Los nuevos santos siguen cambiando vidas

Testimonios de los participantes en la canonización de este domingo 

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CIUDAD DEL VATICANO, domingo, 26 abril 2009 (ZENIT.org).- Los miles de peregrinos que este domingo llenaban la plaza de San Pedro del Vaticano para participar en la canonización de cinco nuevos santos testimonia cómo estos hombres y mujeres siguen tocando corazones y cambiando vidas.

Benedicto XVI proclamó santos a los italianos Arcangelo Tadini (1846-1912) fundador de las Hermanas Operarias de la casa de Nazaret, Bernardo Tolomei (1272-1348), fundador de la Congregación de Santa María del Monte Oliveto de la orden de San Benito, Gertrude Comensoli, (1847-1903) fundadora del Instituto de las Hermanas Sacramentinas y Caterina Volpicelli, (1839-1894), fundadora de las Esclavas del Sagrado Corazón.

También fue canonizado el portugués Nuno de Santa María Alvares Pereira, (1360-1431), héroe nacional de su país y religioso de la orden carmelita.

Miles de fieles con sus sombrillas abiertas, por los chubascos de lluvia que cayeron antes que comenzara la celebración, se preparaban para la misa leyendo las biografías y los escritos de quienes a partir de hoy son proclamados por al Iglesia como santos.

Caterina Volpicelli, un testimonio actual

Los fieles más efusivos esta mañana eran los devotos de Caterina Volpicelli, quienes se distinguían por una gorra roja con un prendedor de la santa. Vinieron especialmente de Nápoles y de otras ciudades donde está presente la comunidad de las Esclavas del Sagrado Corazón, fundada por ella en 1874.

«Aunque pertenecía a un siglo pasado, nosotros buscamos imitarla porque es una mujer actualísima, de nuestro tiempo. Ella dejó todo para convertirse en una mujer humilde y cercana a los pobres», dijo a ZENIT Carmelina Acitelli, quien vino desde Nápoles, ciudad donde nació Caterina, para esta ceremonia.

Nuno Alvares, un guerrero del Señor

Cientos de portugueses viajaron a Roma para la canonización de su héroe nacional Nuno Alvares Santa María, quien en 1385 venció la invasión castellana en la batalla de Valverde, razón por la cual su país logró reunificarse. En 1423, tras la muerte de su esposa, decidió retirarse en el convento carmelita de Lisboa.

En la plaza estaba también un grupo numeroso de hermanos carmelitas: «San Nuno pasó del servicio de las armas al pacífico servicio de Cristo. Esta es la belleza de este hermano que también en el servicio de las armas llevó el amor de Cristo, la justicia, en particular, respecto a sus ejércitos», dijo el hermano Giovanni, de la orden carmelita quien asistió a la canonización con 52 personas de la parroquia del Carmelo en Roma.

Arcangelo Tadini: El santo defensor de los trabajadores

Cientos de Hermanas Operarias del la Casa de Nazaret presenciaron la canonización de su padre fundador Arcangelo Tadini.

«Es un santo cercano al mundo del trabajo. Veía las necesidades de la Iglesia cuando había chicas hiladoras que tenían tantas necesidades de cuidado y ayuda y de ser instruidas en la fe», aseguró la hermana Maria Paola, perteneciente a esta comunidad.

Los fieles que presentaron al Papa las ofrendas eran quienes habían recibido los milagros para la canonización de cada uno de estos santos. Entre ellos estaban los esposos Roberto Marazzi y Elizabeta Fostini, quienes por intersección del santo Tadini, luego de enterarse que eran estériles, lograron concebir dos hijos: María, y Giovanni.

«Sed almas generosas, testimoniando con vuestro ejemplo que el trabajo no es humillación sino una gloria que ennoblece, haciéndo similares a Jesús que amó y santificó por treinta años en la casa de Nazaret», dice el santo Tadini en uno de sus escritos. 

Gertrude Comensoli, santa de la Eucaristía

Con pancartas que mostraban a Jesús Sacramentado y pañuelos blancos las Hermanas Sacramentinas también manifestaron su alegría por la canonización de su fundadora Madre Gertrude Comensoli.

«La adoración es para nosotros acto de cada acción. Cada día tenemos una hora de adoración y cada semana, en la casa madre, tenemos la adoración continua, de noche y de día, porque nuestro carisma es el de Jesús sacramentado», dice la hermana Maria Angela, perteneciente a esta comunidad.

 «Tendré siempre mi corazón dirigido al Altar donde vive el amante Jesús. Cansada y oprimida, allí estará mi largo descanso», dice la santa en uno de sus escritos.

Tolomei, santo del silencio y la oración

Bernardo Tolomei, fundador del monasterio del Monte Oliveto se ha convertido en el último santo fundador de una orden benedictina en ser canonizado.

De este grupo de santos, Tolomei fue el que vivió hace más tiempo. Pasaron 660 años desde su muerte para que pudiera llegar a los altares.

«Alguien decía: ha sido tan humilde en su vida que no quería ser santo. Su humildad la hizo concreta en el servicio», dijo el monje Roberto Nardin, perteneciente a la comunidad del Monte Oliveto.

«Èl se entregó totalmente, en Cristo, a través del don de la vida para los hermanos. Había una peste en Siena. Pudo haberse ido cómodamente adonde no estaba la peste y en cambio fue  a ayudar a sus hermanos y luego murió también él», aseguró Roberto.

«El dulcísimo Cristo suele suministrar a sus siervos bebidas de hiel, sea para purificarlos o para amaestrarlos, sea para que ellos crezcan para obtener los premios de sus méritos», dice el santo en uno de sus escritos.

Así cuatro fundadores y un héroe nacional comenzaron a hacer parte de la lista de los santos, dejando profundos y actuales testimonios en sus fieles y devotos.

«Nosotros todos estamos llamados a la santidad, a dejar que Dios actúe en nosotros, a ser sus amigos», aseguró el Papa Benedicto XVI  en el rito penitencial de la misa.

Por Carmen Elena Villa

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ZENIT Staff

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