Las etapas claves del misionero en el «vital» diálogo interreligioso

Según el presidente del Pontificio Instituto de Estudios Árabes e Islámicos

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ROMA, lunes, 4 junio 2007 (ZENIT.org).- El diálogo interreligioso es una necesidad vital –confirmada por Benedicto XVI– que necesita del itinerario del conocimiento del otro, de la estima, del redescubrimiento de la propia identidad misionera y finalmente del testimonio, advierte el presidente del Pontificio Instituto de Estudios Árabes e Islámicos (PISAI).

Como misionero, y habiendo compartido su fe durante 17 años en el contexto musulmán, el padre Miguel Ángel Ayuso participó el 30 de mayo, en la Embajada de España ante la Santa Sede, en el ciclo de conferencias organizado por la sede diplomática en homenaje a Benedicto XVI –con ocasión de su 80º cumpleaños y del 2º aniversario de su elección a la sede petrina–.

El padre Ayuso hizo hincapié en el vivo deseo de Benedicto XVI, tras las huellas de su predecesor, de que «las relaciones de confianza que se han desarrollado entre cristianos y musulmanes desde hace numerosos años no sólo continúen, sino que se desarrollen en un espíritu de diálogo sincero y respetuoso».

Diálogo –añadió– «fundado en un conocimiento recíproco cada vez más verdadero que con alegría reconoce los valores religiosos que tenemos en común y que con lealtad respeta las diferencias».

También el Papa ha expresado –recordó el sacerdote– la necesidad de construir juntos el mundo de paz y de fraternidad –ardientemente deseado por todos los hombres de buena voluntad–, de aprender a trabajar juntos para evitar la intolerancia y de oponerse a la violencia, para poder así entrar en el campo de la libertad religiosa para todos.

Desde el inicio de su pontificado Benedicto XVI «ha confirmado la necesidad de afrontar el diálogo interreligioso e intercultural con optimismo y esperanza, que no puede quedar reducido a un accesorio opcional, sino que por el contrario es una necesidad vital de la que depende, en buena parte, nuestro futuro», insistió.

Y esta necesidad vital pasa a través de determinadas etapas, en las que se detuvo el presidente del PISAI.

El misionero en una mayoría musulmana
Son pasos que perfilan –precisó– «la misión concreta que hemos de realizar en nuestra relación con creyentes de otras religiones, particularmente cuando nos encontramos viviendo minoría en medio de una mayoría diferente».

Es un contexto en el que «entra en juego el principio paulino que evoca la necesidad de adaptarse a las situaciones concretas que el misionero encuentra», profundizó, apuntando la epístola paulina a los Corintios, en la que el Apóstol dice: «Me he hecho todo a todos».

Así, en primer lugar, será necesario «comprender el universo mental, intelectual y religioso del Islam», cosa que «requiere un esfuerzo particular de objetividad para comprender al otro» y la práctica de la virtud de «una honestidad intelectual rigurosa», explicó el padre Ayuso.

En segundo lugar, se verificará una «etapa de estima y simpatía en relación al universo en el cual el misionero entra y descubre poco a poco con disponibilidad de adaptación y armonía», apoyado en la virtudes de apertura, abandono y disponibilidad.

El tercer paso para el misionero será «el redescubrimiento de su propia identidad mental, cultural y religiosa que le llevará, a través de una aventura permanente, a ser más profundamente consciente de la diferencia de nuestros destinos –resaltó el padre Ayuso–. La gran virtud aquí está en el reconocimiento del absolutamente lícito derecho a la diferencia».

Finalmente llega «la etapa del testimonio» en la que el misionero -continuó-, «conociendo en modo competente el Islam, estimando con sinceridad a los musulmanes y siendo perfectamente consciente de la propia identidad, es capaz de vivir esta doble dimensión en un modo tan rico que se convierte en un testigo cualificado, y por lo tanto capaz de ayudar a su comunidad a establecer una buena relación de amistad con ellos».

«La gran virtud aquí está en la profunda generosidad y apertura a toda experiencia de vida auténtica. Y es en este contexto en el que el misionero descubre la libertad de ejercitar el derecho y el deber de la misión y del anuncio sin ningún tipo de proselitismo», subrayó.

Y es que, de acuerdo con el presidente del PISAI, un misionero que vive en contacto con los musulmanes, «mientras permanece siempre católico, sin ningún tipo de simulación ni ambigüedad, tiene que estar siempre abierto al encuentro con ellos en la vida cotidiana», encuentro que puede ocurrir a nivel «interpersonal e institucional».

En su opinión, observar las etapas mencionadas posibilitará tal encuentro.

Cuatro esferas de un mismo diálogo
«De este modo, el misionero, que se interesa en la venida del Reino de Dios entre nosotros, se convierte en protagonista y promotor del diálogo, trabajando mano a mano con los creyentes de las demás religiones en un espíritu de apertura, compartiendo con ellos la tarea común de construir un mundo mejor como creyentes en un solo Dios», recalcó.

Siguiendo al presidente del PISAI, el diálogo, trazado por la Iglesia, será «un diálogo de vida, de acción, de intercambio teológico y de experiencia religiosa».

«El misionero promoverá y experimentará la capacidad de vivir con un espíritu abierto y fraternal compartiendo las alegrías y los dolores del otro», en el ejercicio del diálogo de vida, mientras que en campo de la acción -prosigue- colaborará con el otro «en el desarrollo integral y en la liberación de todos, defendiendo los derechos humanos».
<br>En el ámbito del intercambio teológico «el misionero promoverá la profundización de las respectivas tradiciones religiosas y el aprecio de los valores espirituales de cada uno en el campo de la experiencia religiosa», y finalmente «estará siempre dispuesto a compartir las riquezas espirituales de las diferentes religiones».

«La experiencia personal de Dios es el primer requisito para nuestra actividad misionera», recordó el sacerdote refiriéndose explícitamente a la oración, como «elemento primero y esencial de la misión». .

Globalización, sinónimo de necesidad urgente de relaciones armoniosas
Contemplando el mundo cada vez más globalizado, el presidente del PISAI alertó además de la necesidad urgente de «relaciones armoniosas».

«Para ello cristianos y musulmanes deben aplicar la regla de oro de la reciprocidad –recordó-, pues la religión genuina no puede ser causa de odio, tensión y violencia, sino que debe recalcar la preeminencia de la paz».

El padre Ayuso agradeció la obra del Santo Padre en este sentido y recordó que él «ha resaltado la importancia de poner la dignidad humana en el centro de la misión evangelizadora de la Iglesia, proponiendo colaborar con los creyentes y responsables de todas las regiones y particularmente los musulmanes para defender y promover juntos para todos los hombres la justicia social, los valores morales, la paz y la libertad».

«De hecho, la verdad del carácter sagrado y de la dignidad de la persona, junto al respeto de la libertad religiosa, son las bases para un recíproco respeto y estima y para la colaboración al servicio de la paz que lleva por el camino del diálogo auténtico», concluyó.

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ZENIT Staff

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