Los derechos humanos en segundo plano, un riesgo en las negociaciones UE-Turquía

La libertad religiosa en entredicho en el país musulmán

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BRUSELAS, viernes, 24 diciembre 2004 (ZENIT.org).- El secretario general del Consejo de las Conferencias Episcopales de Europa (CCEE), monseñor Aldo Giordano, considera auténtico el riesgo de que, durante las negociaciones de la entrada de Turquía en la Unión Europea, las cuestiones estratégicas y económicas releguen a un segundo plano la valoración del respeto de los derechos humanos.

Así se expresó en una entrevista concedida a «Radio Vaticana» el miércoles pasado, después de que el 17 de diciembre Bruselas acordara emprender el 3 de octubre de 2005 las negociaciones sobre el eventual ingreso del país musulmán en la Europa de los 25.

Con anterioridad, el diario católico italiano «Avvenire» llamaba la atención de lo ocurrido el 15 de diciembre en el Parlamento Europeo en Estrasburgo, en el voto sobre la admisión de Turquía a la negociación para el ingreso en la UE.

A la debida reclamación del respeto de los derechos humanos, una enmienda propuesta por un grupo de diputados pedía que se añadiera la solicitación a fin de que Ankara confiera inmediatamente personalidad jurídica a las Iglesias cristianas presentes en el país y suprima la Dirección de Asuntos Religiosos, órgano muy rígido encargado del control del culto y de autorizar la construcción de nuevos edificios. Tras el escrutinio secreto, la enmienda fue rechazada.

El cardenal Roberto Tucci lamentaba al día siguiente en los micrófonos de la emisora pontificia que no se hubiera aprobado la petición de insistir en que se dé reconocimiento jurídico a las Iglesias cristianas presentes en el país: «Esto es un grave defecto en el campo de los derechos humanos, de modo particular por lo que respecta a la libertad religiosa» que «hay que reconocer que es un derecho que está en la base de todos los demás derechos», expresó.

«Si no hay respeto de la conciencia más íntima de la persona humana y de su capacidad de expresar esta fe pública y comunitariamente, esto es, en instituciones, entonces verdaderamente empiezan a tambalearse los demás derechos humanos –aclaró–. Así que creo que es muy importante poner en claro a Turquía que debe dar pasos adelante en este campo y, de modo particular, en la libertad religiosa, que no es respetada perfectamente en este Estado».

Tal vez no todos los parlamentarios europeos sabían que los últimos que han sufrido recientemente esta situación en Turquía han sido los ortodoxos, subraya el diario católico «Avvenire», que ha documentado la situación.

Informa de que no se les concede en el país musulmán –que llama a las puertas de la UE— los permisos para la restauración de la iglesia de la presentación de la Virgen en Estambul, dañada en el atentado al consulado británico.

El 21 de noviembre, el patriarca ecuménico de Constantinopla Bartolomé I –«primus inter pares» de la ortodoxia– denunciaba: «Nos hallamos siendo víctimas no sólo de los terroristas, sino también de las autoridades de esta ciudad y de este país. Exigimos sólo aquello que es un derecho para todo ciudadano e igualdad de trato».

Pocos días después, sin explicaciones, se le prohibió al obispo de Mira la celebración de la Misa que cada año tenía lugar el 6 de diciembre en las ruinas del templo de San Nicolás en Mira, en Asia Menor. Y una sentencia casi simultánea de la Corte Suprema privó al patriarca de los derechos de propiedad sobre un orfanato de las islas de los Príncipes. Todo esto sucedió a dos meses del veto del mismo tribunal a la restitución del seminario teológico de Halki.

Alertando de que cosas así están a la orden del día en Turquía, el cardenal Tucci señalaba en la emisora vaticana la necesidad de que «se despierten» «nuestros representantes» europeos, «porque también personas que no tienen la fe cristiana creo que tienen la sensibilidad, sin son verdaderamente liberales, de los valores de la libertad religiosa, pero parece que hay una gran timidez en requerir».

El purpurado constató que «se da tal importancia a los otros factores, económicos, políticos, militares, etc., que los valores de la libertad religiosa no son considerados», algo «muy peligroso» que «significa que Europa no logra encontrar valores mayores» que los citados en primer lugar.

Consideraba el miércoles monseñor Giordano –también en la emisora pontificia– que los obispos europeos han acogido el anuncio del inicio de negociaciones con Turquía «sobre todo con la conciencia de que la adhesión de Turquía a la UE no es una cuestión de orden religioso, sino político», y la Iglesia no se pronuncia sobre fórmulas políticas específicas, si bien mira con atención lo que sucede en el terreno político y «llama a la sabiduría, a la vigilancia».

Se preguntó al secretario del CCEE si no existía el riesgo de que, durante estas negociaciones, las cuestiones estratégicas y económicas hicieran pasar a un segundo plano las valoraciones sobre el respeto de los derechos humanos.

«Pienso que esto es verdad –contestó–. La Iglesia siente en particular la responsabilidad de permanecer vigilante en el campo de los derechos humanos, y por lo tanto, la esperanza es que Turquía, como los demás países, sea verdaderamente un espacio donde se realicen y se respeten los derechos humanos».

«Pensamos en la igualdad entre hombres y mujeres –añadió–, en la libertad de expresión, en la libertad de asociación, en los derechos de las minorías… En particular la Iglesia contempla la liberad religiosa» porque «somos conscientes» de que ésta «está en la base de todos los derechos humanos».

En su opinión, el punto importante aquí es la falta de referencia a las raíces cristianas de Europa en el Tratado firmado en Roma el 29 de octubre: «El verdadero problema que se plantea» en cuanto a la entrada de Turquía en la UE «es tal vez la cuestión sobre nosotros mismos», subrayó monseñor Giordano.

«Dos pueblos que tienen una identidad, y precisamente la identidad europea no puede prescindir del cristianismo, no tienen temor de afrontamiento y son capaces de confrontarse y de acoger. Una realidad sin identidad, obviamente, corre el riesgo de ir al fracaso», alertó.

Recientemente el arzobispo Gioganni Lajolo –secretario de las relaciones de la Santa Sede con los Estados— declaró en la radio católica portuguesa «“Renascença» que, en cuanto a Turquía, «la Santa Sede pide sólo que los intereses económicos o estratégicos no empujen a la baja la valoración de la observancia de los derechos humanos y el primero entre todos, la libertad de religión, cuya observancia debe ser un punto de honor para todos los países europeos».

La práctica totalidad de los habitantes de Turquía –unos 70 millones— son musulmanes. En el país, las comunidades religiosas no islámicas carecen de cualquier reconocimiento jurídico oficiaL.

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ZENIT Staff

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