Los obispos de Europa anuncian una «conversión pastoral» con los jóvenes

El Simposio de prelados del continente pide un «salto de calidad»

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ROMA, 30 abril 2002 (ZENIT.org).- La Iglesia en el viejo continente quiere dar «un salto de calidad» en la atención a los jóvenes ha asegurado el X Simposio de Obispos europeos, celebrado en Roma del 24 al 28 de abril.

Se trata, han reconocido los obispos de «una verdadera y propia conversión pastoral» que implica «considerar a los jóvenes cristianos, no sólo como un sector u objeto específico de pastoral juvenil, sino a reconocerlos y recibirlos como don de Cristo a su Iglesia en toda su misión».

Esto implica, han explicado los obispos que han participado en el encuentro en su comunicado final estudiar con los chicos y chicas «las situaciones y los problemas y realizando con ellos programas e iniciativas».

«Para esto se requiere dar un salto de calidad, una verdadera y propia conversión pastoral –añaden–. Ayudarles, pues, en su formación, establecer con ellos formas de escucha, de diálogo, de encuentro, de proyección y cumplimiento de la voluntad de Dios».

El Simposio ha sido organizado por el Consejo de las Conferencias Episcopales Europeas (CCEE), cuyo presidente es monseñor Amédée Grab, obispo de Chur (Suiza).

En el encuentro participaron por primera vez jóvenes en representación de los diferentes países europeos, quienes en un comunicado final se comprometieron a dar su propia aportación «a la edificación de una «casa común» europea más humana y cristiana».

Los delegados juveniles piden encontrar en cada obispo «un guía espiritual, que no sea sólo un profesor, sino un testigo que nos acompañe en el encuentro personal con Cristo».

En ese sentido, les piden «que nos enseñéis a rezar, que recéis con nosotros y por nosotros, y que nos ayudéis a redescubrir y vivir el verdadero sentido de la liturgia» así como tener ocasiones de encuentro (conferencias, sínodos, simposios…) para poder continuar el camino comenzado en este Simposio».

En su comunicado final, los obispos reconocen: «Desgraciadamente, sucede que muchos jóvenes sienten a la Iglesia, lugar natural para el encuentro con Cristo, como lejana, extraña, poco creíble e incapaz de hablar al hombre de nuestro tiempo».

Para afrontar esta situación, consideran que se necesitan, por una parte, «comunidades cristianas (parroquias, instituciones religiosas, movimientos y otras realidades eclesiales) en las que se experimenten relaciones humanas profundas y genuinas, ricas de comunión y amistad».

Por otra parte, añade, estas realidades deben ser capaces «de hacer una propuesta de fe más alta en las metas, más exigente en la calidad, más profunda en la espiritualidad, manteniendo estrechamente unido el mensaje con la vida de las personas y con las expectativas más radicales del corazón humano».

«Los jóvenes no son solamente receptores del anuncio –explican–, sino que sienten la vocación de ser ellos mismos protagonistas de la misión a los jóvenes y a cualquier otra persona. Su contribución se ha de reconocer hoy como un bien necesario e insustituible para la evangelización de Europa».

Para lograr este objetivo, los obispos se han propuesto tres compromisos.

En primer lugar, han reconocido que «La nueva frontera de la evangelización en Europa pasa a través de una nueva conciencia misionera con el coraje y la creatividad de iniciativas concretas».

«Sólo una comunidad plenamente misionera podrá hacer creíble y significativo el testimonio del Evangelio en la sociedad, por esto la formación misionera se convierte en criterio de la misma identidad del cristiano», explican.

En segundo lugar se comprometen a «Evangelizar a los jóvenes y dejarse evangelizar por ellos».

En tercer lugar, se esforzarán por escuchar a los jóvenes. Los chicos y chicas, constatan, piden a los obispos «que encuentren el tiempo específico de encuentro y diálogo con ellos, valorando también la vía epistolar, compartiendo juntos problemas, búsquedas, experiencias, con el corazón y con la inteligencia, proponiendo con claridad el Evangelio y además ayudando a vivirlo».

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ZENIT Staff

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