Líderes religiosos del mundo apuestan por el diálogo en Palermo

En el escenario surgido tras el 11 de septiembre

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PALERMO, 3 septiembre 2002 (ZENIT.org).- Con una procesión de paz se concluyó este martes el encuentro de líderes religiosos del mundo por la paz y el diálogo entre civilizaciones que se celebró durante tres días en la capital siciliana.

Los participantes, entre los que se encontraban más de cuatrocientos importantes representantes de comunidades de creyentes de los cinco continentes, convergieron en la Plaza Politeama de Palermo procedentes de los diferentes lugares en los que antes habían rezado por la concordia, separados según confesiones.

Proclamaron, firmaron y entregaron entonces el Llamamiento de paz 2002 en el que afirman que «el dolor del mundo nos impone buscar juntos, creyentes y no creyentes, los caminos de la paz y de la solidaridad».

El encuentro anual, organizado por la Comunidad de San Egidio, que busca mantener vivo el espíritu de las jornadas de oración de líderes religiosos por la paz convocadas por Juan Pablo II en Asís, quedó marcado en este año por los atentados del 11 de septiembre y sus consecuencias.

En este panorama, los participantes afirman: «Todo el mundo tiene necesidad de esperanza: la esperanza de poder vivir con el otro, la esperanza de no ser dominados por la memoria de los daños sufridos, la esperanza de construir un mundo en el que todos puedan vivir con dignidad».

«La globalización no puede ser sólo la libre circulación de bienes; debe ser también la globalización de la solidaridad, del diálogo, de la justicia, y de la seguridad para todos», añade la declaración.

En el encuentro, al que Juan Pablo II envió un mensaje personal, han participado importantes representantes de la Iglesia católica, como el cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo Pontificio para la promoción dela Unidad de los Cristianos, o el cardenal Roger Etchegaray, presidente emérito del Consejo Pontificio para la Justicia y la Paz.

Ha sido particularmente representativa, entre los cristianos de otras confesiones, la presencia de exponentes de todas las Iglesias ortodoxas, incluida una delegación del patriarcado ortodoxo de Moscú, que en estos momentos atraviesa momentos de tensión con Roma.

Ha tenido también gran importancia la participación de representantes del mundo judío y musulmán, como René Samuel Sirat, de la Conferencia de los Rabinos de Euroopa, y Mohammed Amine Samili, teólogo musulmán de Marruecos.

Han participado también David Rosen, del American Jewish Congress, y Leila Shahid, delegada general del Palestina en París.

Frente al «choque de civilizaciones», los participantes en el encuentro se comprometieron en la declaración final a «continuar con decisión por el camino del diálogo».

«Es el camino para superar la división y los conflictos. Es el camino para no dejar el mundo a merced de una globalización sin rostro que inevitablemente se convierte en cruel. El diálogo no deja indefensos; protege. No debilita; refuerza», subrayan los participantes.

«El diálogo transforma al extraño en amigo y libera de la violencia. No se pierde nada con el diálogo», explican.

El texto concluye con una exhortación: «A quien mata y hace la guerra, en nombre de Dios, le decimos: «¡Detente! ¡No mates! ¡La violencia es una derrota para todos! Discutamos y Dios nos iluminará!»».

En el encuentro se habló sobre la posible operación militar promovida por Estados Unidos contra Irak.

El arzobispo Diarmuid Martin, observador de la Santa Sede ante las Naciones Unidas en Ginebra, afirmó –según informa Radio Vaticano– afirmó que «el conflicto no es inevitable; la guerra contra el terrorismo puede convertirse en una nueva forma de guerra».

Según el prelado, para derrotar la amenaza del terrorismo hay que favorecer el Estado de derecho y una justa convivencia entre personas y culturas.

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ZENIT Staff

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