Los ejercicios espirituales entran en su recta final con un llamado a la esperanza

Según el predicador, es uno de los servicios que hoy deben ofrecer los cristianos

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CIUDAD DEL VATICANO, viernes, 18 febrero 2005 (ZENIT.org).- Transmitir esperanza es uno de los servicios característicos que deben ofrecer al mundo los cristianos, constató este viernes el predicador de los ejercicios espirituales en los que participan Juan Pablo II y sus colaboradores de la Curia romana.

Al llegar al final de esta semana dedicada a la oración, tras haber meditado en la resurrección de Jesús y en la aparición a los discípulos de Emaús, monseñor Renato Corti, obispo de Novara, presentó a Cristo como «esperanza para el hombre».

Según se pudo escuchar en la síntesis de sus reflexiones que hizo el vicepresidente de la Conferencia Episcopal Italiana a los micrófonos de «Radio Vaticano», en nuestro mundo es necesario detenerse a reflexionar «en lo que significa hoy la esperanza».

El prelado del norte de Italia hizo dos constataciones: «en primer lugar, la esperanza hoy es muy difícil y mucha gente dice: «No la tengo». En segundo lugar, la misión de la Iglesia es, por tanto, compromiso para ser la primera en albergar la esperanza».

«La Iglesia debe albergar la esperanza que es Jesús, y la fe en Cristo resucitado se convierte en motivo para albergar una esperanza que no es sólo humana, sino que involucra a toda la existencia hasta alcanzar la escatología y la vida eterna», afirmó.

«Y, al mismo tiempo, los cristianos se tienen que preguntar cómo pueden ayudar a construir un mundo en el que se den signos de esperanza y que permita a la gente, a quien sufre, a quien está solo, poder tener motivos de consuelo, de aliento, de superación de las dificultades», añadió en las palabras que emitió la emisora pontificia.

«El servicio de la esperanza es un servicio característico de quienes creen en Jesucristo, vivo, hoy», afirmó en la primera meditación del viernes.

La segunda meditación del día la dedicó a descubrir quién es la tercera persona de la santísima Trinidad, el Espíritu Santo, y lo hizo a través del Libro de los Hechos de los Apóstoles, en el que se narra continuamente su acción en los «gestos extraordinarios» que cumplieron los primeros discípulos de Jesús.

«Meditar en el Espíritu Santo es posible de diferentes maneras –concluyó–, pero la más sencilla y la más linear es la de contemplarle en la experiencia de la Iglesia primitiva, como había prometido Jesús».

Los ejercicios espirituales concluirán en la mañana de este sábado, tras la última meditación que predicará monseñor Corti, con una misa en la basílica de san Pedro a la que se han invitado a todas las personas que trabajan en la Santa Sede, en la Ciudad del Vaticano, y en la diócesis de Roma.

Tras la eucaristía, se expondrá el sacramento a la adoración de los presentes y luego tendrá lugar la bendición, según ha informado la Oficina de Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice.

Esta inédita conclusión de los ejercicios espirituales tiene lugar con motivo del Año de la Eucaristía (octubre 2004-octubre 2005), convocado por Juan Pablo II.

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ZENIT Staff

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