Los obispos argentinos reclaman leyes que respeten la familia y la vida

En su documento «La familia: imagen del amor de Dios»

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BUENOS AIRES, lunes, 24 mayo 2004 (ZENIT.org).- Los obispos de Argentina han pedido a las autoridades un marco legal que respete y promueva el bien de las personas, el matrimonio y la familia, que no encuentran nuevos cauces para sostenerse y crecer ante los nuevos desafíos que enfrentan.

Así se desprende del documento «La familia: imagen del amor de Dios» de la Conferencia Episcopal Argentina –difundido el sábado pasado–, aprobado en el marco de 87ª asamblea que los obispos cerraron el 15 de mayo.

Y es que «el individualismo y la crisis de valores» también ha llegado a las familias, que además se encuentran en jaque «por legisladores que alientan su disolución» –denuncian los prelados– y «por modelos ideológicos que relativizan los conceptos de persona, matrimonio, familia», entre otros factores.

De hecho «la mentalidad materialista» no reconoce un valor a la vida «en sí misma y por sí misma» y acaba alimentando «una cultura de muerte, que se manifiesta en el desprecio y la marginación de los enfermos y ancianos, en el aborto, la eutanasia, el homicidio, el desprecio por el compromiso para siempre», constatan.

Pero «el hombre, imagen viviente de Dios, vale por sí mismo y no por aquello que sabe, produce o posee», por lo que los obispos argentinos proclaman que la vida «ha de ser respetada desde su concepción hasta la muerte natural» y «resguardada de toda forma de violencia y preservada de todos los peligros que la amenazan».

Entre éstos citan «las nuevas formas de reproducción artificial y la manipulación genética, la promoción de la anticoncepción, la esterilización, el alcoholismo, la drogadicción, la pobreza, la miseria y la eutanasia» y «el homicidio», «un crimen tremendo en cualquiera de sus formas, particularmente en el aborto».

Con todo, los obispos perciben que la familia «continúa siendo un valor apreciado por nuestro pueblo», y que como «institución fundamental de la sociedad» espera «que sea reconocida su identidad y aceptada su naturaleza de sujeto social».

«Fundada en el matrimonio» –explican– «la familia abierta a la descendencia es la realidad básica que articula las relaciones primeras y los derechos fundamentales de la persona» y «es una institución natural, anterior a cualquier otra comunidad, incluido el Estado».

Por eso «se debe ayudar a las personas a llegar al matrimonio» y «la familia exige que no se la equipare con otras realidades que no tienen la misma identidad: uniones libres, uniones de hecho, uniones de personas del mismo sexo». «Tratar como iguales realidades desiguales, es una injusticia», observan los obispo de Argentina.

Ante estos desafíos, los prelados recuerdan que «la misión de la ley civil consiste en garantizar el bien común de las personas mediante el reconocimiento de la dignidad de las mismas, la defensa de sus derechos fundamentales, la promoción de la paz y de la moralidad pública».

Subrayan que «las nuevas posibilidades de la técnica en el campo de la biomedicina requieren la intervención de las autoridades políticas, legislativas y sociales, porque el recurso incontrolado a esas técnicas podría tener consecuencias imprevisibles y nocivas para la familia y la sociedad civil».

También se necesita «un marco legal que promueva una cultura del discernimiento y la responsabilidad en el ejercicio de la sexualidad y la comunicación de la vida» y «que asegure a la familia la centralidad de su aporte, y promueva su rol social».

«Es necesario –insisten– un marco legal que respete el derecho fundamental a la vida desde la concepción y excluya en absoluto el crimen del aborto».

Los obispos argentinos piden asimismo legislación «que afirme el derecho y el deber del “consentimiento informado” de quienes acceden a los servicios de salud» y «que reconozca explícita y plenamente el derecho a la objeción de conciencia por parte de los prestadores de salud frente a prácticas que, aunque autorizadas por la ley, fueren consideradas por ellos éticamente inaceptables».

Y recuerdan la necesidad de un contexto legislativo «que reconozca y defienda el insustituible e inalienable derecho-deber de los padres a la educación moral de sus hijos».

Al concluir su documento, los prelados invitan a científicos e investigadores «a entregarse al servicio de una nueva cultura de la vida» y a legisladores y gobernantes «a que no promulguen leyes que, ignorando la dignidad de la persona, minen las raíces de la misma convivencia ciudadana».

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ZENIT Staff

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