"Los países occidentales deben tener una mejor comprensión del Islam"

Entrevista al nuncio emérito en Medio Oriente, arzobispo Paul-Mounged El-Hachem

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ROMA, domingo 22 abril 2012 (ZENIT.org).- Mark Riedemann para ‘Dios llora en la tierra’, en colaboración con la fundación internacional pontificia Ayuda la Iglesia Necesitada, entrevistó al arzobispo Paul-Mounged El-Hachem, nuncio apostólico emérito de Kuwait.

Nacido en las montañas del Líbano, en una pequeña aldea llamada Akoura, en 2005 el papa Benedicto XVI lo nombró nuncio apostólico de Yemen, Catar, Baréin, Kuwait, Emiratos Árabes Unidos y delegado apostólico en Arabia que incluía Arabia Saudita y Omán.

¿Puedes contarnos acerca de cómo llegó a este cargo?

–Mons. El-Hachem: Durante 29 años he sido profesor de Ley Islámica en la Universidad Lateranense de Roma. En 1997, promoví una conferencia en Lugano, Suiza, sobre las relaciones cristiano-musulmanas en el Líbano y el Oriente Medio. Asistió el cardenal Joseph Ratzinger, ahora papa Benedicto XVI. El papa conociendo la importancia de tener mejores relaciones entre cristianos y musulmanes, me llamó y me pidió que fuera nuncio en esa zona del mundo. Yo tenía 71 años en ese momento.

Hay una idea errónea de que no hay cristianos en los estados árabes y del Golfo, cuando de hecho allí hay una gran comunidad…

–Mons. El-Hachem: Tenemos comunidades cristianas muy grandes en todos los países del Golfo. Tomemos por ejemplo a Kuwait: la población es de aproximadamente 3,1 millones, de los cuales 1 millón son cristianos. La población católica es de unos 400.000, siendo mayoría los filipinos y los de la India.

¿La mayoría de los cristianos son de hecho los trabajadores extranjeros?

–Mons. El-Hachem: Sí, los trabajadores pero también profesionales, como los médicos e ingenieros. Es casi la misma proporción en todos los países y podemos decir que los cristianos constituyen al menos un tercio o un cuarto de la población.

No obstante esta importante minoría, la vida de un cristiano en los estados del Golfo no siempre es fácil…

–Mons. El-Hachem: Esto varía de país a país. En Kuwait hay tres iglesias católicas, oficalmente reconocidas como tales. Las otras comunidades, armenios, griegos ortodoxos y coptos ortodoxos tienen sus propias iglesias.

En muchos de estos países los cristianos se enfrentan a diversas restricciones. En algunos como Arabia Saudita, la Iglesia no puede construir templos, mientras que en Catar se le ha dado oportunidad a la Iglesia. En general, ¿hay «libertad de religión» o solo «libertad de culto»?¿Podría explicar la diferencia?

–Mons. El-Hachem: En efecto, en Catar inauguré un gran templo católico en Doha, uno de los mayores centros católicos del mundo. El emir de Catar ofreció 600.000 metros cuadrados para construir 16 iglesias cristianas. Le respondo a la importante pregunta que usted plantea, acerca de la diferencia entre la libertad religiosa y la libertad de conciencia. El Líbano es el único país en el mundo árabe y en el Oriente Medio, que declara abiertamente en el artículo 9 de la Constitución que todo libanés tiene plena libertad de conciencia, es decir que puede creer, que puede elegir la religión que quiera y si lo desea, puede cambiar de una religión a otra; un musulmán puede convertirse libremente en un cristiano y los cristianos se pueden convertir al Islam sin ninguna dificultad. Esto está muy arraigado en la ley.

Entonces, los gobiernos de estos países, en su mayor parte, toman una posición: eres un invitado, una minoría en nuestro país. Tienes libertad de culto, pero no tienes libertad para evangelizar. Los servicios de las Iglesias tienen que estar dentro de las mismas o en terrenos de la Iglesia y no hay libertad de conciencia en el sentido de que si un musulmán quiere convertirse, no se le prohíba.

–Mons. El-Hachem: Sí, eso es cierto y tengo que decir que en algunos países –incluso en Kuwait–, hay algunos centros culturales que oficialmente están para dar a los extranjeros una idea acerca de la cultura kuwaití y de la religión musulmana, pero en realidad estos centros son de proselitismo y sirven para la conversión de los cristianos al Islam. Esto se fomenta mucho, sin embargo nunca se le permite a un musulmán convertirse oficialmente al cristianismo.

Siendo así, la mayoría de los musulmanes desean vivir en paz y son moderados, ¿entonces por qué no escuchamos a esa mayoría silenciosa? ¿Por qué sólo se escucha a los fundamentalistas y se oye hablar solamente de la violencia contra los cristianos?

–Mons. El-Hachem: Lo que usted dice es muy importante. Los países occidentales deben tener una mejor comprensión del Islam. Su comportamiento e interacción no debe provocar y estimular a los fundamentalistas y a los fanáticos para acumular más poder. Estoy absolutamente seguro de que los acontecimientos del 11 de setiembre no fueron aprobados por la mayoría de los musulmanes. Fue una acción realizada por algunos fundamentalistas, fanáticos como Bin Laden. Este fanatismo y la violenta reacción fue una respuesta contra el comportamiento de algunos países. La otra cuestión, que altera dramáticamente el comportamiento y la mentalidad de muchos musulmanes es el problema israelí-palestino.

¿Ese es el meollo de la cuestión?

–Mons. El-Hachem: Ese es el meollo de la cuestión. Lo otro son las consecuencias por la forma en que se fundó el estado de Israel y cómo se comportan los israelíes hacia los árabes. Si nos remontamos a la historia y se describe la acogida recibida de los judíos por los árabes cuando llegaron al Medio Oriente antes de la fundación del estado de Israel, descubrimos que fue un recibimiento muy amable. Antes de la fundación del estado de Israel eran más de 500.000 los judíos que vivían en Egipto. Más de 200.000 personas vivían en Beirut, en el Líbano y más de 300.000 estaban viviendo en Yemen, en una relación perfecta y armoniosa. Los primeros judíos que emigraron a Palestina recibieron una recepción muy hospitalaria de los árabes. Les vendieron su tierra. Se vivió una coexistencia pacífica hasta la fundación del estado de Israel. Desde ese momento, y por el hecho de que los judíos declararon a Jerusalén como suya, los musulmanes se han sentido humillados. Todo esto contribuye a un antagonismo profundo y provoca una mayor radicalización del Islam.

¿Cuál sería la respuesta?

–Mons. El-Hachem: La respuesta es la paz. La respuesta es lo que la Santa Sede ha sugerido desde el principio; dos estados para dos pueblos con límites definidos y seguros, e introducir nuevamente las buenas relaciones que los judíos y musulmanes tenían antes de la fundación del estado de Israel en 1948.

En cuanto a las relaciones radicales entre cristianos y musulmanes, se han presentado propuestas a favor de la idea de una ‘secularización positiva’, que, supongo, ¿es otra variante de la separación entre estado y fe?

–Mons. El-Hachem: En los países occidentales eso es posible. Pero la idea de secularización no es posible en el Medio Oriente. La idea de la secularización es un concepto que no existe en el Medio Oriente para los cristianos y los musulmanes, porque en el Medio Oriente la gente es por naturaleza religiosa. Es mucho mejor hablar de citoyenneté, una «ciudadanía para todos», mediante la cual los ciudadanos puedan vivir sus propios valores religiosos. El Islam no es sólo religión, sino que es tanto religión como cultura. Cada acto de un musulmán tiene tanto un valor religioso, como cultural. Nunca olvidaré cuando el entonces presidente del Líbano, Rafic Al-Hariri, antes de su asesinato, quería introducir la idea de que la religión debía ser enseñada solo en la mezquita o en la iglesia. Uno de los principales líderes de Hezbollah, me dijo: ‘¿Qué está pensando Hariri? Quiere sacar a Dios del Líbano, él n
o puede hacerlo… Dios tiene el derecho a estar en el Líbano’.

Así que esta es la idea central del argumento; ¿el reconocimiento de las ciudadanías, independientemente de la tradición religiosa?

–Mons. El-Hachem: Sí, que se reconozca la igualdad, independientemente de las creencias religiosas; que todos tengan los mismos derechos, deberes y obligaciones a ser reconocidos y consagrados en la ley del estado. El ideal para nosotros es la constitución del Líbano y por eso pienso que el Líbano puede ser nuestro modelo. Creo que el otro plan importante para el mundo musulmán hoy, es entender la democracia, los derechos del hombre y darse cuenta de la importancia de todas las formas de libertad. A mi parecer, una de las grandes decisiones del Concilio Vaticano II –un gran acto de coraje–, fue la declaración de la libertad religiosa que asegura que todo ser humano tiene pleno derecho a tener la religión que quiera, y esto es fabuloso y bello.

Esta entrevista fue realizada por Mark Riedemann para «Dios llora en la tierra», un programa semanal de radio y televisión producido por Catholic Radio y Television Network, en colaboración con la fundación internacional pontificia Ayuda la Iglesia Necesitada.

Para obtener más información en la red: www.wheregodweeps.org y www.acn-intl.org

Traducción del inglés por José Antonio Varela V.

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ZENIT Staff

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