Las personas con discapacidad mental tienen derecho a amar, reivindica el Papa

Afronta su dimensión afectiva y sexual

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 8 enero 2004 (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha afrontado la dimensión afectiva y sexual de las personas con discapacidades mentales en un Mensaje en el que subraya su derecho a amar y ser amadas y pide para ellas «un apoyo educativo continuo y discreto».

El Santo Padre afronta el argumento en la misiva que ha enviado a los participantes en el Simposio Internacional sobre «Dignidad de la persona con discapacidades mentales» que se está celebrando en el Vaticano del 7 al 9 de enero por iniciativa de la Congregación para la Doctrina de la Fe, al concluir el «Año europeo de las personas discapacitadas».

«Particular atención merece la atención de las dimensiones afectivas y sexuales de la persona discapacitada –constata un amplio pasaje del mensaje papal–. Se trata de un aspecto con frecuencia eliminado o afrontado de manera superficial y reductiva o incluso ideológica».

«La dimensión sexual es, sin embargo, una de las dimensiones constitutivas de las persona que, en cuanto creada a imagen de Dios Amor, está originariamente llamada a manifestarse en el encuentro y en la comunión», añade.

«El presupuesto para la educación afectivo-sexual de la persona con discapacidades está en la convicción de que tiene la misma necesidad de cariño que cualquier otra persona –aclara–. También ella tiene necesidad de amar y de ser amada, tiene necesidad de ternura, de cercanía, de intimidad».

«La realidad, por desgracia, es que la persona con discapacidades tiene que vivir estas legítimas y naturales exigencias en una situación de desventaja, que se convierte cada vez más evidente con el paso de la edad infantil a la adulta», reconoce.

«La persona discapacitada, si bien tiene lesiones en su mente y en sus dimensiones interpersonales, busca relaciones auténticas en las que poder ser apreciada y reconocida como persona», indica.

«Las experiencias realizadas en algunas comunidades cristianas han demostrado que una vida comunitaria intensa y estimulante, un apoyo educativo continuo y discreto, la promoción de contactos amigables con personas adecuadamente preparadas, la costumbre de canalizar las pulsiones y de desarrollar un sano sentido del pudo como respeto de la propia intimidad personal, logran con frecuencia reequilibrar afectivamente a la persona con discapacidades mentales y le llevan a vivir relaciones interpersonales ricas, fecundas y gratificantes», ilustra el mensaje.

«Demostrar a la persona discapacitada que se le ama, significa revelarle que para nosotros tiene valor –aclara Juan Pablo II–. La escucha atenta, la comprensión de las necesidades, el compartir los sufrimientos, la paciencia en el acompañamiento son asimismo caminos para introducir a la persona discapacitada en una relación humana de comunión para hacerle percibir su valor, para hacerle tomar conciencia de su capacidad de recibir y de dar amor».

«Sin duda, las personas discapacitadas, al revelar la radical fragilidad de la condición humana, son una expresión del drama del dolor y, en nuestro mundo, sediento de hedonismo y seducido por la belleza efímera y falaz, sus dificultades son con frecuencia percibidas como un escándalo y una provocación y sus problemas como un fardo que hay que eliminar o resolver rápidamente», asegura.

«Ellas, sin embargo, son imágenes vivientes del Hijo crucificado –subraya el Papa–. Revelan la belleza misteriosa de aquel que por nosotros se vació y se hizo obediente hasta la muerte».

«Por eso, y con razón, se ha dicho que las personas con discapacidades son testigos privilegiados de humanidad», indica.

«Pueden enseñar a todos qué es el amor que salva y pueden convertirse en mensajeras de un mundo nuevo, que no está dominado por la fuerza, la violencia y la agresividad, sino por el amor, la solidaridad, la acogida, un mundo nuevo transfigurado por la luz de Cristo, el Hijo de Dios, encarnado por nosotros, crucificado y resucitado», concluye.

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ZENIT Staff

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