Los santuarios, centros de evangelización en la era de las nuevas tecnologías

Entrevista con el presidente de la Confederación de Santuarios de América

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COPIAPÓ (CHILE), 7 septiembre 2003 (ZENIT.org).- Como lugar de identidad de la fe católica y foco de evangelización en el nuevo milenio, los santuarios de todo el mundo abren cada día sus puertas a millones de hombres y mujeres, incluso no creyentes, que buscan un encuentro con Dios y viven la experiencia de peregrinación de Abraham, Moisés, el pueblo de Israel o el propio Jesús.

En esta entrevista concedida a Zenit, el obispo de Copiapó y Responsable de la Sección de Santuarios y Religiosidad Popular del Consejo Episcopal Latinoamericano (CELAM), monseñor Gaspar Quintana Jorquera, religioso claretiano, explica el papel de los santuarios en la experiencia de fe cristiana y los desafíos que enfrentan ante un mundo que se seculariza y globaliza cada vez más.

–¿Qué importancia tienen los santuarios en el anuncio del Evangelio?

–Monseñor Quintana: Ciertamente el santuario es «un lugar privilegiado de evangelización», como ha dicho Juan Pablo II. En este sentido hay dos factores que favorecen esta capacidad evangelizadora. Uno es la fuerza de atracción que el santuario tiene sobre los fieles o peregrinos, para los cuales es un lugar de encuentro con Dios, con su misericordia y su poder. Otro es el conjunto de medios con los que cuenta para hacer el anuncio de la Buena Nueva: el ambiente de oración, las celebraciones litúrgicas, el encuentro festivo con los hermanos en la fe de la Iglesia, el lenguaje simbólico (cantos, imágenes, bailes religiosos, etc.).

No hay duda de que la piedad popular es una especial muestra de la inculturación del Evangelio, y por esto hay que descubrir en ella «los verdaderos valores espirituales para enriquecerlos con los elementos de la genuina doctrina católica, a fin de que esa religiosidad lleve a un compromiso sincero de conversión y a una concreta experiencia de caridad» (Cf. «Ecclesia in America», n. 16)

–Según su experiencia, ¿qué busca el creyente que se une a la peregrinación a un santuario?

–Monseñor Quintana: Es un hecho que peregrinar resulta una experiencia que toca profundamente al ser humano. Por ello viene a ser una práctica religiosa popular en la cual se halla la voluntad de acercarse al Absoluto en ciertos lugares que el creyente ve como consagrados por su presencia. De modo especial, en ellos el peregrino vive su condición de criatura, reconociendo su dependencia del poder y de la misericordia de Dios y presentando su propia fragilidad, en particular cuando se encuentra en situaciones límite de dolor, enfermedad, fracaso, desempleo o problemas familiares.

Una interesante investigación se hizo en el año 2002 en ocho santuarios de Chile. Se encuestó a más de 10.000 personas. En cuanto a los motivos que se tienen para peregrinar se señalan: orar en general (26,9%), pagar mandas o promesas (20,8%), turismo (9,0%), pedir algo (8,0%), dar gracias por un favor recibido (5,1%), buscar silencio y paz (1,4 %), bailar como Baile Religioso (1,2%), confesarse (0,1%)

–¿Cómo acogen los santuarios católicos al ateo y al indiferente?

–Monseñor Quintana: El Santuario está abierto a todos, sin diferencia de religión ni de actitud espiritual. Entra y sale el que quiere; a nadie se le pregunta su origen o posición religiosa. Es por lo que se dice que el santuario, como lugar de Dios, es casa para todos los que quieran acogerse bajo su alero. Claro que lo deseable sería que el no creyente, que viene al santuario buscando tal vez un rumbo para su vida, lo encuentre a través de todo lo que él le puede ofrecer como don de Dios.

–En ocasiones se interpreta la religiosidad popular como una manera «deformada» de vivir la fe. Desde los santuarios, ¿cómo se transmite a los fieles la diferencia entre «devoción» y «devocionismo»?

–Monseñor Quintana: Juan Pablo II nos dijo en La Serena (Chile), en 1987, que la piedad popular es «un verdadero tesoro del pueblo de Dios». Sin embargo, por una insuficiente evangelización, debida a lo difícil que resulta llegar sistemáticamente a las multitudes o por falta de los agentes de pastoral, «la religión del pueblo muestra signos de desgaste o deformación», como dice el documento de Puebla.

Y ésta es la tarea de la evangelización: que las peregrinaciones a los santuarios de Cristo, de la Santísima Virgen María y de los santos sean de verdad «oportunidad para que los fieles encuentren a Cristo viviente» (Cf. Ecclesia in America, n. 16) . De este modo, se puede llegar a evitar caer en un mero «devocionismo» de prácticas de un sentimentalismo superficial o sin contenido, promoviendo una verdadera «devoción» que favorezca el compromiso con el Evangelio del Señor en la vida diaria.

–Una peregrinación supone esfuerzo, tiempo, desplazamiento y oración. En este tiempo de nuevas tecnologías, en que parecen cobrar vigor las experiencias «virtuales» e inmediatas sobre las «reales», ¿están los santuarios llamados a desaparecer por falta de peregrinos?

–Monseñor Quintana: Me parece interesante la pregunta, dado los tiempos que vivimos. En realidad preparar bien una peregrinación supone un serio intento de anunciar la Buena Nueva de Jesús, desde una Iglesia misionera, según criterios teológicos y pedagógicos propios de una pastoral de multitudes ubicadas en una determinada cultura. Pero cuesta imaginar que la dimensión virtual de las nuevas tecnologías puedan suplantar el hecho real de desplazarse, con la propia condición espiritual y corporal, desde un lugar a otro. Caminar, muchas veces con gran sacrificio pero con una inmensa fe y amor, acompañados por hombres y mujeres creyentes de diversos lugares o clases sociales, es una experiencia única e impactante.

Es por ello que, a pesar de algunos cambios propios del paso del tiempo, la experiencia de grandes peregrinos como Abraham, Moisés, el pueblo de Israel, Jesús mismo, se sigue viviendo en los millones de hombres y mujeres que en nuestro tiempo «van a y vienen de» los miles de santuarios que existen en el mundo.

–¿Cuáles son los desafíos que enfrentan los responsables de los santuarios en la evangelización del tercer milenio?

–Monseñor Quintana: En verdad son muchas las tareas pendientes que la Iglesia ha de realizar en la pastoral de santuarios. Un ejemplo: el III Congreso de Rectores de los Santuarios de América, celebrado en Santiago de Chile en noviembre del 2002, constató la necesidad de tener en cuenta estos puntos: 1) enmarcar la misión del santuario en el espíritu y las orientaciones de la Carta de Juan Pablo II «Novo Millennio Ineunte», de cara a un mundo que se seculariza y globaliza en forma creciente; 2) organizar las actividades del santuario con la opción de asumir, purificar, completar y dinamizar las diversas creencias, actitudes, motivaciones y expresiones de la piedad del pueblo creyente; 3) crear en cada santuario un equipo de pastoral, con sacerdotes, religiosos o religiosas y laicos, que actúe de acuerdo a un plan de acción enmarcado en la pastoral de la Diócesis, de la región o país; 4) atender a las exigencias de una pedagogía pastoral, realista y creativa que promueva la relación entre liturgia y piedad popular, valorando la dimensión festiva de la fe y su lenguaje simbólico; 5) cuidar de la dignidad y belleza del edificio del santuario y de la funcionalidad y seguridad de sus instalaciones.

Las palabras de Jesús a Simón Pedro, y que Juan Pablo recoge en su última Carta Apostólica –«Rema mar adentro» (Lc 5, 4)–, invitan a dar respuesta a estos desafíos con la mejor pastoral de nuestros santuarios, sean urbanos o no, desde su nivel nacional, regional o local.

Su valioso aporte evangelizador los presentará como un lugar de servicio a los pobres y sencillos de nuestra sociedad, y como lugares de identidad de la fe de la Iglesia Católica
en medio de las nuevas religiosidades alternativas que surgen en nuestro tiempo (sectas, fenómeno de la Nueva Era, etc.).

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ZENIT Staff

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