Las heridas de la Ortodoxia rusa cierran las puertas de Moscú al Papa

Análisis del corresponsal de Itar-Tass en Roma

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ROMA, 2 febrero 2001 (ZENIT.org).- ¿Por qué se opone la Iglesia ortodoxa rusa al viaje de Juan Pablo II a Moscú? Esta es la pregunta a la que ha respondido Alexey Bukalov, director de la corresponsalía en Roma de la agencia de noticias más importantes de Rusia, Itar-Tass.

En un artículo publicado en el diario argentino «La Nación» (30 de enero), el periodista ruso recuerda que en los últimos diez años el pontífice ha visitado varios países que pertenecieron a la Unión Soviética y que el próximo mes de junio visitará Ucrania. Ahora bien, añade, las puertas de Moscú siguen cerradas para el obispo de Roma. Quienes han puesto el candado no han sido los políticos, sino el patriarcado ortodoxo.

Antes del anuncio de la visita papal a Ucrania, el «Corriere della Sera» publicó declaraciones de Alejo II en las que admitía la posibilidad de una visita papal, pero sólo si se detenía la «persecución» de su grey por los católicos en Ucrania occidental y el proselitismo del clero católico en el «territorio canónico» de la Iglesia ortodoxa rusa. El patriarca no documentaba los supuestos actos de «persecución» a los que aludía.

«Pese a su aparente dureza –explica Bukalov–, estas dos condiciones implican un avance de Alejo II con respecto a las declaraciones de hace unos años, cuando dijo que un verdadero cristiano ortodoxo ni siquiera debía recoger hongos en el mismo bosque en que lo hiciese un católico».

Para comprender la situación, el periodista aclara: «La Unión Soviética, su Partido Comunista y su KGB se habrán derrumbado, pero la Iglesia ortodoxa rusa continúa defendiendo las fronteras sagradas del antiguo imperio ruso. Es más, dado que casi la mitad de las diócesis supervisadas por el patriarcado de Moscú quedan fuera de Rusia (en Ucrania, Bielorrusia, Moldavia, Asia Central, etcétera), Alejo II subraya cada vez más la universalidad de su Iglesia».

En este año, por pura coincidencia, católicos y ortodoxos celebrarán la Pascua en la misma fecha. «¿Qué mejor pretexto para una reunión ecuménica?» entre el Papa y el Patriarca ortodoxo. «Pero –se pregunta el periodista–, ¿el Patriarca aprovechará la ocasión?».

Bukalov no es optimista. «Hasta ahora, ninguna autoridad rusa se ha arrepentido de los crímenes cometidos contra su propio pueblo. La jerarquía de la Iglesia ortodoxa rusa no ha admitido, por cierto, los pecados implícitos en su colaboración con el Estado soviético. Tal acto de contrición por parte de Rusia también ayudaría, quizás, a empezar a cicatrizar las heridas causadas por el cisma entre católicos y ortodoxos».

El Papa, sin embargo, ha dado pasos decisivos. En particular el periodista destaca su propuesta de revisar las maneras en que se puede aplicar el servicio de comunión universal propio del obispo de Roma, argumento que separa a católicos y ortodoxos desde el cisma de 1054 (Cf. encíclica «Ut unum sint», número 96).

Según el servicio de prensa del Kremlin, el presidente Putin conversa a menudo con Alejo II. «Tal vez debería explicarle que su renuencia a buscar un acercamiento con el Vaticano va contra los intereses del Estado ruso, por cuanto el Kremlin y el Vaticano concuerdan en numerosos temas, incluida la cuestión de Medio Oriente», explica el corresponsal en Roma de Itar-Tass.

«Las lágrimas de este siglo prepararon el terreno para una nueva primavera del espíritu humano», declaró el Papa en su última visita a las Naciones Unidas. «Todos sabemos que Rusia ha sufrido tanto o más que cualquier otra nación –concluye Bukalov–. Lamentablemente, parafraseando el título de uno de las películas rusas más populares de la era comunista, aún parece que Moscú (o, al menos, su patriarca) no cree en lágrimas».

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ZENIT Staff

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