Los atentados del 11 de septiembre interrogan a la teología

El teólogo Bruno Forte analiza la crisis internacional

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

ROMA, 29 octubre 2001 (ZENIT.org).- Los aviones que estallaron contra las Torres Gemelas han sacudido también al mundo teológico.

Sobre esta dramática manifestación del mal en el mundo y el dolor de los inocentes ha reflexionado el teólogo italiano Bruno Forte, (Nápoles, 1949), rector de la Facultad Pontificia de Teología de Italia Meridional, primer redactor del documento de la Comisión Teológica Internacional «Memoria y reconciliación. La Iglesia y las culpas del pasado» (7 de marzo de 2000).

«Tras el 11 de septiembre, muchos nos hemos preguntado el porqué –se interroga el teólogo en las páginas del diario Avvenire–. La causa inmediata de lo que ha sucedido está en el fanatismo de quien ha transformado la fe religiosa en el sueño alucinante de un dominio violento que quiere imponer al mundo entero en nombre del Dios único».

«La religión transformada en ideología es un peligro grandísimo porque en ella la confusión entre bien y mal se hace total e incluso la barbarie más grande puede ser justificada en virtud de un valor trascendente –explica Forte–. Cuando además esta ideología religiosa se une al uso de la tecnología más avanzada, el resultado es de inaudita violencia».

«Dios, sin embargo, no es así –aclara el teólogo–. Aquel a quien el Islam mismo invoca como misericordioso y compasivo no puede ser el verdugo de sus hijos. Y esto se muestra con claridad absoluta en la revelación evangélica del Dios Padre de todos. Es este Dios fiel el que permite seguir esperando, a pesar de todo, incluso contra todo».

El teólogo responde después a una pregunta fundamental: ¿Por qué este Dios permite estas atrocidades? ¿Por qué no ha detenido la mano de los asesinos y no ha iluminado su corazón de tinieblas?

«La respuesta de la fe es una sola –asegura–: el Dios que lo puede todo no puede quitar a sus hijos la libertad que les ha dado. Esto no significa que no sufra a causa del mal que devasta la tierra. El abismo del mal que hemos visto el 11 de septiembre, y el dolor inocente producido por el terrorismo y la violencia de la guerra que estamos viviendo, hiere el corazón divino infinitamente más que el nuestro».

«Por eso –concluye–, el creyente siente la necesidad de hacer compañía a Dios en su dolor con la oración y el silencio. No es una fuga de las responsabilidades sino la postura más auténtica y honesta para el corazón que cree. Y sólo de esta fe profunda puede nacer el «no» a toda violencia tantas veces gritado por Juan Pablo II».

Print Friendly, PDF & Email
Share this Entry

ZENIT Staff

Apoye a ZENIT

Si este artículo le ha gustado puede apoyar a ZENIT con una donación