Los jóvenes acuden a Río con anhelo de encontrar sentido a su vida

La importancia de la formación en la fe

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Ofrecemos el artículo de nuestro colaborador monseñor Felipe Arizmendi Esquivel, obispo de San Cristóbal de Las Casas, sobre la importancia de la formación en la fe.

SITUACIONES

Durante esta semana, en Río de Janeiro, Brasil, se lleva a cabo la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud, con la participación del Papa Francisco. La convocatoria de la Iglesia Católica ha tenido gran resonancia entre los jóvenes, que en su mayoría no van por turismo o aventura, sino porque sienten anhelos profundos de encontrar sentido a su vida, a partir del encuentro con Cristo en su Iglesia. Estemos atentos no a los incidentes secundarios, sino a los contenidos de los mensajes.

Jóvenes de una parroquia de nuestra diócesis me expresaron algo de su realidad: “Nosotros los jóvenes hemos cambiado mucho nuestras costumbres y usamos mucho la droga; unos usan aretes y tatuajes, pero así no quiere el corazón de Dios. Muchos nos emborrachamos y hay muchachas que entran a trabajar a las cantinas y se dejan engañar: se venden por dinero y aprender a tomar… No nos ayuda robar, hablar mal de los demás, culparlos, violentarnos, enojarnos y golpear a otros, tomar trago en las fiestas religiosas hasta perder la razón e incluso la vida; no nos ayuda el machismo, el tabaquismo y destruir la naturaleza… Queremos que no haya violencia, asaltos, secuestros, muertes y discriminación en nuestro pueblo; que no haya maltrato en la familia; queremos ser alguien en la vida y tener una vida segura; queremos vivir en hermandad y que cambiemos este presente por medio de la escucha de la Palabra de Dios. Queremos que haya buena vida para todos y fe en Dios, para que hagamos el trabajo de nuestro Señor. Queremos que haya buena enseñanza de la Palabra de Dios, para que aprendamos de su vida y alcanzar la salvación. Queremos tener vida eterna en nuestro Señor”.

ILUMINACION

El Papa Francisco dijo en su primer mensaje en Brasil: “He venido para encontrarme con jóvenes venidos de todas las partes del mundo, atraídos por los brazos abiertos de Cristo Redentor. Quieren encontrar un refugio en su abrazo, justo cerca de su corazón, volver a escuchar su llamada clara y potente. Estos jóvenes encuentran en Cristo las respuestas a sus más altas y comunes aspiraciones, y pueden saciar el hambre de una verdad clara y de un genuino amor que los una por encima de cualquier diferencia. Cristo les ofrece espacio, sabiendo que no puede haber energía más poderosa que esa que brota del corazón de los jóvenes cuando son seducidos por la experiencia de la amistad con él. Cristo tiene confianza en los jóvenes y les confía el futuro de su propia misión: «Vayan y hagan discípulos»; vayan más allá de las fronteras de lo humanamente posible, y creen un mundo de hermanos y hermanas. Pero también los jóvenes tienen confianza en Cristo: no tienen miedo de arriesgar con él la única vida que tienen, porque saben que no serán defraudados” (22-VII-2013).

Y en su reciente encíclica sobre la fe, escribe: “Los jóvenes, que atraviesan una edad tan compleja, rica e importante para la fe, deben sentir la cercanía y la atención de la familia y de la comunidad eclesial en su camino de crecimiento en la fe. Todos hemos visto cómo, en las Jornadas Mundiales de la Juventud, los jóvenes manifiestan la alegría de la fe, el compromiso de vivir una fe cada vez más sólida y generosa. Los jóvenes aspiran a una vida grande. El encuentro con Cristo, el dejarse aferrar y guiar por su amor, amplía el horizonte de la existencia, le da una esperanza sólida que no defrauda” (No. 53).

COMPROMISOS

En Brasil, el Papa nos presenta estos retos: “Nuestra generación se mostrará a la altura de la promesa que hay en cada joven cuando sepa ofrecerle espacio; tutelar las condiciones materiales y espirituales para su pleno desarrollo; darle una base sólida sobre la que pueda construir su vida; garantizarle seguridad y educación para que llegue a ser lo que puede ser; transmitirle valores duraderos por los que valga la pena vivir; asegurarle un horizonte trascendente para su sed de auténtica felicidad y su creatividad en el bien; dejarle en herencia un mundo que corresponda a la medida de la vida humana; despertar en él las mejores potencialidades para ser protagonista de su propio porvenir, y corresponsable del destino de todos”.

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Felipe Arizmendi Esquivel

Nació en Chiltepec el 1 de mayo de 1940. Estudió Humanidades y Filosofía en el Seminario de Toluca, de 1952 a 1959. Cursó la Teología en la Universidad Pontificia de Salamanca, España, de 1959 a 1963, obteniendo la licenciatura en Teología Dogmática. Por su cuenta, se especializó en Liturgia. Fue ordenado sacerdote el 25 de agosto de 1963 en Toluca. Sirvió como Vicario Parroquial en tres parroquias por tres años y medio y fue párroco de una comunidad indígena otomí, de 1967 a 1970. Fue Director Espiritual del Seminario de Toluca por diez años, y Rector del mismo de 1981 a 1991. El 7 de marzo de 1991, fue ordenado obispo de la diócesis de Tapachula, donde estuvo hasta el 30 de abril del año 2000. El 1 de mayo del 2000, inició su ministerio episcopal como XLVI obispo de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, una de las diócesis más antiguas de México, erigida en 1539; allí sirvió por casi 18 años. Ha ocupado diversos cargos en la Conferencia del Episcopado Mexicano y en el CELAM. El 3 de noviembre de 2017, el Papa Francisco le aceptó, por edad, su renuncia al servicio episcopal en esta diócesis, que entregó a su sucesor el 3 de enero de 2018. Desde entonces, reside en la ciudad de Toluca. Desde 1979, escribe artículos de actualidad en varios medios religiosos y civiles. Es autor de varias publicaciones.

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