Los niños, en el corazón de la oración de Juan Pablo II

«Se les debe respeto, comprensión y amor», dice su plegaria

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 29 noviembre 2004 (ZENIT.org).- En diciembre, un momento en que la Iglesia universal celebra el nacimiento de Jesús entre los hombres, Juan Pablo II tiene a los niños en el centro de su oración y así lo propone a todos los fieles.

«Que los niños sean considerados como dones preciosos de Dios, a los cuales se debe respeto, comprensión y amor» es la intención general del mes que viene Apostolado de la Oración que todos los meses el Santo Padre asume como propia para ofrecer sus oraciones y sacrificios junto a miles de laicos, religiosos, religiosas, sacerdotes y obispos del mundo entero.

La preocupación por la dignidad y el respeto a la infancia ha sido uno de los puntos sobre los que el Papa ha insistido en 2004.

A principios de año se hizo público el mensaje de Juan Pablo II en preparación de la Cuaresma (Cf. Zenit, 29 de enero de 2004), en el que recordó que «al hacerse niño [Jesús] quiso compartir la experiencia humana».

En el tema de este año para aquel tiempo litúrgico, «El que reciba a un niño como éste en mi nombre, a mí me recibe» (Mateo 18,5), «las palabras de Jesús son una exhortación a examinar cómo son tratados los niños en nuestras familias, en la sociedad civil y en la Iglesia», recordó el Santo Padre.

Reconociendo la generosidad de todos los que forman y alivian los sufrimientos de la infancia, Juan Pablo II señaló también «el egoísmo de quienes no “acogen” a los niños».

«Hay menores profundamente heridos por la violencia de los adultos –denunció entonces–: abusos sexuales, instigación a la prostitución, al tráfico y uso de drogas, niños obligados a trabajar, enrolados para combatir, inocentes marcados para siempre por la disgregación familiar, niños pequeños víctimas del infame tráfico de órganos y personas» y del Sida.

Advirtió que los niños «son el futuro de la humanidad» y exhortó a «dedicar mayores cuidados a los niños en el propio ambiente familiar y social».

Hace poco más de dos meses, en la fiesta de la Natividad de la Virgen María, resonó nuevamente un grito de dolor de Juan Pablo II por las vejaciones a los niños (Cf. Zenit, 8 de septiembre de 2004).

El drama de numerosos pequeños indefensos de Beslán (en Osetia), víctimas de un secuestro y asesinados, fue el contexto a partir del cual el Papa pidió ampliar la mirada «a todos los niños inocentes que, en todas las partes de la tierra, son víctimas de la violencia de los adultos».

Insistió en los «niños obligados a empuñar las armas y a los que se les enseña a odiar y matar; niños inducidos a mendigar en las calles, de los que se abusa por fáciles ganancias; niños maltratados y humillados por la potencia y la injusticia de los grandes; niños abandonados a su suerte, privados del calor de la familia y de una perspectiva de futuro; niños que mueren de hambre, niños asesinados en tantos conflictos en diferentes regiones del mundo».

«Es otro grito de dolor de la infancia ofendida en su dignidad. No puede, no debe dejar indiferente a nadie», alertó el Santo Padre.

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ZENIT Staff

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