Los obispos dominicanos reflexionan sobre los problemas del país

Mensaje de la Conferencia Episcopal de la República Dominicana

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SANTO DOMINGO, lunes 1 de marzo de 2010 (ZENIT.org).- Con ocasión de la fiesta de la Independencia Nacional, celebrada el pasado sábado 27 de febrero, los obispos de la República Dominicana han dirigido un mensaje a los fieles y a todos los dominicanos y dominicanas de buena voluntad sobre la situación nacional, titulado “Desde la proximidad a nuestra gente”.

Los obispos recuerdan que, con 11 Diócesis y un Ordinariato Castrense, su encarnación en la realidad la hacen a través de 584 parroquias.

Afirman en primer lugar que un mensaje “que no debemos olvidar”, a propósito del terremoto económico-financiero que ha sacudido ferozmente al mundo, es que, “cuando las cosas no se hacen bien y no se ponen remedios a tiempo, el mal se agrava y llegado un momento revienta causando males insospechados”.

Citan a Benedicto XVI, en su encíclica Caritas in veritate, con “incisivos pronunciamientos que merecen ser reflexionados por nosotros los dominicanos”.

Los obispos denuncian “la falta de jerarquización notable en el Presupuesto Nacional, en la distribución del capital disponible en relación con las necesidades nacionales”.

Respecto a la educación señalan que “tiene prioridad absoluta”.

En cuanto a la energía eléctrica, afirman que “es uno de nuestros mayores fracasos” y exhortan “al Gobierno y a los sectores empresariales involucrados en esta área de la economía nacional, a no escatimar esfuerzos en buscarle una solución definitiva a tan grave problema”.

Señalan que “la vida ha perdido entre nosotros su grandeza e inviolabilidad. Estremece el número creciente de personas muertas violentamente por ajustes de cuentas, por violencia de género, por problemas internos en el mundo de la droga, por imprudencias en las carreteras o avenidas y por la presencia entre nosotros de sicarios asalariados y hasta por suicidios”.

En cuanto a la droga, indican que “es un monstruo que con su poderío económico y con sus métodos está invadiendo todo, no excluida la policía, las fuerzas armadas, las autoridades y jueces. La droga corroe, degenera, envilece, destruye, mata y descompone la sociedad”.

Los obispos constatan que “son muchos los que perciben una cierta dejadez y parsimonia en el Poder Público y que echan de menos más dinamismo y acciones rápidas y eficaces ante los problemas que nos acosan. Estos, creados por nosotros, no se resuelven por sí mismos. Exigen para su remedio de la acción de todos”.

Sobre la pobreza afirman que tiene dos expresiones: sus condiciones de vida y el estado de pobreza y sus causas y que “es obligación del Poder Público y de la sociedad civil mejorar sus condiciones de vida”.

En cuanto al campo indican que su desarrollo “exige modernización, tecnificación, nuevos modos gerenciales y la ayuda estatal y social con miras al consumo nacional y a la exportación. Se requiere una mejor planificación y una mayor inversión por parte del Gobierno, no sólo en la producción agrícola, sino también en el mejoramiento de la calidad de vida del hombre que trabaja la tierra. Además, es demandable una mayor participación empresarial en este sector de la economía”.

Respecto a la democracia indican que está amenazada por la pérdida de estima de los políticos y señalan la necesidad de que “los partidos y los políticos recuperen y vivan la dignidad de su quehacer”.

Sobre la nueva Constitución, albergan “la esperanza de que el texto constitucional sea ampliamente difundido y estudiado, para que cada dominicano y dominicana adquiera clara conciencia  de sus derechos y deberes y actúe conforme a éstos”.

En relación a las próximas elecciones, señalan que “es el momento de enderezar nuestras campañas electorales. En medio de la crisis económica, que envuelve a la humanidad, es una insensatez hacer una campaña costosa, dispendiosa. Debe ser austera”. “Y no olvidar que a los ciudadanos les repugnan las promesas y las descalificaciones de unos con respecto a otros. La sociedad reclama una campaña serena, respetuosa, digna”.

A los electores, recuerdan “actuar conforme a la conciencia recta, escogiendo a los candidatos más idóneos y a los que consideren que puedan servir mejor al bien común y a la patria, y sobre todo, valorar a aquellos que en el transcurso de su vida pública hayan demostrado una mayor coherencia con los principios éticos y los valores morales”.

Piden que “el tiempo no nos haga olvidar la solidaridad con el pueblo haitiano”, y concluyen con los “mejores deseos de paz, bienestar y felicidad y de dones y gracias de Dios Nuestro Señor para todos los dominicanos y dominicanas”.

Por Nieves San Martín

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ZENIT Staff

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