Las vírgenes consagradas, un don para la Iglesia, según Benedicto XVI

Al recibir a la segunda internacional del Orden renacido tras el Concilio Vaticano II

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 15 mayo 2008 (ZENIT.org).- Benedicto XVI considera que las vírgenes consagradas son «un don en la Iglesia y para la Iglesia».

Así lo aseguró a unas quinientas mujeres, pertenecientes al Orden de las Vírgenes, que han venido a Roma en peregrinación para participar en un congreso internacional de ese orden.

El Papa definió esta realidad como «Un don en la Iglesia y para la Iglesia» y confirmó a estas mujeres en su vocación, invitándolas «a crecer día tras día en la comprensión de un carisma tan luminoso y fecundo a los ojos de la fe, cuanto oscuro e inútil para los del mundo»

En el Orden de las Vírgenes son consagradas a Dios por el obispo diocesano, según el rito litúrgico aprobado, aquellas mujeres que celebran «desposorios místicos con Jesucristo, Hijo de Dios, y se entregan al servicio de la Iglesia» en distintos encargos pastorales y apostólicos.

El Orden, si bien existía desde los inicios del cristianismo, fue restaurado por el Concilio Vaticano II y está contemplado por el Código de Derecho Canónico de 1983.

Siguiendo a los padres de la Iglesia, el Papa presentó a estas mujeres a María como «el prototipo de las vírgenes cristianas».

«Vuestro carisma debe reflejar la intensidad, pero también la frescura de los orígenes. Está fundado en la sencilla invitación evangélica «quien pueda entender que entienda», y en el consejo paulino sobre la virginidad para el Reino de Dios. Y sin embargo, resuena en todo ello el misterio cristiano. Cuando nació vuestro carisma no se configuraba con particulares modalidades de vida y después ha ido institucionalizándose hasta llegar a una verdadera y propia consagración pública y solemne , conferida por el obispo mediante un sugestivo rito litúrgico que hacía de la mujer consagrada la «sponsa Christi», imagen de la Iglesia esposa».

El Papa siguió profundizando en la virginidad consagrada explicando que su vida «no exige ningún cambio exterior. Normalmente cada consagrada permanece en el contexto de vida propio. Es una vida que carece de las características específicas de la vida religiosa, sobre todo de la obediencia».

Y, sin embargo –añadió–, este carisma «conlleva una donación total a Cristo, una asimilación al Esposo, que requiere implícitamente la observancia de los consejos evangélicos, para custodiar de forma íntegra la fidelidad a Él».

Por último, Benedicto XVI exhortó a las vírgenes consagradas a procurar que sus personas irradien siempre la dignidad de ser esposa de Cristo, la novedad de la existencia cristiana y la esperanza serena en la vida futura.

«Con vuestra recta vida –les dijo el Papa– podréis ser estrellas que orienten el camino del mundo. La elección de la vida virginal, de hecho, es un reclamo a la transitoriedad de las realidades terrenas y anticipaciones de los bienes futuros».

Las consagradas del Ordo Virginum están reunidas estos días en Roma en su segundo Congreso-Peregrinación internacional para reflexionar sobre la propia vocación de vírgenes consagradas en el mundo, para enriquecer, profundizar y ampliar la comprensión del carisma de la virginidad que les ha sido donada.

Las 500 vírgenes consagradas proceden de 52 países y se reúnen en este congreso junto a algunos obispos y delegados, representando a miles de mujeres que viven su consagración al Esposo y al servicio de la Iglesia local.

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ZENIT Staff

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