Las enseñanzas de los evangelios apócrifos en árabe

Entrevista a Juan Pedro Monferrer, profesor de literatura en este idioma

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CÓRDOBA, 10 noviembre 2003 (ZENIT.org).- Juan Pedro Monferrer, profesor de lengua y literatura árabes de la Universidad de Córdoba, aclara en esta entrevista qué son los apócrifos árabes, y explica porqué este tipo de escritos no forman parte de los llamados «escritos canónicos», aceptados por la Iglesia.

El escritor acaba de publicar «Apócrifos árabes cristianos» (http://www.trotta.es/), textos apocalípticos, hagiográficos, legendarios y epistolares que dan una idea del contexto en que se movía el cristianismo primitivo. Estos textos, añade, demuestran que el árabe no es una lengua exclusiva del Islam.

–¿Qué son los apócrifos cristianos?

–Monferrer: La palabra «apócrifo» procede del griego «apócryphos», que significa «escondido», «secreto». El término identifica a una vasta gama de escritos de procedencia judía y cristiana que, salvo algún caso (como sucede con el Libro de Enoc en la Iglesia copta), no entraron a formar parte del canon de los libros sagrados de la Biblia. Estas obras, compuestas al modo de los libros bíblicos acostumbran a ser clasificadas por la crítica como «Apócrifos del Antiguo Testamento» y «Apócrifos del Nuevo Testamento».

–¿Existen también en árabe?

–Monferrer: Y no sólo. Las lenguas en las que nos han llegado estos libros son muy variadas: hebreo, arameo, griego, latín, siríaco, georgiano, armenio, copto, etc. Y también en árabe, que es la lengua de los cristianos de Oriente Medio desde el siglo VI, cuando el Islam ocupa los territorios antaño pertenecientes a comunidades cristianas que vivieron bajo los imperios bizantino y el persa sasánida.

–¿Por qué no han sido incluidos en el canon oficial de la Iglesia?

–Monferrer: Canon es, también, palabra griega que acaba significando «regla» o «norma». El canon es la lista, el catálogo de libros, que es reconocido por la autoridad de la Iglesia como libros que han sido inspirados y que constituyen la norma de la fe para los creyentes. Para que un libro sea canónico debe ser reconocido como libro inspirado.

La marginación de tal o cual obra es producto de factores diversos. Un elemento esencial que no debe ser olvidado es que una de las peculiaridades de la mayoría de estos libros es su carácter «fantasioso» o «hiperbólico».

–¿Qué aspectos de Jesucristo subyacen en estos escritos?

–Monferrer: El elemento fundamental aportado por los «apócrifos del Nuevo Testamento» es la información que ofrecen que no aparece en el Nuevo Testamento. Todo aquello de lo que no sabemos nada, o en ocasiones muy poco, por los Evangelios (por ejemplo: nacimiento de Jesús; viaje y estancia de la sagrada familia en Egipto; los dieciocho años «oscuros» de Jesús, es decir desde los doce hasta los treinta, antes de la vida pública…) va a ser el material que desarrollen los apócrifos, con la intención de facilitar a las comunidades cristianas todo aquella información que demandaban sobre Jesús. En este sentido, la figura de Jesús, con rasgos cambiantes según la obra a la que nos refiramos, adquiere la doble dimensionalidad de Dios y hombre a la vez, con una actividad dinámica elaborada de acuerdo con el molde del Nuevo Testamento, pero eso sí, yendo más allá, en un intento de acercar su figura al auditorio al que estaba destinado el texto.

–¿Por qué es tan difícil hacer llegar este tipo de textos al lector medio?

–Monferrer: Realmente no es difícil hacer llegar este tipo de textos al lector medio. Lo que sí que exige es una labor, ardua en ocasiones, de búsqueda de manuscritos, estudio, edición y traducción, que lleva un tiempo considerable.

–Haberse dedicado a estudiar el cristianismo oriental lo aleja de los arabistas españoles?

–Monferrer: Sí, porqué de hecho, con ello renuncié, obviamente, a todas las posibilidades que me ofrecía «lo oficial». Empecé a dedicarme al estudio del cristianismo oriental y, con ello, a quedar a un lado, fuera de los intereses propios de estos estudios en España.

Ciertamente puedo haber perdido, tal vez, «fama» y hasta «dinero», pero cada día estoy más contento de haber iniciado este camino de los «estudios del cristianismo oriental» en España, camino que espero que muy pronto sigan otras personas, para de este modo poder avanzar con mayor rapidez en este ámbito de estudios.

La lengua árabe no pertenece al Islam, es la lengua de las diversas comunidades que vivieron en Oriente y ésta, en el caso concreto cristiano, ha servido para conservar valiosísimas joyas de la antigua tradición cristiana. Asombra poder constatar cómo Jesús se nos hace tan cercano en árabe, que al fin y al cabo es una lengua hermana del dialecto arameo que habló Jesús.

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ZENIT Staff

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