¿Llegó la hora de los no creyentes?

Por monseñor Guillermo Melguizo

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BOGOTÁ, sábado, 30 de mayo de 2009 (ZENIT.org).- Publicamos el artículo que ha escrito monseñor Guillermo Melguizo, vicerrector pastoral del Instituto Teológico para América Latina (ITEPAL) publicado por el Observatorio Pastoral del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM).

 

* * *

 
Hace pocos días se publicó en Colombia un «Manual de Ateología», escrito por 16 autores que hacen gala de su ateismo. Ya en el año 2005 se publicó en Francia un «Tratado de Ateología», del filósofo Michel Onfray, que desencadenó una encendida polémica en los medios intelectuales franceses, que lo acusaban de «múltiples confusiones» y de «errores históricos».
 
Pero también se han publicado otras obras, como «El espejismo de Dios» del etólogo británico Richard Dawkins; o «Por qué no podemos ser cristianos, y menos aún católicos» del matemático italiano Piergiorgio Odifreddi; o «Dios está en el cerebro» de Alper Matthew, uno de los fundadores de la «neuroteología»; o «El fin de la fe» de Sam Harris. Pero también se han publicado otras obras, como «El espejismo de Dios» del etólogo británico Richard Dawkins; o «Por qué no podemos ser cristianos, y menos aún católicos» del matemático italiano Piergiorgio Odifreddi; o «Dios está en el cerebro» de Alper Matthew, uno de los fundadores de la «neuroteología»; o «El fin de la fe» de Sam Harris.
 
Hay un interés grande en el mundo por las cuestiones religiosas, tanto si tienden a profundizar en el campo de la piedad popular o en el de la Teología, como si analizan fenómenos como la no-creencia, la indiferencia o el ateísmo. El Observatorio Pastoral del CELAM ofrece, al respecto, unas interesantes reflexiones de Monseñor Guillermo Melguizo, Vice-rector Pastoral del Instituto Teológico Pastoral para América Latina. Hay un interés grande en el mundo por las cuestiones religiosas, tanto si tienden a profundizar en el campo de la piedad popular o en el de la Teología, como si analizan fenómenos como la no-creencia, la indiferencia o el ateísmo. El Observatorio Pastoral del CELAM ofrece, al respecto, unas interesantes reflexiones de Monseñor Guillermo Melguizo, Vice-rector Pastoral del Instituto Teológico Pastoral para América Latina.

Los ateos se hacen cada día más fuertes: «los no creyentes se organizan para frenar la beligerancia de las religiones y su poder en el Estado. Sus campañas publicitarias reciben generosas donaciones y aumenta la demanda de apostasía». (El País de España, febrero 2009).
 
Acaba de iniciarse en el Reino Unido la primera campaña ateísta financiada con donaciones de contribuyentes anónimos. En los autobuses de Londres acaba de aparecer este slogan: «Probablemente no hay Dios, así que deja de preocuparte y disfruta la vida». La misma iniciativa se ha puesto en marcha en Washington.
 
Los libros que acometen contra la religión se convierten en superventas y en verdaderos best seller: «¿Por qué creer en un Dios?, sé bueno por la propia bondad».
 
Hasta hace poco, los ateos no estaban organizados. Pero ahora han empezado a salir del closet. Numerosas personas en España, en Alemania y en Suiza están solicitando la apostasía. Algunos desde luego, por simples razones económicas, por no tener que pagar contribuciones o diezmos a su propia Iglesia.
 
La British Humanist Association es una organización que promueve acabar con la privilegiada posición de la religión en la ley, en la educación, en los medios de comunicación. Las librerías de muchas partes del mundo (con un ligero parecido a las de Colombia que sólo publican obras sobre la violencia, la guerrilla, el narcotráfico, la corrupción, el secuestro, las pirámides, etc.), se están llenando de libros de científicos e intelectuales y de otros no tanto, que han emprendido la batalla dialéctica a gran escala contra la religión.
 
Por obra y gracia de tutelas y amenazas desaparecen en muchas partes los símbolos religiosos de aulas y espacios comunes «para garantizar el respeto al derecho de la libertad religiosa».
 
Y es así como por defender el respeto a las minorías, se falta al respeto a las mayorías. No hay libertad para vivir, defender, proclamar la propia religión, pero sí para atacarla y proscribirla.
 
Hasta hace muy poco asistíamos al fenómeno de que los ateos agresivos o habían desaparecido, o habían escondido sus armas (tal vez como efecto del pluralismo religioso,  de la tolerancia, de la libertad religiosa y del respeto a la persona humana).
 
Hasta hace poco, y desde algunas décadas para acá, no se atacaba directamente a Dios, no se  lo negaba, simplemente se prescindía de Él (era un ateísmo inofensivo, por decir lo menos).
 
Pero ahora se está organizando una campaña ampliamente orquestada, directamente contra Dios y contra la religión, cualquiera que ella sea.
 
En la preparación de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano de Aparecida 2007, el documento llamado «Síntesis de los aportes recibidos» (Celam No. 60, 2007), ya se había adelantado a afirmar: 
 
Acostumbrados a una tradición cultural bastante homogénea de índole cristiana, asistimos hoy a la fragmentación de la sociedad en sectores plurales, con lenguajes y prácticas propias. Con nueva conciencia sobre las particularidades étnicas, culturales y religiosas de los pueblos, con gran acumulación de informaciones y conocimientos, con una nueva autonomía y auto-referencia del poder político, con inmensos cambios promovidos por la ciencia y la
tecnología y por una nueva concepción de la libertad religiosa. Se desvanece de este modo una única imagen del mundo, del ser humano y de Dios que ofrecía orientación para la vida cotidiana.

 
Ya apareció entre nosotros el «Manual de ateología». Se había demorado. ¿Cómo no vamos a estar a la moda?. Por lo demás, este tema se vende y gratifica con un buen good will. El Presidente de la Editorial de «Tierra firme» se hace la ilusión de que este libro (unas 200 páginas), va a ser «un obligado referente en la historia bibliográfica y cultural de Colombia». Así vamos por fin a «adquirir en este interesante tema alguna presencia internacional en el ámbito cultural» (prefacio pág. 13).
 
El subtítulo del libro no es menos sugestivo y original: «16 personalidades colombianas explican por qué no creen en Dios». Y al hablar de personalidades, no será mucho decir?. La mayoría de los autores son ilustres desconocidos, y claro que hay tres o cuatro rescatables. Tal vez Humberto de la Calle, Alejandro Gaviria, Carlos Daguer, Andrés Mejía, y pare de contar. 
 
Pero el tema sí es serio, con el agravante de que estamos no ante un ateismo, sino ante muchos ateismos. ¿Tal vez 16? Unos son más serios que otros, unos más documentados que otros, unos más superficiales, o más viscerales, o más sectarios. Porque este es el caso del «Tot homines quod sententiae»: tantos pensamientos como hombres y mujeres. Allí encontramos ateismos de nacimiento, adquiridos, buscados, heredados, y en el mejor de los casos, verdaderos agnosticismos.
 
Encontramos allí ateísmos por ignorancia, por resentimiento, o por amargura contra una determinada religión o contra una determinada Iglesia o contra personas de esa misma Iglesia, a causa de una formación religiosa de infancia o de juventud, deformada, incompleta y equivocada. Hay desde luego, personas honestas y sinceras, otras mansas y hasta respetuosas y otras que no saben a ciencia cierta si son ateos o «absolutamente ateos» como afirma uno de ellos, o «ateos gracias a Dios». Algunos también rayan en blasfemos, otros en cambio ironizan o ridiculizan; y unos pocos expresan también respeto por los creyentes.
 
Estoy seguro de que muchos no son realmente ateos. Su problema no es con Dios, es contra la o las religiones, particularmente contra la católica. Lo cierto del caso es que estas cruces no siempre son in
merecidas.

Ciertamente, no me escandalizo ante las aseveraciones de muchos de los autores que son honestos. Hay que escucharlos con respeto. A veces dicen verdades dolorosas y grandes como catedrales.
 
La culpa en parte de este fenómeno, la tienen seguramente las mismas religiones, incluyendo la nuestra, en donde no han escaseado la beligerancia, la apologética a ultranza, los fundamentalismos, los integrismos, las interpretaciones literales de la Biblia, particularmente de los primeros capítulos del Génesis, la politización de la religión, las equivocaciones históricas, los escándalos, los antitestimonios y las incoherencias. 
 
Pero claro que nosotros también podríamos elaborar otra lista, también de «personalidades», tal vez más numerosas y valiosas humana e intelectualmente, que nos podrían decir «por qué sí creen en Dios». 

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ZENIT Staff

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