Los Hermanos de la Salle «en defensa de los derechos del niño»

El hermano Álvaro Rodríguez, FSC, reelegido en el Capítulo General

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 17 junio 2007 (ZENIT.org).- El hermano Álvaro Rodríguez Echevarría, natural de Costa Rica, ha sido reelegido superior general del Instituto de los Hermanos de las Escuelas Cristianas, conocidos como Hermanos de La Salle, durante el último Capítulo General que se ha clausurado en Roma estos días.

En una conversación con Zenit, en su despacho en la curia generalicia de Roma, el hermano Álvaro cómo la familia religiosa fundada por san Juan Bautista de La Salle (1651-1719) sigue inquebrantablemente comprometida con la educación y la «defensa de los derechos del niño»

Asimismo, revela que la presencia de la familia lasaliana es cada vez más alta en países de minoría cristiana, constituyendo así sus escuelas una plataforma para el diálogo interreligioso. Las nuevas comunidades se han constituido en Vietnam y en Sudán.

–¿Cuál es la misión de la familia de La Salle tres siglos después de su fundación?

–Hermano Álvaro: La familia lasaliana está constituida por un instituto creado en 1680 por el fundador, en Francia, y hoy hay laicos que también comparten este carisma de la educación cristiana de los jóvenes, y particularmente de los jóvenes pobres.

Somos 5.400 hermanos y 78.000 seglares trabajando en 82 países. Nuestra misión la definió bien Juan Pablo II: «Llevar el Evangelio a la escuela», y en palabras de Juan Bautista de La Salle, «dar cristiana educación a hijos de artesanos y pobres».

En los últimos años la defensa de los derechos del niño es una de nuestras metas. En cierto modo los niños son nuestros fundadores, nosotros nacimos para responder a sus necesidades.

–Ustedes tienen escuelas en países de minoría cristiana. ¿Es el diálogo intercultural e interreligioso una vuestra prioridad?

–Hermano Álvaro: En Oriente Medio y en Asia nuestras escuelas son de mayoría no cristiana, a veces musulmana, a veces budista. Es una de las cosas más hermosas de nuestras escuelas, que son un lugar de encuentro para el diálogo. En Haifa (Israel), en la escuela hay alumnos de más de treinta denominaciones cristianas, además de musulmanes y judíos.

–El fundador era sacerdote, ustedes no. El hecho de ser un instituto de hermanos, ¿agudiza la crisis vocacional?

–Hermano Álvaro: El fundador de los Hermanos de las Escuelas Cristianas y
Patrono de los educadores cristianos, san Juan Bautista La Salle, quiso que naciéramos como hermanos. La razón era que la escuela necesita personas a tiempo completo, y el ministerio sacerdotal tiene que atender a otras necesidades.

Esta disponibilidad nuestra es una de las razones del éxito de nuestra congregación, es una fraternidad hoy compartida también con los seglares. Nosotros apuntamos a la calidad de las relaciones: fraternidad y vida comunitaria como parte de la misión. Es cierto también que el descenso vocacional se ha notado más en las congregaciones de hermanos.

Creemos que es necesario vivir como hermanos en un mundo dividido, y nosotros estamos llamados a ser el rostro de la Iglesia mediante nuestra fraternidad.

En el interior de la Iglesia ser hermano a veces es una vocación poco valorada y poco conocida, cuando la vida religiosa en sí no es clerical sino también laical.

–Los seglares participan de su carisma cada vez más. ¿Es algo nuevo?

–Hermano Álvaro: El fundador abrió ya una escuela para laicos, aunque es en los últimos cuarenta años en los que se ha incentivado esta colaboración, por varios motivos, entre ellos que hemos entendido juntos que los seglares participan y viven del carisma lasaliano.

–El 28 de octubre se beatificarán aquí en Roma 58 mártires españoles de
La Salle ¿Cuál es su mensaje?

–Hermano Álvaro: Eran todos jóvenes y formaban parte de una misma comunidad. Trabajaban con niños y jóvenes en escuelas populares y no tuvieron miedo de dar su vida en un momento en el que el hecho de ser religioso tenía unas connotaciones negativas par algunos. A mí me parece paradójico que ellos, que pretendían ayudar y trabajaban con niños, fueran considerados peligrosos. Son un testimonio de fidelidad hasta las últimas consecuencias.

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ZENIT Staff

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