Los últimos momentos del arzobispo Angelo Comastri con el Papa

Con su pasión ha escrito la encíclica más bella, reconoce

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CIUDAD DEL VATICANO, lunes, 4 abril 2005 (ZENIT.org).- El arzobispo Angelo Comastri, profundo amigo de Juan Pablo II, a quien pocas semanas antes de morir nombró su vicario para el Estado de la Ciudad del Vaticano, recibió el viernes de la víspera de su muerte una llamada inesperada del arzobispo Stanislaw Dziwisz, secretario del Papa, quien le invitaba a subir a la habitación pontificia para recibir su última bendición.

«Me precipité, como es normal, en el apartamento del Santo Padre, donde el Papa estaba viviendo su sufrimiento, su pasión y, diría, su batalla hasta el final», revela el prelado que predicó ejercicios espirituales a Juan Pablo II y a la Curia Romana hace tres años.

«Cuando me encontré ante el pontífice –revela el prelado en un testimonio que ha sido transmitido por «Radio Vaticano»–, experimenté una emoción indescriptible y en ese momento me vinieron a la mente las imágenes que transmitió la televisión la noche del Viernes Santo, cuando enfocó de espaldas al Papa, con el crucifijo ante él».

«Al verle en el lecho del sufrimiento, le dije: «eres verdaderamente el Vicario de Cristo hasta el final, en la pasión que estás viviendo con una edificación que conmueve al mundo»».

«También le dije –añade– que todas las polémicas sobre la eficiencia del Papa realizadas en los meses pasados no habían comprendido que hay que distinguir entre eficiencia y eficacia. Hay personas eficaces que no son eficaces para nada, hay personas que no son eficientes, como lo era el Papa en el dolor, pero con una eficacia extraordinaria».

«El Papa, con el dolor, ha escrito la encíclica más bella de su vida, fiel a Jesús hasta el final –aclara–. Me arrodillé. Le pedí la bendición y el Papa movió ligeramente la mano. Me di cuenta de que quería bendecirme, pero volvió a caer. Entonces apoyé mi cabeza en la mano del pontífice, lloré y me quedé unos instantes en silencio».

«Luego salí de la habitación del Papa llevándome ese momento, que considero como su testamento persona para mí, su última bendición», concluye el relato del prelado, hijo espiritual de la Madre Teresa de Calcuta.

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ZENIT Staff

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