Llamamiento del Papa a la comunidad internacional a dar prioridad a la educación

Discurso a siete nuevos embajadores ante la Santa Sede

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CIUDAD DEL VATICANO, jueves, 13 diciembre 2007 (ZENIT.org).- Publicamos el mensaje que dirigió Benedicto XVI este jueves a los nuevos embajadores ante la Santa Sede de Tailandia, Seychelles, Namibia, Gambia, Surinam, Singapur y Kuwait, al recibir sus cartas credenciales.

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Excelencias:

Con mucho gusto os doy la bienvenida con motivo de la presentación de las cartas que os acreditan como embajadores extraordinarios y plenipotenciarios de vuestros respectivos países: Tailandia, Seychelles, Namibia, Gambia, Surinam, Singapur y Kuwait. Os doy las gracias por las gentiles palabras que me habéis transmitido de parte de vuestros jefes de Estado. Os pido que les expreséis mi diferente saludo y mis mejores deseos para sus personas y para la elevada misión que ejercen al servicio de sus países.

Mi cordial saludo se dirige también a todas las autoridades civiles y religiosas de vuestras naciones, así como a todos vuestros compatriotas. Por mediación vuestra os aseguro mis oraciones, alentándoles a continuar su misión y el testimonio que ofrecen con su compromiso al servicio de todos.

Vuestra misión de diplomacia es particularmente importante en el mundo actual para mostrar que, en todas las situaciones de la vida internacional, el diálogo tiene que ser superior a la violencia, y el deseo de paz y de fraternidad debe prevalecer sobre la confrontación y el individualismo, que sólo provocan tensiones y rencores, obstaculizando la edificación de sociedades reconciliadas.

Por mediación vuestra, deseo lanzar un nuevo llamamiento para que todas las personas que tienen una función en la vida social, todas las que participan en el gobierno de las naciones, hagan todo lo que puedan para volver a dar esperanza a los pueblos que tienen la tarea de gobernar. Que tengan en cuenta sus aspiraciones más profundas y que hagan lo necesario para que todos puedan beneficiarse de las riquezas naturales y económicas de su país, según los principios de la justicia y de la equidad.

Desde esta perspectiva, debe prestarse particular atención a las jóvenes generaciones, mostrándoles que son la primera riqueza de un país. Su educación integral es una necesidad primordial. En efecto, no es suficiente una información técnica y científica para forjar hombres y mujeres responsables en su familia y a todos los niveles de la sociedad. Para lograr este objetivo, hay que privilegiar una educación en los valores humanos y morales que permita a cada joven tomar confianza en sí mismo, esperar en el futuro, preocuparse de sus hermanos y hermanas en humanidad y asumir su papel en el crecimiento de la nación, con un sentimiento cada vez más agudo de preocupación por el prójimo.

Por este motivo deseo que, en cada país, la educación de la juventud sea una prioridad con el apoyo de todas las instituciones de la comunidad internacional que están comprometidas en la lucha contra el analfabetismo y contra la falta de formación en todas sus formas. Es una manera particularmente importante de luchar contra la desesperanza que puede albergarse en el corazón de los jóvenes y provoca numerosos actos de violencia, individuales o colectivos.

La Iglesia católica, por su parte, gracias a sus numerosas instituciones educativas, se compromete sin cesar con todos los hombres de buena voluntad en el frente de la formación global de los jóvenes. Aliento a todas las personas que participan en esta hermosa misión de la educación de la juventud a continuar sin descanso en su tarea, convencidos de que la adecuada formación de los jóvenes prepara un mañana prometedor.

Acabáis de recibir de vuestros jefes de Estado una misión ante la Santa Sede. Al final de nuestro encuentro, quiero expresaros, señoras y señores embajadores, mis mejores deseos para el servicio que os disponéis a desempeñar. Que el Todo Poderoso os sostenga a vosotros, a vuestros seres queridos, a vuestros colaboradores y a todos vuestros compatriotas en la edificación de una sociedad pacífica, y que descienda sobre cada uno de vosotros la abundancia de sus bendiciones divinas.

Traducción del original francés realizada por Jesús Colina

© Copyright 2007 – Libreria Editrice Vaticana

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ZENIT Staff

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