Las televisiones católicas necesitan coordinación y cooperación, reconoce monseñor Foley

Por este motivo se convoca el primer congreso mundial de televisiones católicas

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 20 enero 2006 (ZENIT.org).- Ante la necesidad de coordinación y cooperación que experimentan las televisiones católicas del mundo, la Santa Sede está preparando el primer congreso mundial de estas realidades.

Uno de los problemas fundamentales que hoy experimentan estos canales, reconoce el arzobispo John P. Foley, presidente del Consejo Pontificio para las Comunicaciones Sociales, es que «con frecuencia no hay recursos suficientes para la programación, no hay medios económicos o el personal especializado para mantener sus actividades».

El prelado estadounidense pronunció estas palabras al intervenir en la segunda reunión del comité organizativo, celebrada en la sede del Consejo en el Vaticano, para preparar el Congreso Mundial de las Televisiones Católicas.

El Congreso se celebrará en Madrid del 11 al 13 de octubre (Cf. «El congreso mundial de televisiones católicas creará redes»).

En el panorama televisivo católico mundial, según monseñor Foley, «entre los factores que parecen descuidados destacan la coordinación y la cooperación».

Por este motivo, anunció que el Consejo ha decidido «responder a las peticiones que llegan de todo el mundo para que se cree un foro para proyectar y ayudar a aplicar esa coordinación y cooperación».

«Por desgracia, si nuestros esfuerzos son de mala calidad y poco profesionales, aquello en lo que creemos puede parecer de poco valor y, paradójicamente, ¡hacemos que Dios haga el ridículo!», reconoció el prelado.

Por este motivo, consideró, «no hay un sector en el que haya tanta necesidad de una red como en el televisivo, una red para que la programación común sea ofrecida a todo el mundo, una red para que la formación profesional se proponga con una base internacional, una red para que las ideas y los programas sean compartidos».

«Todos somos miembros del único Cuerpo de Cristo –concluyó– y todo lo que hacemos bien ayuda a todo el Cuerpo de Cristo, ayuda a toda la Iglesia; toda acción desagradable o mediocre que realizamos puede dañar a todo el Cuerpo de Cristo, a toda la Iglesia».

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ZENIT Staff

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