Los cristianos en Oriente Medio, ayuda indispensable para los musulmanes

El cardenal Foley, en un congreso sobre el éxodo de los cristianos de Oriente Medio

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OSLO, lunes, 7 diciembre 2009 (ZENIT.org).- En un Oriente Medio cada vez más inestable, los cristianos, protagonistas de un auténtico éxodo, pueden ser un puente para un futuro mejor para los musulmanes, considera el cardenal John P. Foley, gran maestro de la Orden del Santo Sepulcro de Jerusalén, interviniendo este viernes en la Norwegian School of Theology de Oslo, Noruega, sobre el tema «El éxodo de los cristianos de Tierra Santa: desafío para una paz sostenible».
 
En su discurso, el purpurado expresó su propia preocupación por el continuo abandono de Tierra Santa por parte de los cristianos, que hace sesenta años eran el 20% de la población de la región y hoy han descendido a menos del 2%.
 
«La presencia de los cristianos en Tierra Santa hoy es una fuente de esperanza para la comprensión, la paz y la reconciliación», declaró.
 
Para el purpurado, el cristianismo es «un puente para el futuro para el mundo árabe musulmán», sobre todo porque «los cristianos del mundo occidental han aprendido y llevado ciertos valores y ciertas perspectivas muy importantes», como la separación entre Iglesia y Estado o la idea de que la dignidad y la libertad humanas exigen el respeto de la conciencia del individuo, lo que lleva a la «libertad de culto».
 
«Esto es desconcertante para el mundo islámico», que debe todavía «integrar estos valores en su vida cotidiana», si quiere «entrar plenamente en la sociedad moderna».
 
El cristianismo, recordó el cardenal Foley, es por lo demás un don para todos, siendo «transnacional, trans-ético, y transcultural».
 
«Jesús ha venido a salvar a todo el mundo. El Espíritu Santo ha sido derramado sobre todo el mundo. La misión de la Iglesia es para todo el mundo -declaró–. Y la Iglesia Católica, la Iglesia universal, tiene esta dimensión», «sirve a todo el mundo».
 
El cardenal Foley recordó que desde el final de la I Guerra Mundial, que puso fin a 400 años de hegemonía otomana, «los cristianos empezaron a declinar en todas partes» en Medio Oriente.
 
Las causas de este fenómeno, observó, son múltiples, empezando por el hecho de que los cristianos «tienden a ser muy bien instruidos en comparación con la mayor parte de la población y, como sabemos, parece que cuanto más altos son los niveles de educación y las oportunidades económicas para la familia, menor es la dimensión de esta última».
 
Otra causa del declive es obviamente la emigración, debida en primer lugar al hecho de que «a nivel social, entre los cristianos, hay un sentimiento de exclusión, si no de discriminación, en muchos países», donde «los niveles más elevados del sistema político y social están reservados a los musulmanes».
 
Según el purpurado, la emigración no es un mal en sí, pero implica un pérdida porque,  «con el éxodo de los cristianos, se pierde un patrimonio y una cultura».
 
Por otra parte, señaló, «es comprensible que los cristianos y otros en Oriente Medio quieran buscar una vida mejor», pero al mismo tiempo se mantiene una «valiente minoría», que quiere «permanecer simplemente por el bien del mantenimiento de la presencia cristiana, cuando en otras partes del mundo hay trabajo hay oportunidades de educación, futuro y libertades».
 
En este contexto, un desafío importante es el de «crear un clima para una migración segura», con leyes que permitan a los cristianos vivir en la propia tierra si lo desean o moverse en el mundo, sin disposiciones que "niegan la entrada, limitan los movimientos y restringen la ciudadanía».
 
«Es paradójico» que haya preocupación para que los animales puedan migrar libremente sin encontrar obstáculos y no se tenga el mismo cuidado con los seres humanos, comentó.
 
«Y en las migraciones –añadió–, como sabemos de los pájaros, abejas, salmones o elefantes, éstos vuelven. ¿Por qué los emigrantes no pueden volver a Oriente Medio si la situación social, cultural e histórica les atrae?».
 
Por lo demás, comentó, el cristianismo «es un movimiento: la misión de los cristianos es extenderse por el mundo», porque la evangelización es extender el Reino de Dios, y como se van también pueden volver.
 
Frente a este panorama, además de asistir a cuantos se quedan a vivir en la propia patria, que «viven en un ambiente negativo» y, «discriminados, no tienen las oportunidades que nosotros damos por descontadas», hay que acoger a quien migra y favorecer su llegada, por ejemplo pidiendo políticas migratorias menos restrictivas.
 
«Nuestra misión –concluyó– es ayudar a la supervivencia de los cristianos en Tierra Santa, a través de nuestro apoyo financiero, nuestra ayuda personal, nuestras visitas y peregrinaciones, la promoción de la educación y del desarrollo humano para quien vive allí, y nuestra voluntad de empeñarnos en esta valiente lucha por la justicia y la paz».
 
Por Roberta Sciamplicotti, traducido del italiano por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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