Los iconos, reflejo de la belleza de Dios

Diálogo entre dos expertos de espiritualidad cristiana oriental

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RÍMINI, 23 agosto 2002 (ZENIT.org).- Si Dios es la Belleza, los iconos son un camino extraordinario para descubrirle, coinciden dos grandes expertos de arte oriental reunidos en el el Meeting por la Amistad entre los Pueblos.

En el encuentro, que del 18 al 24 de agosto reúne en Rimini (Italia) a cientos de miles de personas por iniciativa del movimiento Comunión y Liberación, han intervenido el padre Thomas Spidlik, de Moravia, profesor de Espiritualidad Patrística Oriental en la Universidad Pontificia Gregoriana, y el profesor Adriano dell’Asta, profesor de Literatura e Historia Rusa en la Universidad Católica de Milán.

El debate respondía al tema central del Meeting «El sentimiento de las cosas. La contemplación de la belleza».

El profesor Dell’Asta criticó la tendencia moderna de separar la vida cotidiana de la belleza. «La belleza existe porque existen las cosas –afirmó–. La belleza es concreta y real; la belleza no es fantasía, es una forma concreta que se ve y se toca. El icono responde a este tipo de belleza».

El padre Spidlik, quien predicó los Ejercicios Espirituales de 1995 a Juan Pablo II, explicó que «quienes han defendido las imágenes contra los iconoclastas siempre han afirmado que lo que se puede decir con las palabras (las narraciones evangélicas) también se puede contar con las imágenes (iconos)».

«Al igual que las palabras del Evangelio no son simples sonidos, así tampoco los iconos son una simple tabla pintada. Al igual que la oración santifica el mundo visible, así el icono es santificado por la oración», aclaró.

«Un icono, al inicio, es de hecho una visión espiritual y sólo en un segundo momento el autor del icono comprende que nada en el mundo es comparable a la imagen que quiere representar», añadió.

«De este modo en la oración y en la visión espiritual descubre que su arte tiene como objetivo encontrar el símbolo adecuado que permite ver algo superior –añadió el sacerdote–. Este es el arte del icono, parafraseando a Pavel Florenskij: ver en el signo lo que está más allá del signo».

El padre Spidlik explicó que en el icono, por ejemplo, que «el color no es algo casual, sino que tiene su propio lenguaje: el rojo es la divinidad; el azul, la humanidad; el blanco de la luz, en la tradición oriental, nace de dentro, es la luz espiritual que ilumina al mundo, es la luz divina que pone de manifiesto la realidad».

«En el icono –concluyó Spidlik– la Verdad sale al encuentro del hombre. Por este motivo, por ejemplo, en la famosa Trinidad de Andrei Rublev, la perspectiva es presentada al revés, del grande al pequeño, para salir al encuentro del hombre».

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ZENIT Staff

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