso «Ser testigos de la fe hoy». El adverbio es muy importante: hoy, en una situación llena de nuevos riesgos y antiguas tentaciones. El «homo sovieticus» ha permanecido en el fondo de quien ha vivido la experiencia totalitaria y lleva consigo pasividad, esquizofrenia, atomización. También en la vida de la Iglesia. Me parece que estos laicos son conscientes de ello y procuran reaccionar.

–¿Podría exponer, en pocas palabras, el programa que intenta llevar a cabo al frente del Consejo Pontificio para los Laicos?

–Monseñor Stanislaw Rylko: Volver a las raíces, porque a menudo confundimos las causas con los síntomas. Muchas veces nos preocupamos de la falta de compromiso de los laicos, de sus posturas poco coherentes a nivel político y social. El Santo Padre, en la carta apostólica «Novo Millennio Ineunte» nos ha indicado otro camino: «¡no una fórmula, sino una Persona os salvará!». Sin este tipo de encuentro, no se puede construir nada.

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ZENIT Staff

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