Los obispos europeos critican la Carta de Derechos Fundamentales

Habla el cardenal Ruini, presidente del episcopado italiano

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LOVAINA, 22 oct (ZENIT.orgAvvenire).- Los presidentes de las 34 conferencias episcopales de Europa se han reunido del 19 al 22 de octubre, en Bruselas y Lovaina para estudiar, entre otros temas, la Carta de Derechos fundamentales, aprobada hace pocos días por la Unión Europea en cumbre de Biarritz. El presidente de la Conferencia Episcopal italiana, cardenal Camillo Ruini, revela en esta entrevista el debate que ha tenido lugar entre los obispos.

La Carta será aprobada en la próxima reunión del Consejo europeo en Niza, el 7 de diciembre. Todavía no se sabe su tendrá un valor vinculante para los países de la Unión (Gran Bretaña se opone a esta posibilidad) o si no será más que una declaración de buenas intenciones.

–En estos días, obispos del Este y del Oeste de Europa se han confrontado sobre problemas suscitados por la unificación europea. ¿Ha surgido una posición común ante la Europa unida que se está extendiendo a nuevos países miembros?

–Querría subrayar, antes que nada, que el interés por el proceso de unificación europea es verdaderamente grande, no sólo en los obispos de los países del Este, sino también en los episcopados de los países que todavía no forman parte de la Unión. Los encuentros que hemos tenido en Bruselas con los altos responsables de las instituciones europeas se inscriben en esta dinámica de conocimiento y de diálogo con una realidad como la de la Unión Europea, destinada a tener cada vez más influencia sobre la vida de nuestras sociedades.

Ha emergido claramente la voluntad de dar una aportación positiva a la unificación del continente según la línea que ha caracterizado el empeño de los católicos desde finales de la segunda guerra mundial hasta hoy.

–En este sentido se ha expresado el fuerte mensaje que el Papa ha dirigido a su Asamblea…

–Juan Pablo II nos ha querido recordar que la fe cristiana es un elemento fundante de Europa y una matriz siempre esencial para la vida de los pueblos y de los ciudadanos de nuestro continente. De este modo, el Santo Padre ha expresado el sentir profundo y unánime de los obispos europeos, conscientes de la importancia decisiva que el cristianismo tiene para Europa no sólo en el pasado sino también en el presente y en el futuro.

–Han dedicado más de una sesión a hablar y debatir sobre la Carta de Derechos Fundamentales de la Unión Europea. ¿Por qué tanto interés?

–Era natural que después de la cumbre europea de Biarritz, donde se ha aprobado definitivamente la Carta, la asamblea de los obispos examinase la cuestión en profundidad. A tal fin nos hemos valido de la valiosa colaboración de la COMECE (Comisión de los Episcopados de la Comunidad
Europea), que ha seguido paso a paso el proceso de formación de la Carta de los Derechos.

–¿Que juicio han dado?

–El Consejo ha evaluado de manera favorable el hecho de que se haya redactado la Carta de los Derechos Fundamentales como inicio de un proceso «constituyente» de la Unión Europea. Esto contribuirá ciertamente a superar los riesgos y los límites de una visión puramente económica del proceso de integración. Nos alegramos por el hecho de que la Carta reconozca el principio de subsidiariedad junto al de solidaridad. Traducido en términos concretos, estos dos principios señalan el futuro de Europa que debe perseguir una unidad verdadera en el respeto a las diversas
identidades nacionales. La Unión se presenta bajo este perfil como algo nuevo, incluso desde el punto de vista de las formas de soberanía hasta ahora conocidas.

Al mismo tiempo y con mucha franqueza hemos expresado nuestra clara insatisfacción por el modo en que han sido afrontados algunos temas importantes que pueden tener un papel decisivo en el presente y el futuro de Europa.

–¿Qué es lo que no está bien en esta Carta?

–Querría recordar sobre todo tres puntos sobre los que nos hemos sentido en el deber de realizar críticas. Antes que nada el hecho de que la prohibición de la clonación de seres humanos se haya limitado a la clonación reproductiva, de modo que deja abierto el camino a la terapéutica. En segundo lugar, consideramos francamente inaceptable la distinción entre el derecho a casarse y el derecho a constituir una familia, legitimando de este modo formas de unión diversas de las fundadas sobre el matrimonio. Por último, nos parece muy extraño e inquietante que la Carta haya omitido reconocer una específica relevancia jurídica e institucional a las Iglesias y a las comunidades religiosas.

–En días pasados, a alguno no le gustaron las observaciones críticas hechas por el Episcopado italiano a esta carta…

–Debo decir que sobre estos temas la sensibilidad de los obispos europeos es si cabe más crítica que la que ha manifestado el Episcopado italiano. Los comentarios que a menudo se leen en nuestra prensa, según los cuales la posición de la Conferencia Episcopal Italiana en esta materia sería típicamente italiana, por no decir extremista, resultan en verdad lejanos de la realidad. Que quede claro: la insatisfacción expresada respecto a la Carta de los Derechos no significa en ningún modo un menor compromiso a favor de la unidad europea. Por el contrario, los obispos europeos están profundamente convencidos de la necesidad de construir juntos Europa y del hecho de que sólo salvaguardando algunas estructuras portantes de nuestra civilidad europea esta construcción podrá resultar benéfica y duradera.

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ZENIT Staff

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