Las religiones deben unirse para denunciar el terrorismo, afirma Juan Pablo II

Al recibir a los obispos de la Iglesia copta de Egipto en su visita «ad limina»

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CIUDAD DEL VATICANO, 1 septiembre 2003 (ZENIT.org).- El diálogo entre las grandes religiones del mundo como un compromiso necesario para combatir la plaga del terrorismo centró el discurso que el Santo Padre dirigió a los obispos de la Iglesia Copta de la Asamblea de la Jerarquía Católica de Egipto, recibidos el sábado en el palacio pontificio de Castel Gandolfo con ocasión de su visita «ad limina Apostolorum».

«El diálogo con el islam –afirmó Juan Pablo II— es particularmente importante en vuestro país», donde profesa esta religión la mayoría de la población, pero «asume un carácter ejemplar para el diálogo entre las grandes regiones del mundo», «particularmente exigido tras los trágicos sucesos vinculados al terrorismo que han marcado el inicio del tercer milenio».

Esta cuestión es especialmente importante porque la opinión pública «podría tener la tentación de imputarlos a causas de origen religiosa», advirtió el Papa.

Así, recordó que es esencial «que las religiones del mundo unan sus propios esfuerzos para denunciar el terrorismo y para trabajar juntas al servicio de la justicia, de la paz y de la fraternidad entre los hombres».

«Junto a vosotros –dijo el Papa a los prelados–, doy gracias a Dios por todas las comunidades cristianas en Egipto, herederas del primer anuncio del Evangelio realizado por San Marcos, y recuerdo con gozo y emoción mi peregrinación jubilar a El Cairo y al monasterio de Santa Catalina, a los pies del Monte Sinaí» .

«Allí se comprende mejor el particular arraigo de la revelación cristiana en esta región del mundo y su vínculo intrínseco con el Antiguo Testamento», constató.

Al inicio del tercer milenio, el «campo de la misión está ampliamente abierto» para la Iglesia, que «quiere ser la voz de los pequeños y de los pobres», que quiere «oír el llamamiento de los que aspiran a la paz», que quiere «acoger a los refugiados sin país» y «ponerse al servicio de la verdadera dignidad del hombre», añadió Juan Pablo II.

Exhortando a los obispos egipcios de los distintos ritos a «profundizar en los vínculos de la auténtica unidad católica», Juan Pablo subrayó igualmente que en una sociedad caracterizada por la presencia del islam, «el testimonio más importante es el de la vida diaria centrada en el doble mandamiento del amor a Dios y al prójimo».

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ZENIT Staff

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