Los aborígenes canadienses en las JMJ

La hermana Eva, de la etnia Ojibwa, coordina su participación

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TORONTO, 25 julio 2002 (ZENIT.org).- Los aborígenes canadienses, primeros pobladores de estas inmensas tierras, han dado la cordial bienvenida a los más de 200.000 participantes en las Jornadas Mundiales de la Juventud (JMJ) de Toronto.

Por primera vez en la historia de las JMJ, entre los participantes hay un equipo encargado de coordinar y promover la participación indígena. La responsable es la hermana Eva Solomon, religiosa canadiense del pueblo de los Ojibwa.

La religiosa la Congregación de las Hermanas de San José explica: «los nativos canadienses presentes en la Jornada Mundial de la Juventud, como representantes del pueblo primogénito, pueden dar mucho a los amigos que llegan de otras partes del mundo».

«Está claro que los propios aborígenes al dar, recibirán; podrán enriquecerse del encuentro con otras culturas. Un intercambio fructífero en el signo de la fe que puede ser el nuevo alimento de las comunidades aborígenes», añade.

En el Festival Juvenil se están ofreciendo espectáculos y experiencias de oración de los indígenas. En la preparación de las JMJ se organizaron, además, eventos a nivel diocesano en reservas indígenas.

Muchos de los peregrinos nativos de estas latitudes –recuerda la religiosa– han decidido venir a Toronto porque recibieron inspiración en las palabras del Papa durante la visita a Midland en Ontario, en 1984, y en Fort Simpson en el Territorio del Noroeste tres años más tarde. Por otra parte, las peregrinaciones desde el norte hasta el Lago de Santa Ana, en Alberta, o al santuario de Santa Ana de Beaupré, en Québec, forman parte de las tradiciones locales.

La beata Kateri Tekakwitha, la «Azucena de los Mohawks», está entre los patronos de estas JMJ. Nació en 1656 y fue bautizada a los dieciocho años por los misioneros jesuitas en una comunidad Mohawk.

Posteriormente, se mudó a Kahnawake, cerca de Montreal, huyendo de la persecución. Enseñaba a los niños y ayudaba a los enfermos y a los ancianos. Murió a los veinticuatro años. Su devoción entre los aborígenes se expandió inmediatamente.

En Toronto, la iglesia Santa Ana es la sede de encuentros y grupos de oración de los indígenas. En el templo se ha colocado una estatua de tamaño natural de la beata Kateri.

Las JMJ son también lugar de encuentro de numerosos grupos de amerindios de Estados Unidos, de Bolivia y de Perú. Incluso ha llegado un grupo de 50 aborígenes de Australia. Tampoco faltan nativos de las tribus africanas y de otros grupos étnicos diseminados por el planeta.

«El término aborigen deriva directamente del latín –comenta la hermana Eva–. Hace referencia al hecho de los orígenes, a las raíces que no se pueden cortar sin que desaparezca al mismo tiempo la identidad de una persona y de un pueblo».

Y recuerda la enseñanza del Vaticano II, «el Concilio que ha animado a los pueblos a vivir y celebrar la fe sin separarla de su cultura».

Grupos aborígenes, o de las Primeras Naciones –como se les conoce en Canadá–, participan en el Festival Juvenil de las JMJ. Entre otros, cabe destacar el grupo «Logan Alexis Dance Singers» de Edmonton (Alberta), que el martes y el miércoles tocó el tambor al estilo aborigen y entonó el canto «pow wow».

Participan también los «Nunavut Performers», que interpretan música Inuit de las tradiciones de las Primeras Naciones canadienses; la compañía teatral «De-bajemahjig» representa dos obras de teatro y «La Nación Tohono O’odhan» de Arizona (Estados Unidos) sorprendió entre el miércoles y el jueves con su danza indígena.

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ZENIT Staff

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