Los octillizos nacidos en Estados Unidos plantean preguntas

Preocupación por el uso de la fecundación artificial

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ROMA, domingo, 1 marzo 2009 (ZENIT.org).- Las últimas noticias sobre el nacimiento de octillizos de Nadya Suleman han hecho que aumente la preocupación sobre cómo se está utilizando la fecundación in vitro.

El 26 de enero, Suleman, que es soltera, desempleada y ya tiene 6 hijos, dio a luz 6 niños y 2 niñas, informaba el 4 de febrero el Washington Post. La noticia, observaba el artículo, ha causado amplia preocupación por la falta de regulación de las clínicas de fecundación in vitro.

«Tienes un mercado prácticamente sin regular con una ley equivocada que hace las veces de regulación en Estados Unidos», declaraba al Washington Post David C. Magnus, director del Centro Stanford para la Ética Biomédica.

Casi un tercio de los nacimientos por fecundación in vitro en Estados Unidos dan como resultado gemelos o más, informaba el 12 de febrero el New York Times. De hecho, a diferencia de otros muchos países, en Estados Unidos no existen límites sobre cuántos embriones pueden implantar las clínicas de fecundación in vitro.

El New York Times citaba datos de los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades que revelan que, en 1996, hubo 64.681 procedimientos de fecundación in vitro, llevados a cabo en 330 clínicas. Según la última información disponible – no se daban fechas en el artículo – el número de procedimientos ha aumentado hasta los 134.260 en más de 483 clínicas a lo largo del país. En total, cada año nacen en Estados Unidos más de 50.000 niños como resultado de estos procedimientos.

El nacimiento de octillizos es un ejemplo del uso irresponsable de la tecnología reproductiva, afirmaba Scott B. Rae, miembro del Center for Bioethics and Human Dignity, en un comentario el 13 de febrero en la página web de la organización. Tales procedimientos ponen en peligro tanto la salud de la madre como la de los hijos, comentaba.

Peligros genéticos

Los nacimientos múltiples no son ni mucho menos el único tema asociado con la fecundación in vitro. Poco después del asunto de los octillizos, el New York Times publicaba el 17 de febrero un largo artículo sobre los riesgos genéticos implicados en la utilización de la fecundación in vitro.

Los investigadores cada vez están más preocupados por los cambios que pueden tener lugar en los embriones que crecen fuera de la matriz durante varios días antes de ser implantados. El artículo observaba que algunos estudios han descubierto que puede haber un desarrollo génico anormal y un aumento de desórdenes genéticos debido a la fecundación in vitro.

El artículo citaba un estudio publicado el pasado noviembre por los Centro para el Control y la Prevención de Enfermedades que descubrieron un aumento de algunos defectos de nacimiento en bebés concebidos por fecundación in vitro.

El New York Times añadía que los descubrimientos son preliminares; no obstante, el artículo citaba la preocupación de los expertos en este campo: «Hay un consenso creciente en la comunidad clínica de que existen riesgos», declaraba al New York Times Richard M. Schultz, decano de ciencias naturales en la Universidad de Pennsylnavia.

Otros estudios también revelan preocupación por las consecuencias de la fecundación in vitro. Los niños nacidos a través de ella pueden ser más propensos a la agresión y a problemas de conducta en la adolescencia, informaba el periódico Australian el 21 de octubre.

Un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Cambridge y presentado en una conferencia sobre fertilidad en Brisbane, Australia, comparaba a 26 niños concebidos por fecundación in vitro con 38  que fueron adoptados y 63 que fueron concebidos naturalmente. En los niños concebidos por fecundación in vitro se observó una pequeña diferencia en cuanto a problemas de conducta.Al día siguiente, el periódico Australian publicaba otro artículo sobre el tema, informando que las madres de niños in vitro sufrían mayores dificultades para hacer frente a las exigencias de la maternidad.

Un estudio patrocinado por el Australian Research Council, IVF Australia y Melbourne IVF, encontró que las mujeres que concebían de esta forma son más propensas que las demás a tener problemas postparto.

En Inglaterra, un reportaje en el periódico Telegraph el 30 de julio afirmaba que los niños concebidos in vitro son más propensos a nacer prematuramente y pesar menos al nacer.

Un equipo de investigación encabezado por Liv Bente Romundstad, de la Universidad noruega de Ciencia y Tecnología de Trondheim, examinó a más de 2.500 mujeres que habían concebido tanto naturalmente como a través de fecundación in vitro y compararon los resultados con más de 1 millones de concepciones naturales.

Los resultados demostraron que los bebés concebidos in vitro eran un 31% más propensos a morir en el periodo anterior y posterior al nacimiento. De media, nacían dos días antes y eran un 26% más pequeños para su edad.

Sin límites

Otro motivo de preocupación es cómo los bebés concebidos in vitro son utilizados como objetos para satisfacer las exigencias de sus padres. Un reportaje el 30 de diciembre en el Telegraph contaba que una mujer india de 70 años que había dado a luz una niña en noviembre ya estaba planeando tener un segundo hijo.

Rajo Devi, de 70 años, tuvo una niña, Naveen Lohan, el 28 de noviembre. Según parece ahora quiere un niño.

Rajo y su marido, Bala Ram, fueron a la Clínica de Fertilidad Nacional Hisar para un tratamiento después de oír que una mujer de sesenta años había dado a luz gemelos. Los óvulos donados por otra mujer fueron fecundados con el esperma de Bala e implantados en Rajo.

Otra fuente de preocupación es el hecho de que los niños acaben en estructuras familias convulsas, por decir un eufemismo. En Canadá, informaba el 29 de enero el National Post, un tribunal sentenció sobre una disputa que implicaba a una pareja lesbiana y a un hombre homosexual que fue el donante de esperma.

Según el artículo el tribunal dictaminó que el contrato de donación entre el hombre y la pareja era inquebrantable, abriendo así la posibilidad de que un niño tenga múltiples padres cuando hay donantes implicados.

La pareja y el hombre firmaron un contrato antes de que naciera el niño, que le daba algunos derechos como una especie de co-padre. Las disputas que vinieron después entre la pareja y el hombre dieron como resultado que se restringiera su acceso al niño, algo que la corte le ha devuelto ahora.

Luego vino la noticia a finales del año pasado de una mujer de 56 años que dio a luz a sus nietas trillizas, informaba el 11 de noviembre Associated Press. Jaci Dalenberg, de Ohio, accedió a ser la madre para su hija, Kim Coseno, y su marido, Joe.

Coseno tenía dos hijos de un matrimonio anterior pero era incapaz de tener otro hijo por causa de una histerectomía. Coseno podía aún producir óvulos, por lo que fueron fecundados con el esperma de su nuevo marido e implantados en su madre. Las niñas nacieron el 11 de octubre, con un adelanto de dos meses.

Dignidad humana

«A cada ser humano, desde la concepción hasta la muerte natural, se le debe reconocer la dignidad de persona», decía una instrucción de la Congregación para la Doctrina de la Fe el 8 de diciembre.

El documento trata de algunas cuestiones de bioética relacionadas con la vida humana.

«El ser humano debe ser respetado y tratado como persona desde el instante de su concepción y, por eso, a partir de ese mismo momento se le deben reconocer los derechos de la persona, principalmente el derecho inviolable de todo ser humano inocente a la vida», observaba la declaración en el número 4.

En cuanto a las técnicas de fertilidad asistida, el documento ha aclarado que no se rechazan porque sean artificiales. El uso de la medicina y de la ciencia no se rechaza, sino que
es esencial evaluarlas de acuerdo a la dignidad de la persona humana.

La fecundación in vitro, observaba la Congregación para la Doctrina de la Fe, implica la destrucción de embriones. Además, la procreación se separa del acto conyugal del marido y de la mujer.

«La Iglesia reconoce la legitimidad del deseo de un hijo, y comprende los sufrimientos de los cónyuges afligidos por el problema de la infertilidad», admitía el documento.

Sin embargo, añadía, «el deseo de un hijo no puede justificar la ‘producción’ del mismo, así como el deseo de no tener un hijo ya concebido no puede justificar su abandono o destrucción».

En la actual crisis económica, el consumismo está cada vez más desacreditado, pero cuando se trata de la vida humana parece que el consumidor es el rey, en detrimento de la dignidad humana.

Por el padre John Flynn, L. C., traducción de Justo Amado

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ZENIT Staff

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