''Los jóvenes sois la esperanza para un mundo roto''

Taizé congrega a una marea de alegre búsqueda de motivos de confianza

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Del 28 de diciembre al 2 de enero, la ciudad de Roma es sede del XXXV Encuentro Europeo de Jóvenes, organizado por la Comunidad de Taizé. Cuarenta mil jóvenes de toda Europa y de otros países se reúnen aquí durante seis días de oración, reflexión y vida en parroquias, familias y comunidades religiosas de la capital y cercanías.

Las oraciones comunes tienen lugar todos los días a las 14h y a las 19,30h en las siete basílicas mayores. Las comidas se distribuyen en el Circo Máximo, y los talleres de la tarde incluyen visitas a las catacumbas y otros lugares significativos de la fe.

Este sábado, 29 de diciembre a las 18h, en la basílica de San Pedro resonaron los cantos de Taizé en una oración con Benedicto XVI.

Integrado plenamente en la vida de la ciudad de Roma, el encuentro europeo se desarrolla siguiendo las grandes líneas de la “peregrinación de la confianza” animada por Taizé: programa de la mañana en las parroquias con momentos de oración y de intercambio, y el descubrimiento de signos de esperanza en los barrios; los talleres de la tarde sobre espiritualidad, arte y temas sobre diferentes aspectos sociales… La Vigilia por la Paz en las parroquias, seguida de la “Fiesta de los Pueblos”, marcará el comienzo del nuevo año.

A su llegada a Roma, cada joven recibió un mensaje del hermano Alois, prior de Taizé, con cuatro propuestas para “ahondar en las fuentes de la confianza en Dios”. En este afirma: “Esperamos que este encuentro en Roma sea una hermosa experiencia de comunión, en la que los jóvenes conozcan la Iglesia como un lugar de amistad, donde nos encontramos más allá de todas las fronteras, y en la que Quien nos reúne es el Resucitado”.

Esta alegre marea en búsqueda ha recibido numerosos mensajes de apoyo, entre los que destacamos por su significación ecuménica algunos.

Patriarca Bartolomé de Constantinopla

“Participáis en una iniciativa que habrá sabido superar los obstáculos del tiempo y la lasitud de la historia. En efecto, no podemos sino felicitarnos por celebrar este año el 35 encuentro. Esto por sí mismo desautoriza las consideraciones más pesimistas que tienden a relegar al ecumenismo al montón de iniciativas fracasadas de la historia. Si podemos decir, contrariamente a la opinión general, que el ecumenismo no está detenido, es ante todo porque es impulsado por la fuerza vital de vuestra juventud. La juventud es también caridad, simplicidad de corazón y combate contra una mirada demasiado cínica de la vida, que no permite comprender la dimensión profundamente buena de la humanidad”, les dice el patriarca ecuménico.

“Como consecuencia –añade–, y contra toda expectativa, el ecumenismo traza un camino de excelencia por la vía de la experiencia auténticamente cristiana que compartís juntos. Esta experiencia es ante todo la de la confianza”.

“¿Pero qué es la confianza? ¿Puede hablarse de una comprensión cristiana de la confianza? ¿Qué hay sobre la confianza en Dios?”, se pregunta. Y responde: “La confianza es ante todo un sentimiento, el de fiarse de alguien, o de fiarse de uno mismo. Se dice: ‘tener confianza en sí mismo’, o ‘tener confianza en tal o cual persona’. Pero, a diferencia de una confianza que no reflejase más que un sentimiento, la confianza dentro del cristianismo es un acto de fe, un acto de adhesión del corazón, de adhesión de la inteligencia. La fe es, por lo tanto, el fermento de nuestra confianza en Dios. La naturaleza de esta confianza no se basa solamente en la posibilidad de la felicidad que se nos promete, sino en la certeza de que la salvación ha sido donada a toda la humanidad por la muerte y la resurrección de Cristo. Aunque parezca paradójico, la vida cristiana está enraizada en la experiencia kenótica de la encarnación de Dios hecho hombre, quien recapituló la debilidad del viejo Adán, para ofrecer mediante el nuevo Adán condiciones para una vida nueva, una vida en Cristo. Por lo tanto, la confianza en Dios es una marca de apertura para todo cristiano. La relación personal que hemos establecido con un Dios personal se alimenta de la oportunidad de hablar con él ‘como uno que habla con su amigo’ (Ex 33,11), mediante la oración. La oración llega a ser un acto de fe: es un acto de fe reconocer la posibilidad de tener una relación directa con Dios y discernir en cada ser humano la chispa divina que le hace ser un genuino hijo de Dios. ¿No dice la liturgia ortodoxa al introducir la oración del Señor: ‘Nos atravemos a decir con confianza y sin miedo…’?”.

“Hoy la violencia en el mundo –añade el patriarca Bartolomé–, la pérdida de los valores cristianos y la rapidez extrema del tiempo nos fuerzan a adaptar nuestro mensaje y estar atentos a vivir lo mejor que podamos los mandamientos vivificadores de nuestra fe. Porque la confianza está en crisis. ¿Podemos seguir confiando en nuestros políticos? ¿Podemos seguir fiándonos de nuestras instituciones religiosas? ¿Podemos aún confiar en una sociedad en proceso de empobrecimiento tanto económico como cultural? No se trata de alimentar un discurso de desconfianza de la autoridad y del poder. Pero el hecho de darnos cuenta con humildad, a nuestro nivel, de que experimentamos la verdad divina, modifica sensiblemente la confianza que podemos tener en la sociedad y en nosotros mismos. Ella debe fortalecer y aumentar nuestras expectativas a este respecto, comenzando por nosotros mismos. Este es el modo en el que las palabras de Isaías deben ser comprendidas: ‘Se apoyarán con confianza sobre el Eterno…’ (Is 8,18)”.

Y concluye asegurándoles su “propia confianza” en ellos. “Tenemos confianza de que la generación que representáis es el signo mismo de que la vida de la Iglesia aún habita, no digamos inspira, el mundo de hoy. Esta confianza que tenemos en vosotros está motivada por la llamada del Señor cuando dijo al joven rico: ‘Sígueme’. Cada uno de nosotros está llamado a seguir a Cristo a su manera, con sus propios carismas, de una manera tan personal que agradará a Dios en las formas en las que nuestra vida se ofrezca. Un nuevo alba se alzará por nuestra confianza en el amor de Dios y por el reflejo de este amor en nuestra solidaridad con nuestros hermanos y hermanas a través del mundo así como en la preservación del medio ambiente”.

Patriarcado de Moscú

“Cordialmente os saludo en nombre de su santidad Cirilo, patriarca de Moscú y toda Rusia”, les dice Hilarión, metropolita de Volokolamsk, presidente del Departamento de Relaciones Eclesiales Exteriores del Patriarcado de Moscú, y les envía sus mejores deseos. “Para los cristianos –explica–, este tiempo está lleno de un gozo especial por el cumplimiento de las promesas de Dios: el Señor ha nacido en Belén para que los hijos de los hombres puedan llegar a ser hijos de Dios. En el divino niño Jesucristo, recibimos el don de la filiación; el camino de la divinización se despliega ante nosotros, la de nuestra transfiguración a imagen y semejanza de la gloria de Dios, que empieza ya durante nuestra existencia terrena y se extiende hacia la eternidad. Esto es por lo que el apóstol san Juan el teólogo exclama: ‘¡Amados! Ya somos hijos de Dios, pero lo que seremos no ha sido aún revelado. Sabemos que cuando Él aparezca, seremos semejantes a Él, por qué le veremos tal cual es’ (1 Juan 3,2). Estas palabras del apóstol consuelan nuestros corazones y fortalecen nuestra fe de que en este mundo, que está cambiando constante y rápidamente, tenemos un puerto seguro de esperanza, que nadie puede arrebatarnos – el amor de Dios. Sabemos que, como cristianos, el final de nuestra vida terrena no será una desintegración en la nada, sino que nos introducirá en un océano infinito de alegría perfecta”.

Un concepto clave de la Biblia, añade, “es el de la Alianza, que puede significar ‘unión’, ‘contrato’, y algunas veces, ‘matrimonio’. Los profetas hablan incansablemente de la fidelida
d inmutable de Dios: ‘El señor tu Dios es Dios, el Dios fiel, que guarda su alianza y su amor por todos los que le aman’ (Deuteronomio 7,9)”.

Y señala: “En efecto, la palabra que está en la raíz de nuestro ‘Amén’, ‘verdad’, significa, en el uso bíblico, la fidelidad del amor, justicia, autenticidad, veracidad de Dios, que nunca deja sin respuesta ni abandona a aquellos que le son fieles”.

Exhorta a “responder por la fe y la fidelidad a la fidelidad de Dios, y esto explica por qué en la Biblia estas dos nociones son idénticas! La fe juega un papel clave en la vida espiritual; sin ella, la religión se tornaría en triste moralismo, ritualismo estéril, o un mero fenómeno social”.

Explica que en el libro de Oseas, “Dios nos atrae con cadenas de amor y nos guarda con lazos de amor (Oseas 11,4). El Evangelio ilumina aún más el misterio de la vida espiritual, al hablar de él con las palabras de la amistad: ‘Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor. Os he llamado amigos, porque os he dado a conocer todo lo que he oído de mi Padre’ (Juan 15,15). En el sentido más amplio, ser cristiano significa ser un amigo de Cristo, construir y dar forma a la propia vida a través de Él. De una amistad fiel con Cristo surge la posibilidad de una amistad y mutua confianza entre las personas. No es sorprendente, pues, que los primeros cristianos se llamaran a menudo mutuamente ‘amigos’ (3 Juan 1,15). No podemos construir o alcanzar la unidad de todos los cristianos sólo con nuestros esfuerzos humanos. Pero, con la ayuda de Dios, nos es dado incluir en el círculo de una amistad a una multitud de personas de diferentes iglesias y comunidades. Así, hoy podemos llamarnos verdaderamente amigos. Que los lazos del amor de Cristo nos ensanchen y nos unan más y más”.

Y concluye deseando que este encuentro “os enraíce más profundamente en Cristo y fortalezca vuestra fe (Colosenses 2,7). Que Dios os conceda la abundancia de la fe cristiana y la confianza entre las personas, en nuestras vidas, a lo largo del año entrante. Que el amor y el gozo del Cristo recién nacido, que ha venido al mundo, llene vuestros corazones”.

Arzobispo emérito de Canterbury Rowan Williams

El arzobispo Williams recuerda que el mes pasado, pasó un par de días en la ciudad de Christchurch, en Nueva Zelanda, una ciudad devastada por dos grandes terremotos en un período de tiempo muy breve. “El centro de la ciudad –relata- tenía aún un aspecto sombrío: edificios arruinados y desintegrados, carreteras con grandes grietas, montañas de escombros y metales retorcidos. Pero algunas de las asistencias de emergencia y limpieza de escombros más eficaces fueron realizados por una marea de jóvenes ‘el Ejército Voluntario de los Jóvenes’, que se reunió en un tiempo milagrosamente corto a través de tuits y mensajes de texto”.

Todo el proceso, explica, “fue inspiración de un estudiante, Sam Johnson, que se dio cuenta del poder de los medios electrónicos para hacer que sucedan cosas rápida y eficientemente. Nos dijeron que algunos de los levantamientos políticos recientes en Oriente Medio fueron posibles también por este tipo de contacto. Pero aquí era un simple acto de servicio práctico, llevado a efecto sin aspavientos y sin el mínimo de estructura institucional: una lección sobre lo que podemos conseguir con nuestros recursos tecnológicos cuando nuestra visión es clara”, subraya.
“Sam actuó con confianza –indica apuntanto al lema del encuentro–. Creyó que si la llamada se lanzaba, la gente respondería, porque estaba convencido de que cuando a la gente se le pregunta en términos sencillos si quieren hacer que el mundo sea un lugar más humano y compasivo, la mayoría respondería que sí. Frente a un terrible desastre, con casi doscientas personas muriendo y muchos más sin hogar, toda una ciudad paralizada, la pregunta era muy directa”.

“Confrontados con un desastre natural apabullante, muchos preguntarán si se puede confiar en Dios. Puede haber respuestas teóricas; pero la respuesta práctica a la cuestión de si se puede confiar en Dios es responder con valor y generosidad a la llamada de Dios a través de los necesitados. Y construimos nuestra confianza en Dios pensando en aquellos que responden de este modo, aquellos que muestran que la compasión efectiva, pronta y generosa es posible”.

Si podemos fortalecer nuestras convicciones reflexionando sobre vidas y acciones como esta, será más probable que podamos sentir que podemos asumir el riesgo de invitar a otros a unirnos en el servicio – a lanzar una palabra de invitación, quizás sobre ondas electrónicas, para decir ‘Venid y trabajad junto con nosotros – el mundo nos necesita para dar un signo de esperanza”, añade.

“En la primera Navidad, Dios envió una invitación en la forma de una vida humana, Jesús de Nazaret. Dios confió en que su creación respondiese. E incluso cuando la reacción fue de miedo y odio, y llevaron a Jesús a la Cruz, Dios continuó confiando en que fuéramos capaces de responder a su invitación de amor, y no dejó de llamarnos y urgirnos por su Espíritu. Nuestra acción confiada debe reflejar la confianza de Dios en el mundo, y fluirá de la libertad, apoyada por el Espíritu de Dios, para seguir invitando al amor a nuestros hermanos y hermanas”.

“La historia de Christchurch es un recuerdo de que pequeños actos de confianza pueden marcar una gran diferencia. Espero que vuestro encuentro, vuestras oraciones y meditaciones, profundicen vuestro apoyo en la confianza de Dios en su creación, mostrado en el don de la vida de Jesús, su muerte y resurrección, y os ayude a asumir el riesgo de confiar en otros para que se unan a vosotros en el trabajo del Reino de Dios”, concluye.

Secretario de la Federación Luterana Mundial Martin Junge

Señala que el hecho de que la peregrinación de confianza tenga lugar este año en Roma “es también un testimonio de algo maravilloso: ¡Dios cambia a las personas!”.

“Cuando los primeros cristianos llegaron a Roma –relata- hace unos 2000 años, no fueron precisamente bien recibidos. ¿Y qué es lo que los jóvenes cristianos experimentan en Roma? Una fiesta de vida, oración, compartir y celebrar juntos. No puede esconderse. Es como la luz de la que dijo Jesucristo: ‘Sois la luz del mundo. Una ciudad puesta en lo alto de un monte no puede esconderse’ (Mt 5,14). Veréis a Roma a través de unos lentes históricos y contemporáneos; compartiréis historias y hablaréis del futuro”.

“Quizás escuchéis ejemplos de personas cuya fe se convirtió en luz y cambió su historia personal. Es increíblemente impresionante cuando alguien se desvía del plan de su vida, cambia sus proyectos, cambia de dirección a mitad de viaje, es sorprendido por una luz y la sigue. ‘No se enciende una lámpara para ponerla bajo el celemín, sino sobre el candelero, para que dé luz a los que están en la casa’ (Mt 5,15). Y recordad, esta luz está siempre ahí. Nos muestra el camino a la conversión”.

“Incluso en un mundo que causa ansiedad con sus rápidos cambios, con problemas tales como el desempleo juvenil, el cambio climático, la crisis de la deuda, el abuso de poder, y una sociedad que corre principalmente detrás de la perfección y la eficacia, merece la pena seguir buscando esta luz. Y cuando la descubrimos, nos anima a detenernos, a hacernos a un lado y tomar un nuevo camino”, añade.

“Nos muestra alternativas al statu quo. Nos da corazones para una nueva solidaridad. Podemos proseguir caminos hacia una vida juntos que sea pacífica, sostenible y equitativa”. Y concluye deseando que “la luz de este 35 encuentro europeo en Roma brille sobre la cuestión de la identidad y la cohesión europea –especialmente cuando se anima a la desconfianza entre las naciones. Porque vosotros –jóvenes y mayores–, personas compasivas, solidarias y alegres, vosotros mismos sois la luz: ‘Dejad que vu
estra luz brille a los ojos de todos, para que vean vuestras buenas obras y alaben a vuestro Padre del Cielo’ (Mt 5,16). ¡Dejaos transformar por y en esta luz de Dios!”.

Secretario de la Comunión Mundial de las Iglesias Reformadas Setri Nyomi

“En un mundo lleno de tantos desafíos –afirma–, esta es una gran oportunidad para detenerse y dar gracias a Dios, hacer nuevos amigos, y abrazar la nueva y excitante realidad de un movimiento que puede marcar una diferencia en el mundo”.

Paralelamente a este encuentro, “la Comunión Mundial de las Iglesias Reformadas”, ora “para que vuestra mutua interacción y reflexiones, tiempo de oración y tiempo de compromiso con la acción hagan más profunda vuestra confianza en Dios. Los jóvenes sois la esperanza para un mundo roto. Esta esperanza revivirá solo si los jóvenes profundizan su fe en Dios y dentro de esa fe construyen juntos con personas de distintos orígenes y experiencia, de modo que todos puedan ser parte de la construcción de un futuro nuevo y saludable, lleno de justicia y paz”. Y concluye con un deseo de bendición para “todos los que entren en contacto con la comunidad de Taizé este año y en los venideros”.

Secretario general del Consejo Ecuménico de las Iglesias Olav Fykse-Tveit

“Que todos sean uno. Como tú, Padre, estás en mí y yo estoy en ti, que ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me has enviado” Juan 17,21”, comienza su mensaje.

El Consejo Mundial de las Iglesias (WCC) es una comunidad de 349 iglesias ortodoxas, anglicanas, protestantes y unidas, que representan a 560 millones de cristianos en más de cien países. El WCC se inspira para vivir en comunión con Dios a través de la oración y el servicio, “en la promesa de la oración de Jesucristo de que seamos uno –explica el secretario general–. Las iglesias de todo el mundo se unen en el amor de Cristo por la humanidad como vosotros os reunís en Roma para para reflexionar y profundizar vuestra confianza en Dios”.

“La oración de Jesucristo de que sus discípulos sean uno para que el mundo pueda creer (Jn 17,21) –señala- proporciona un fuerte fundamento para nosotros, en vistas a los desafíos a los que se enfrentan nuestras sociedades hoy. Es una oración a menudo utilizada en círculos ecuménicos, que proporciona la raíz de toda unidad cristiana posible y una profundización de nuestra confianza en Dios. Somos uno como cristianos, porque recibimos el mismo don de Dios “que está con nosotros y para nosotros” mediante Jesucristo.

Podéis preguntaros qué significa ser uno. Ser uno es reunirnos para dialogar, orar y reflexionar juntos y unir fuerzas para causas comunes. Ser uno es sostenernos unos a otros; ir más allá de nuestros intereses propios – a favor del otro, de la causa más alta de la unidad; de sostener juntos la misión de Dios. Somos muchos más fuertes juntos”.

El WCC tendrá su décima asamblea el próximo año en Busan, Corea, en torno al tema “Dios de vida, guíanos hacia la justicia y la paz”. Será una oportunidad, subraya, “para las Iglesias y comunidades para hacer justo eso: dialogar juntos, sostenernos juntos y unir fuerzas para causas comunes de justicia y paz. Será también una oportunidad para buscar comunión con Dios en la oración y la reflexión”.

Desea que en este encuentro en Roma, “la oración de Cristo sea una inspiración para vuestra ‘peregrinación de confianza sobre la tierra’. Que vuestras oraciones y reflexiones os acerquen a una confianza más profunda en Dios y en su amor por la humanidad para que seamos uno. Que experimentéis la unidad a través de vuestra mutua comunión. Y que encontréis esperanza y gratitud en todo lo que hagáis al celebrar la gozosa noticia del nacimiento de Jesucristo, nuestro Señor y Salvador”.

Iglesias de Ginebra

“A todos los bien-amados de Dios que están en Roma: a las cristianas y cristianos reunidos para esta nueva etapa de la peregrinación de confianza, las Iglesias de Ginebra, que contribuyeron al encuentro del año 2007, os saludan, hermanas y hermanos de todas las confesiones que os reunís en el nombre de Cristo, a la invitación de las Iglesias de Roma, con la comunidad de Taizé”, comienza el mensaje.

“¡Qué magnífica aventura vivís! –subraya–. Cinco años después, aún estamos marcados de modo duradero por la experiencia espiritual y humana vivida aquí en 2007, que fue posible porque tuvimos la voluntad ecuménica de marchar juntos. Desde los creyentes de base hasta los responsables de las Iglesias, desde personas con un poco de fe hasta los que tenían ganas de mover montañas (¡y lo hicieron!), todos, oramos hoy para que ese impulso esencial continúe atravesando nuestras comunidades y nuestras realidades eclesiales y sociales, hasta vosotros”.
“Nuestro tiempo es rico y conflictivo –analiza–. Los valores son plurales, a menudo, preciosos, a veces discutibles, y existen opciones de la sociedad que son contrarias o difíciles de comprender. Y todo no se elige: algunas cosas que se reciben son las más importantes, como la esperanza, la fe y el amor, mientras que otras son el resultado de decisiones tomadas de manera no siempre democrática, ni mayoritaria, ni respetuosa con el ser humano. Pero hay un área en el que como cristianos, tenemos opciones que hacer: cómo formar un cuerpo, según la invitación del apóstol Pablo, y cómo dar testimonio al mundo de la fe que hay en nosotros”.

“Formar un cuerpo –explica- es la cosa más esperada y más difícil para una Iglesia. La más esperada, pues es a esto a lo que somos llamados por Cristo; la más difícil, pues los consejos divergen en la Iglesia o entre las Iglesias. Y ahí donde la Palabra sola debería unirnos, más allá de nuestras tradiciones, nuestras historias, nuestras reivindicaciones, nuestras preferencias, nuestras referencias más o menos imperativas, vemos que a veces su lectura nos desune, y esto nos turba. Fieles en la oración, rogamos que Dios ilumine nuestras lecturas y nuestras opciones, él que nos acoge con nuestros impulsos y nuestras contradicciones y quiere ayudarnos a formar un cuerpo”.

“Formar un cuerpo creyente –añade- en una realidad eclesial, provisional pero hermosa, en el que hacemos el camino de la fe, bajo la mirada gozosa y atenta de Dios. Formar un cuerpo social en una Europa en proceso de grandes cuestionamientos y una nueva precariedad económica, bajo la mirada inquieta pero amante de Cristo. Formar cuerpo de humanidad para que, bajo el impulso del Espíritu, sepamos superar las facilidades y las tentaciones y acogernos en la riqueza de nuestras diferencias y de aquello que nos une, en nuevas solidaridades”.

“Sí, formar un cuerpo en la esperanza de dar cuerpo hoy a proyectos concretos, incluso y sobre todo, cuando subsisten los desacuerdos. Al soplo del Espíritu, caminar en el la confianza, incluso cuando el camino es incierto a nuestros ojos: creemos que Dios nos precede y que Cristo nos conduce, para renovar nuestras vidas, nuestras presencias, nuestro mundo”.

“Formar juntos un cuerpo es –concluye–, atreverse en la confianza a recorrer caminos de reconocimiento y acogida recíprocos, en la dinámica de la paz, y compartir, inspirados por la comunidad ecuménica de Taizé desde hace más de 60 años. Por la gracia de Cristo, vivimos de esta activa esperanza”.

Firman el mensaje: Christine Hauri, presidenta del Sínodo Cantonal de la Iglesia Católica cristiana; el obispo auxiliar de la Iglesia Católica romana Pierre Farine; y Charlotte Kuffer, presidenta de la Iglesia Protestante.

Secretario General de Naciones Unidas Ban Ki Moon

“Os reunís en un tiempo de profunda conmoción y cambio –inicia su mensaje el secretario general de la ONU–. Inseguridad, desigualdad e intolerancia afectan a demasiadas personas. Los gobiernos están malgastando fondos inmensos y preciosos en armas mortales, mientras reducen
las inversiones en sus ciudadanos que anhelan un trabajo y la perspectiva de una vida decente. Los líderes parecen estar intencionadamente ciegos a la urgencia de afrontar el cambio climático, reticentes a tomar las necesarias acciones decisivas”.

En el lado positivo, señala, “la pobreza extrema ha caído a la mitad desde 2000. Las transiciones democráticas están en marcha en el mundo árabe, en Myanmar y otros lugares. América Latina y Asia siguen haciendo importantes avances económicos y sociales. El crecimiento económico de África es el más rápido del mundo. Pero aún debemos esforzarnos más”.

Comunica estar prestando atención prioritaria a cinco imperativos: “desarrollo sostenible; prevención de conflictos, daños causados por desastres y abusos de los derechos humanos; construir un mundo más seguro; apoyar a los países en transición; y empoderar a las mujeres y la juventud”.

“Representáis la mayor generación de jóvenes que el mundo ha conocido jamás –asegura–. Pero las oportunidades para la juventud son inadecuadas. El desempleo juvenil está en niveles récord. Otros están atrapados en trabajos mal remunerados y con poco futuro, a pesar de su buena formación. Debemos trabajar juntos para hacer realidad vuestro potencial y beneficiarnos de vuestras energías, ideas y liderazgo”. Y concluye con sus mejores deseos para “un encuentro enriquecedor”.

Presidente del Consejo Europeo Herman van Rompuy

“El tema central de vuestro encuentro de este año es la fe y la confianza. La fe es para mí la adhesión a un misterio –explica–. La adhesión, y no necesariamente la creencia, que implica una ‘racionalización’, un enfoque más intelectual que espiritual: un cambio de un creer ‘a’ a un creen ‘en’. La creencia reside, pues, en palabras, conceptos, representaciones. Mientras que, como decía san Pablo (Carta a los Hebreos): ‘La fe es la sustancia de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve’. En realidad, cuando perdemos nuestras creencias, comienza nuestra fe”.
“Una fe que nos une –añade–, que nos religa al Otro y a los otros; al ‘hermano-extranjero’, irreductiblemente diferente de nosotros en cuanto que otro e irreductiblemente semejante a nosotros en cuanto que ser humano.

Fe que es relación. Pues esta relación nos hace descubrir el ‘más’ que hay en el otro y nos llama también a descubrirlo o a redescubrirlo en nosotros mismos”.

“He aquí por qué ‘el otro y yo’ no será jamás ‘uno más uno’, sino que nuestra suma será siempre superior a dos: el ‘más’ de la relación que se establece entre ‘el otro’ y ‘yo’ es un vínculo verdadero, un vínculo basado sobre ‘otra cosa’ distinta a una mera quimera o la pura materialidad”.
Aludiendo al lema del encuentro explica que “confianza no es solo una palabra o un concepto sino una actitud en la vida y ante la vida. La confianza, nos dice el hermano Alois ‘contiene una llamada: acoger con gran simplicidad el amor que Dios tiene por cada uno, vivir este amor y asumir los riesgos que implica’.

Tener confianza es tener fe en y con. En latín, la palabra es idéntica. Es decir sí: a la vida, al amor, al otro que viene. Fe y confianza. Para ir más allá. Para superarnos nosotros mismos y así ayudar a nuestra humanidad a superarse a sí misma, y acercarse al Misterio de la vida y, para el cristiano, acercarse al Padre”. Y concluye deseandp “encuentros fructíferos en esa magnífica ciudad de Roma, propicia a la reflexión, la meditación y recogimiento”.

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ZENIT Staff

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