Las migraciones, un desafío a la fe y la caridad

Inaugurado en Estambul el encuentro anual de las Iglesias europeas

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ESTAMBUL, miércoles 10 de marzo de 2010 (ZENIT.org).- La cuestión de las migraciones en Europa exige una respuesta conjunta por parte de todos los cristianos, cuyas directrices deben ser la justicia y el respeto de la dignidad humana. Lo dijo este lunes el cardenal Péter Erdo, arzobispo de Esztergom-Budapest y primado de Hungría, en la inauguración de un encuentro que se celebra en Estambul, Turquía.

La capital europea de la cultura 2010 acoge hasta este jueves el encuentro anual de la Comisión conjunta de la Conferencia de las Iglesias Europeas (KEK) y del Consejo de las Conferencias Episcopales Europeas (CCEE) que se celebra Estambul por invitación del patriarca ecuménico Bartolomé I, que este martes recibió en audiencia a los participantes.

En el centro de los trabajos asamblearios han estado las actividades, experiencias y proyectos de las Iglesias y Conferencias Episcopales en el campo de las migraciones y un debate sobre los temas de actualidad en las instituciones europeas.

El tema de las migraciones fue elegido con motivo del año de las Iglesias europeas que responden a las migraciones, promovido por la KEK para 2010. El objetivo del año es promover la visibilidad del empeño de las Iglesias en favor de los extranjeros, en respuesta al mensaje de la Biblia, y promover una política de integración de los migrantes a través del trabajo por y con los mismos migrantes, los refugiados y las minorías étnicas a nivel europeo y nacional.

En su discurso inaugural, el cardenal Péter Erdo puso el acento en el desafío que une a todos los cristianos del viejo continente, el de “dar testimonio con palabra explícita y con vida activa y coherente del Cristo crucificado y resucitado que es y será siempre fuente de fuerza, alegría, felicidad y salvación para todos los hombres y por tanto también para toda Europa”.

Pero además de acompañar a todos en el camino hacia Dios, añadió, la Iglesia debe ser también “una ayuda para el desarrollo humano y para la promoción de la justicia”.

Especialmente respecto a las personas obligadas a emigrar no sólo a causa de guerras y discriminaciones, sino también “por motivos prevalentemente económicos”, consecuencia a menudo “del egoísmo desenfrenado de grupos económicos internacionales y de la actividad de sus cómplices dentro de cada país”.

Por tanto, añadió, “debe ser reconocida en todas partes la dignidad personal de todos, también de los inmigrantes ilegales”, aunque “esto no significa la abolición de toda reglamentación jurídica en el ámbito de las migraciones”.

“Debe ser tutelado también el orden legal de todos los países –precisó–, una obligación no despreciable del poder público ante la propia población, porque, especialmente aquí en nuestra Europa, los criterios exigidos para la dignidad humana de todos, pueden y deben ser garantizados mediante el funcionamiento del estado de derecho”.

“La legalidad y la justicia de una parte –subrayó–, el reconocimiento obligado y absoluto de la dignidad humana de todos y la misericordia hacia los más necesitados por otra, forman un conjunto orgánico”.

Las migraciones, además, afectando a menudo a fieles de confesiones cristianas diferentes, son también “un reclamo para profundizar el diálogo y buscar la unidad de los cristianos”, en un espíritu de solidaridad animado por “un verdadero y sincero ecumenismo sin relativismo o proselitismo”.

Sin embargo, añadió el purpurado, “la caridad debe tener siempre la precedencia en el diálogo ecuménico y podrá tener también respuestas en la misma caridad cristiana en los países donde en cambio los católicos se encuentran en situación de inmigrantes o de diáspora”.

“Como cristianos, ‘migrantes por vocación’ –dijo–, no podemos nunca mirar a un migrante simplemente como un refugiado, un estudiante extranjero, un trabajador temporal, pero no podemos mirar ni siquiera a las sociedades que acogen a los migrantes como realidades de todos modos existentes sin deber combatir por su propia estabilidad, justicia y cultura”.

“Todos buscamos a Dios y para todos nosotros Jesucristo ha venido como nuestro ‘Camino’. Tanto más fiel será nuestro seguimiento, tanto más sentiremos la alegría de caminar juntos, unidos en su Espíritu hacia la casa del Padre eterno”, concluyó.

En su intervención Doris Peschke, directora de la Comisión de las Iglesias para los Migrantes en Europa (CCME), observó que “las causas del fenómeno migratorio son complejas y múltiples. A menudo, la reacción de las sociedades receptoras está principalmente centrada en los temores y retos que tal fenómeno presenta, omitiendo las oportunidades ofrecidas a los migrantes y a las sociedades receptoras”.

“El papel de la Iglesia –añadió- debería por tanto ser el de estar junto a los hermanos y hermanas migrantes y apoyar sus derechos y su dignidad. Esto debería estar fuertemente arraigado en la convicción de que los cristianos en realidad en el encuentro con los migrantes no encuentran sólo hermanos y hermanas, sino a Jesús mismo, especialmente allí donde se trate de personas en dificultad. Las Iglesias pueden también desempeñar un papel crucial en el educar a las sociedades recpetoras en su encuentro con los migrantes”.

Por su parte, Johan Ketelers, recretario general de la Comisión Internacional Católica para las Migraciones (ICMC), recordó que “es necesario reconocer que los migrantes no son simples productores de mano de obra y de oportunidades económicas, sino antes que nada seres humanos”.

“Hay que reconocer además que sólo una situación de seguridad y de estabilidad para los migrantes y sus familias, también para los migrantes sin documentos, les permitirá desarrollar plenamente su potencial en cuanto actores del desarrollo”, subrayó.

La Comisión conjunta, instituída en 1972, tiene como tarea la de supervisar la cooperación entre la KEK –una comunión de 120 Iglesias ortodoxas, protestantes, anglicanas y veterocatólicas de todos los países europeos, y de 40 organizaciones asociadas–, y el CCEE que representa a las actuales 33 conferencias episcopales presentes en Europa.

Incluye, además de los secretarios generales de los dos organismo, siete miembros de la KEK y siete nombrados por el CCEE.

Traducido del italiano por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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