Las emergencias planetarias exigen armonía entre fe, ética y ciencia

Según el presidente de la World Federation of Scientists

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ROMA, 22 agosto 2003 (ZENIT.org).- Las emergencias del planeta, como los cambios climáticos, el riesgo de nuevas epidemias, o la escasez de agua, exigen una nueva y fecunda relación entre ciencia, ética y fe, afirma el presidente de la World Federation of Scientists.

Para afrontar estos argumentos, Antonio Zichichi, miembro de la Academia Pontificia de las Ciencias ha organizado un Seminario Internacional sobre las Emergencias Planetarias, en la localidad siciliana de Erice (Italia).

El encuentro, en el que participan 130 científicos de 31 países, que se celebra del 20 al 23 de agosto, celebra el cuarto centenario de la Academia Pontificia de las Ciencias, la más antigua de la historia, así como el vigesimoquinto aniversario del pontificado de Juan Pablo II.

Zichichi, quien es además profesor de Física en la Universidad de Bolonia (Italia), revela que el mensaje que quieren dejar los científicos en su conjunto es el de «introducir la dimensión científica» en la crisis actual, que es «una crisis cultural».

«El terrorismo es un ejemplo clarísimo de cómo la cultura moderna, en realidad, es pre-aristotélica. Por eso, se han producido desastres, pues no se distingue entre ciencia y técnica», aclara el científico en declaraciones a «Radio Vaticano».

Este problema, aclara, es la consecuencia de no comprender «cómo a nacido la ciencia», y de «no dar a entender al mundo que la cultura científica tiene valores que están en comunión con la fe, como dice este gran Papa, no en contraposición».

«Ningún gran científico ha dicho que la fe y la ciencia sean enemigas», asegura. «Introducir la dimensión científica para resolver emergencias planetarias es una esperanza concreta para posibles soluciones».

Como ejemplos, Zichichi cita en primer lugar la cuestión del calentamiento del planeta («en el que el hombre incide entre el 3 y el 7% –ciertamente no más del 10%–»).

Menciona también la escasez del agua y su distribución: «el agua podría ser más peligrosa que el petróleo para desencadenar futuras guerras entre zonas interesadas y controlar los manantiales»).

La seriedad y el rigor para controlar las epidemias es otro desafío, concluye, como lo demuestran casos como el sida o el Síndrome Respiratorio Agudo Severo (SARS).

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ZENIT Staff

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