Los obispos congoleños denuncian el "genocidio silencioso"

Los conflictos dejan 45.000 víctimas mortales cada mes

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KINSHASA, martes, 18 noviembre 2008 (ZENIT.org).- Los obispos de la República Democrática del Congo han denunciado el «genocidio silencioso» que vive su país ante los ojos del mundo entero.

En un dramático documento, que lleva por título «La República del Congo llora a sus hijos y no quiere consolarse», la Comisión Permanente del episcopado hace un análisis de las causas de la guerra, que encuentra una de sus causas en sus enormes riquezas naturales.

Desde finales de agosto, los combates han provocado una situación humanitaria catastrófica con más de 250.000 personas desplazadas, la mayoría sin poder ser asistidas por las organizaciones humanitarias a causa de la inseguridad.

Los combates enfrentan al ejército de la República contra el insurgente Laurent Nkunda, antiguo general que ha lanzado un movimiento rebelde que, según él dice, busca proteger a los tutsis de las milicias hutus que escaparon al Congo tras el genocidio de Ruanda de 1994, que dejó más de 500.000 muertos, en su mayoría tutsis.

En un informe divulgado a principios de este año en Kinshasa, la organización humanitaria «International Rescue Committee» señala que los conflictos y las crisis humanitarias que la República Democrática del Congo ha sufrido desde 1998 han dejado ya un saldo de 5,4 millones de muertos y continúan causando una media de 45.000 víctimas mortales cada mes.

«Vivimos un auténtico drama humanitario que, como un genocidio silencioso, se está llevando a cabo bajo los ojos de todos. Las masacres a gran escala de la población civil, el exterminio selectivo de los jóvenes, las violaciones sistemáticas llevadas a cabo como un arma de guerra, se han desencadenado de nuevo con una crueldad y una virulencia impensables contra la población local que no ha exigido más que una vida tranquila y digna en sus tierras».

Por este motivo, los prelados plantean la misma pregunta que se hacen los analistas: «¿Quién estará interesado en semejante drama?».

«Es evidente que los recursos naturales de la República Democrática de Congo alimentan la avidez de ciertas potencias y no son ajenos a la violencia que se impone a la población», responden.

En efecto, afirman los prelados, «todos los conflictos se producen en las rutas económicas y en torno a los yacimientos de minerales».

«¿Cómo se puede entender que los diferentes acuerdos sean violados sin ninguna presión eficaz para obligar a sus signatarios a respetarlos?», siguen preguntándose.

<p>»Las distintas conferencias y reuniones para resolver esta crisis no han abordado todavía los temas de fondo y no han hecho más que postergar y defraudar las aspiraciones legítimas de paz y justicia de nuestro pueblo».

En particular, denuncian «el plan de balcanización», es decir, la división y fragmentación del territorio, como sucedió con la antigua Yugoslavia.

«Se tiene la impresión de una gran conspiración que permanece escondida –señalan–. La grandeza de la República Democrática del Congo y sus numerosas riquezas no deben servir de pretexto para hacer de ella una jungla».

Por eso, piden «al pueblo congoleño que no ceda jamás a las veleidades de quienes quieren la balcanización de su territorio nacional».

Recomiendan, por tanto, que jamás se firme «una revisión de las fronteras establecidas a nivel internacional y reconocidas por la Conferencia de Berlín y los acuerdos posteriores».

Los obispos denuncian «todos los crímenes cometidos contra ciudadanos pacíficos», así como «la dejadez con que la comunidad internacional trata los problemas de la agresión de la que nuestro país es víctima».

La Conferencia Episcopal pide «a la comunidad internacional que se empeñe sinceramente en hacer respetar el derecho internacional».

«Consideramos imperiosa la necesidad de enviar una fuerza de pacificación y de estabilización para restablecer los derechos en nuestro país. Todo el mundo ganará más con un Congo en paz, que con un Congo en guerra».

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ZENIT Staff

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