Las dudas de la «dama del crimen» inglés

P. D. James, la sucesora de Agatha Cristie, habla de su fe

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LONDRES, 25 abril 2001 (ZENIT.orgAVVENIRE).- En el momento en que concedía esta entrevista, se encontraba muy ajetreada, en vísperas de una gira a EE.UU, en la que presentará «Muerte en el Seminario» a un público de 1.800 personas, presidente George Bush incluído. La dama del crimen inglés, se ha convertido en la descendiente en línea literaria directa y exclusivamente femenina de Agatha Cristie, Dorothy Sayers y Ngaio Marsh.

Escribe disciplinadamente, cada mañana, entre las 6 y las 8, las novelas de misterio más vendidas del mundo.

Con 81 años, Lady Phyllis White –a la que la Reina Isabel II ha concedido, por su méritos literarios, el título de baronesa– llegó a la fama tarde, hacia los cincuenta años, tras una vida difícil. Una infancia en una familia desavenida, estudios interrumpidos por tener que trabajar, como funcionaria, y la lenta construcción de una carrera literaria que le ha permitido mantener a dos hijas. Se casó con apenas 20 años y sólo vivió tres años de felicidad, despedazados para siempre cuando el marido volvió al final de la guerra con un agotamiento nervioso incurable.

En la actualidad, además de estar en el Consejo de Administración de la BBC, pertenece a la Comisión Litúrgica de la Iglesia de Inglaterra.

–¿Cómo se le ha ocurrido la idea de escribir este libro?

–P. D. James: He pensado que un Seminario era un escenario interesante. Después de todo, he usado hospitales, una editorial, una central nuclear y las universidades han sido ya demasiado explotadas. Situado en una zona alejada, el Seminario tenía que cerrarse, y la víctima obvia del homicidio es el archidiácono que decidió la clausura. He hecho un largo trabajo de preparación, he leído algún libro de teología.

–En el libro usted toca algunos problemas de la Iglesia de Inglaterra de hoy.

–P. D. James: Sí, como anglicana practicante, conozco bien la situación de nuestra Iglesia. En el libro, hablo de la crisis de las vocaciones, de las tensiones entre la Alta Iglesia, la más cercana a la Iglesia católica, y la parte más evangélica, e, indirectamente, también del problema de la ordenación de las mujeres al sacerdocio. Pienso que las diferencias se deben acomodar, tanto dentro de la Iglesia Anglicana como entre las diversas religiones. Creo que cada uno tiene el derecho a practicar según la forma que prefiere y que cada tradición debe ser respetada.

–La historia, situada en un ambiente cerrado, recuerda más que sus libros, los de Agatha Cristie…

–P. D. James: Es verdad. Si embargo, en la escritura y en la calidad de profundización psicológica, espero haber superado a Cristie. Sus historias parecen la solución teórica de un problema y tienen poco en cuenta la realidad.

–P. D. James de nuevo a vueltas con el problema de la muerte. ¿Qué le atrae tanto en los homicidios?

–P. D. James: La escritura se describe a veces como una forma de terapia y creo que es verdad que la creatividad es la solución positiva de un conflicto interno. Escribir novelas policiacas es uno de los modos con los que alejo miedos atávicos de muerte, e intento imponer orden y seguridad en mundo muy desordenado. Trato de desinfectar el horror de la muerte.

–En resumen, ¿las novelas de detectives tienen una función moral?

–P. D. James: Estoy muy interesada en los aspectos religiosos y morales del delito, en cómo las personas llegan a matar. Trato de hacer ver los efectos del homicidio sobre el culpable, sobre la sociedad, sobre todos los personajes del libro. El homicidio es un crimen contagioso que infecta a todos aquellos que se encuentran implicados. Obtiene este efecto porque quitamos a la víctima la vida humana, la cosa más sagrada, que no depende de nosotros. Si perdemos a alguien que amamos por enfermedad o por un incidente, podemos repensar en su muerte, aunque sea con dolor. Pero si han sido asesinados, no podemos volver a ello sino con horror. El homicidio nos quita incluso la posibilidad de sufrir, de revivir aquella muerte con dolor. Es por esto que es tan peligroso.

–Una interpretación casi «religiosa»…

–P. D. James: Pienso que la novela policiaca, y en especial la religiosa, de la que G. K.
Chesterton es un maestro, es de verdad la forma de literatura popular que firma la santidad de la vida y trata seriamente del horror del homicidio y de sus consecuencias. En la vida todos hemos probado momentos de malestar en los que sentimos que la criminalidad, la violencia, la corrupción, pero también otros dolores más personales no tienen solución, por más esfuerzos que hagamos. En los relatos de detectives sucede lo contrario. Un problema, en el centro mismo del libro, se resuelve y no por vías sobrenaturales, sino gracias a la inteligencia, a la perseverancia y al valor humanos.

–¿Le ayuda la a afrontar la muerte?

–P. D. James: Sentir el amor de Dios y rezar con regularidad me ayuda a vivir y es una gran fuente de apoyo y de ayuda pero no estoy segura de que mi fe en la vida eterna sea igual de fuerte. Si debo ser sincera no estoy convencida de que sobreviviremos a la muerte. Me pregunto en qué forma afrontaremos la vida eterna y lo encuentro un misterio sin solución. Y sin embargo creo en la existencia de Dios y en su amor y en mi capacidad de hablarle, de entrar en comunicación con Él y en la verdad del evangelio de Cristo que siempre he tratado de vivir en mi vida. Espero, naturalmente, que el amor de Dios que siento en esta tierra seguirá después de mi muerte. Es mi esperanza más fuerte.

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ZENIT Staff

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