Llamamiento del Papa por la paz en Costa de Marfil

El gobierno y los rebeldes no han iniciado negociaciones

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ROMA, 9 octubre 2002 (ZENIT.org).- El Papa lanzó este miércoles un llamamiento a la reconciliación y al diálogo en Costa de Marfil, en pleno enfrentamiento entre el gobierno de Laurent Gbagbo y los rebeldes por el control de algunas zonas del país.

«Desde el continente africano –-dijo Juan Pablo II al término de la audiencia general–, ya duramente probado por calamidades y conflictos, continúan llegando inquietantes noticias sobre Costa de Marfil, que corre el riesgo de ver comprometido el bien fundamental de la paz».

«Os invito a que os unáis a mi oración para que el Señor inspire a todos propósitos de reconciliación y sostenga los esfuerzos de la Comunidad Internacional, en particular los de la Unión Africana, inclinados a favorecer el diálogo», pidió el Santo Padre.

Desde el 19 de septiembre, Costa de Marfil sufre una insurrección armada llevada a cabo por algunos cientos de militares sublevados. Actualmente controlan gran parte del norte y centro del país.

Los rebeldes hicieron saber hace una semana sus reivindicaciones en un encuentro con algunos periodistas en Bouaké (a 350 kilómetros de Abiyán). El «teniente Elinder» explicaba que era para ellos una obligación «derrocar el régimen del presidente Laurent Gbagbo para volver a llevar justicia, paz e igualdad entre todos los hijos de Costa de Marfil».

Otro líder del ejército rebelde, Tuho Fozie, añadía que se exigía la liberación de los soldados y paramilitares detenidos, la reintegración en las fuerzas armadas de los militares en el exilio y sus compensaciones, y el desmantelamiento del contingente de gendarmería en proceso de alistamiento «porque está basado en una selección étnica».

«Introduciremos un breve período de transición para asegurar que todos tengan los mismos derechos», subrayaba el «teniente Elinder» apuntando que se convocarán nuevas elecciones.

El «Movimiento Patriótico de Costa de Marfil» –como se hacen llamar los insurrectos– nació en el año 2000 «fuera del país». «Tenemos también un presidente, pero por el momento no podemos revelar su identidad. Somos sólo soldados», explica Elinder.

Fuentes gubernamentales afirman que podrían estar involucrados en la revuelta, junto a los militares rebeldes, «mercenarios» y «terroristas» de países cercanos como Liberia, Burkina Faso y Sierra Leona.

Este martes, el presidente Gbagbo pronunció un discurso emitido por televisión. Proponía la apertura de negociaciones con los rebeldes y les invitaba a deponer inmediatamente las armas. Sólo en este caso, el presidente aceptaría tratar con ellos, ofreciendo el reconocimiento implícito al movimiento rebelde.

Sin embargo –recuerda la agencia MISNA-– fue precisamente la negativa de Gbagbo a legitimar al grupo protagonista del levantamiento lo que provocó el fracaso de la mediación dirigida la semana pasada por la ECOWAS (Comunidad Económica de los Estados de África Occidental).

«Si los agresores deponen las armas –afirmó Gbagbo-– todo es posible. Pero mientras avancen contra nosotros empuñando las armas, nos obligarán a defendernos».

En su intervención, el presidente ordenó el cese de la destrucción de los barrios periféricos de Abiyán (capital económica del país), habitados en su mayoría por inmigrantes extranjeros, y afirmó haber dictado normas para que el gobierno ponga fin a la oleada de xenofobia.

No obstante, en cierto modo justificó las represalias que se han dirigido contra las zonas habitadas por trabajadores extranjeros. Declaró que en algunas de éstas se escondían desde hace tiempo armas procedentes del extranjero y utilizadas por los rebeldes en el fallido intento de hacerse con el control de Abiyán.

Según se ha podido saber este miércoles, los rebeldes han respondido negativamente al mensaje de Gbagbo. Como portavoz del movimiento de insurrección, Tuho Fozie ha rechazado la condición del presidente de Costa de Marfil para el inicio de las negociaciones: «No confiamos en sus palabras y no depondremos las armas antes del comienzo de las conversaciones de paz».

Costa de Marfil, el mayor productor de cacao del mundo, situado en el oeste africano, fue desde su independencia de Francia en 1960 un «oasis de tranquilidad y estabilidad» hasta que se produjo el golpe militar del general Roberto Guei en 1999, quien se hizo con el poder tras derrocar al presidente Henri Konan Bédié.

Guei cedió el poder a Gagbo tras perder las elecciones presidenciales en 2000, aunque desde entonces Costa de Marfil ha quedado marcada por varias insurrecciones militares y una gran inestabilidad política.

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ZENIT Staff

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