Los milagros eucarísticos de Quebec

Entrevista con el padre Thomas Rosica

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ROMA, domingo, 13 julio 2008 (ZENIT.org).- ¿Quién dice que haya que visitar las antiguas iglesias de Europa para entrar en contacto con un milagro eucarístico?

El padre Thomas Rosica, religioso de los padres basilianos, presidene del canal de televisión «Salt and Light» de Canadá, afirma haber sido testigo de varios milagros en Canadá durante el 49 Congreso Eucarístico Internacional, que tuvo lugar en Quebec del 15 al 22 de junio.

«Salt and Light» emitió el congreso para la audiencia canadiense, así como para EWTN y para otras cadenas de televisión del mundo.

En esta entrevista concedida a Zenit, el padre Rosica habla de su experiencia en el congreso.

–Padre Rosica, ¿cuáles son sus impresiones tras este acontecimiento?

Padre Rosica: En muchos momentos de crisis y turbulencia en la historia cristiana, el Señor ha confirmado su presencia real en el Santísimo Sacramento de alguna forma milagrosa. En Quebec he redescubierto los extraordinarios relatos de milagros eucarísticos, pero esta vez no ha sido en las iglesias de la vieja Europa. He visto que la Eucaristía cobraba vida de una forma muy poderosa en el Pepsi Coliseum de Quebec durante toda una semana.

–Comencemos por las estadísticas. ¿Podría refrescarlas?

Padre Rosica: Cerca de 16.000 personas se registraron en alguno de los eventos del congreso en Quebec y 12.000 de ellos se registraron para todo el programa de la Expo Cité.

Dos tercios de los participantes de toda la semana (7.869) fueron canadienses. Los residentes de Quebec fueron los más numerosos con 4.898 registrados. La delegación canadiense más numerosa (2.449) fue de la diócesis de acogida, seguida de Montreal (789) y Toronto (538). La delegación internacional más numerosa provino de Estados Unidos (704).

La estadística final del número de jóvenes registrados para toda la semana del congreso de Quebec fue de 1.500. Otros 1.500 se sumaron sólo para las actividades del fin de semana, que incluía una vigilia en el sábado por la tarde y la misa conclusiva.

La presencia del «Service Jeunesse», formada por jóvenes de todo Canadá que trabajaron para el evento durante meses, fue muy significativa.

Asimismo, la presencia gozosa de nuevas comunidades y movimientos y de muchos otros grupos añadió una dimensión única y dinámica al congreso de Quebec.

El programa familiar para el fin de semana, que tuvo lugar en los exteriores de la Expo Cité de Quebec, reunió otras 1.000 personas. Además, 1.000 participaron en el programa del fin de semana para adolescentes.

Cerca de 2.000 miembros del clero estuvieron presentes entre los registrados, incluyendo a 42 cardenales, 285 obispos, 1.500 sacerdotes y cerca de 200 diáconos. A ellos se unieron en el congreso 1.800 religiosos. Fue una experiencia fuerte de Iglesia universal.

–Hemos oído hablar de la gran procesión del Santísimo Sacramento a través de las calles de Quebec. ¿Por qué considera usted que fue tan significativo este acontecimiento?

Padre Rosica: En la tarde del jueves los participantes se unieron al Santísimo Sacramento en una procesión de tres millas a través de Quebec, comenzando en el Pepsi Coliseum y terminando en el Ágora en el Old Port de Quebec. Cerca de 25.000 personas tomaron parte en esta gran procesión, algo que la gente de Quebec no había visto en 50 años.

–El cardenal Mar Ouellet dispuso una ceremonia de ordenación sacerdotal durante el congreso, el viernes por la tarde. ¿Cómo ha recibido este acontecimiento la Iglesia en Canadá?

Padre Rosica: La relación intrínseca entre la Eucaristía y el sacerdocio fue puesta de relieve en esta masiva ceremonia de ordenación. En una parte de Canadá y Norteamérica que ha tenido pocas vocaciones al sacerdocio en las últimas décadas, la ordenación de 12 jóvenes –8 de ellos de la nueva comunidad «Famille Marie Jeunesse»– ante una multitud de cerca de 12.000 personas suscitó una extraordinaria emoción, alegría, estallidos de aplausos, gratitud y abundantes lágrimas entre quienes asistían.

–Benedicto XVI dirigió un mensaje especial grabado para la vigilia de oración de la juventud el sábado por la tarde. ¿Cómo recibió la audiencia su mensaje?

Padre Rosica: El mensaje de Benedicto XVI afirmaba que en la Eucaristía los jóvenes descubren que son amados. Afirmaba: «Si abrís todo vuestro ser y toda vuestra vida a la mirada de Cristo, no quedaréis oprimidos; al contrario, descubriréis que sois amados de una manera infinita. Recibiréis la fuerza que necesitáis para construir vuestra vida y para realizar las opciones que se os presentan cada día».

–¿La lluvia torrencial de la mañana del domingo humedeció o desalentó los espíritus de quienes asistían a la misa conclusiva del congreso?

Padre Rosica: Ante una multitud de más de 50.000 personas en las históricas Llanuras de Abraham de Quebec, Benedicto XVI pronunció una homilía en directo vía satélites desde el Vaticano. Tocó varios de los grandes temas de su pontificado al dirigirse a esa enorme muchedumbre bajo paraguas e impermeables. Al final de la homilía, el Santo Padre anunció que el próximo Congreso Eucarístico Internacional tendrá lugar en Dublín, Irlanda, en el 2012.

–¿Qué conclusión saca usted del gran acontecimiento de Quebec? ¿Cuál es su esperanza para el futuro de la Iglesia en Canadá?

–Padre Rosica: El verdadero problema en Quebec ha sido el vacío espiritual creado por la ruptura entre religión y cultura. Esto ha provocado una pérdida significativa de memoria, trayendo consigo una crisis familiar y una crisis educativa, dejando a los ciudadanos desorientados, desmotivados y desestabilizados.

Nadie ha abordado esta indiferencia en los últimos años de forma más valiente, elocuente y pública que el cardenal Marc Ouellet. Si la Eucaristía es un don de Dios para la vida del mundo, el cardenal Ouellet ha sido verdaderamente un don de Dios para la vida de la Iglesia en Canadá, y especialmente en Quebec.

En varias ocasiones, durante la magnífica semana del Congreso Eucarístico Internacional, el cardenal indicó con énfasis que el congreso marcaba un «punto de inflexión». En la animada vigilia de oración del sábado con los jóvenes, el cardenal afirmó que sentía como si hubiera «vuelto de la muerte».

En uno de los días del congreso en Quebec, la lluvia diaria me obligó a pedir un taxi al Pepsi Coliseum. El joven taxista, un musulmán argelino, me preguntó de dónde venía, y luego me habló del congreso, habiéndose encontrando con tantos de los delegados por las calles de Quebec.

«¿Qué le han dado de comer a su gente durante estos días?», me preguntó. Me sentí desconcertado y le pedí que me lo explicara.

Me dijo: «Nunca he visto a tanta gente feliz en Quebec desde que vine aquí hace diez años. Debe haber algo en la comida y en la bebida. ¡Debe ser impresionante!».

Le dije que sí que era verdaderamente impresionante. El congreso ha sido una oportunidad privilegiada para Canadá de reactualizar el patrimonio histórico y cultural de santidad y compromiso social de la Iglesia, que tiene sus raíces en el misterio eucarístico.

En su encíclica del 2003 «Ecclesia de Eucharistia», el Papa Juan Pablo II escribía: «La Eucaristía edifica la Iglesia y la Iglesia hace la Eucaristía». El Congreso Eucarístico Internacional de Quebec no hizo más que esto.

Por Jesús Colina, traducción del inglés por Justo Amado

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ZENIT Staff

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