Los católicos checos inician el Sínodo conscientes de sus desafíos

En momentos difíciles en las relaciones Iglesia-Estado

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VELEHRAD, 9 julio 2003 (ZENIT.org).- El pasado domingo, por primera vez desde la caída del muro de Berlín, los católicos checos se han reunido –a la luz del Concilio Vaticano II– en el santuario de Velehard, en Monrovia, en la primera sesión del Sínodo de la Iglesia en la República Checa.

En torno al lema «No nos dejemos arrebatar el futuro», obispos, presbíteros, religiosos y laicos afrontan los desafíos que plantean a la Iglesia los cambios políticos, sociales y económicos del país, así como el ingreso en la Unión Europea.

El Sínodo ha comenzado en momentos difíciles en las relaciones de la Iglesia con gobierno checo. En Velehrad el cardenal Miroslav Vlk, arzobispo de Praga, acusó al ministro de Cultura, Pavel Dostal, de provocar «dificultades» para la vida de la Iglesia.

Bajo la dirección de Dostal, socialdemócrata, el Ministerio «impide a la Iglesia desempeñar su misión» declaró por su parte el arzobispo de Olomuc, monseñor Jan Graubener, presidente de la Conferencia Episcopal.

Los representantes de la Iglesia deploraron también este fin de semana el fracaso en el Parlamento de la propuesta de Concordato para reglamentar las relaciones Iglesia-Estado, que había sido firmado en julio de 2002 por representantes del gobierno y de la Santa Sede, pero que fue rechazado por la Cámara de los Diputados en mayo pasado.

Las sesiones del Sínodo, que durarán tres años, abarcarán cuestiones como el diálogo interreligioso, el papel de los laicos en la Iglesia, la evangelización, el apostolado social y algunos ámbitos de la pastoral: los enfermos, los ancianos y la iniciación cristiana. Un espacio particular se dedicará a la historia del pueblo checo.

«Nuestra Iglesia ha perdido mucho en el pasado, pero ha mostrado que es capaz de afrontar los totalitarismos violentos», monseñor Graubener en referencia en particular a los años del comunismo, que hicieron que la República Checa fuera conocida como uno de los países más ateos del mundo.

«Aún siendo “modesta”, [la Iglesia] ha vivido en el misterio de la cruz y ha preservado una sana piedad popular, especialmente mariana», constató.

«Sin embargo, ahora necesita levantar la cabeza –reconoció el prelado–, tener conocimiento propio de sus valores, voluntad y entusiasmo para compartir con los demás el tesoro de la fe, llevar el Evangelio a la sociedad. Pero para realizar todo esto requiere formación y educación».

De los 10.270.000 habitantes de la República Checa, el 39.2% es católico. La herencia comunista es todavía particularmente pesada en el país, donde algunas estadísticas consideran que el 39.8% de la población es atea. La práctica religiosa dominical de sus habitantes está entre las más reducidas del mundo.

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ZENIT Staff

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