Lourdes presenta una bioética abierta a la trascendencia frente al «Nuevo Paradigma»

El cardenal Lozano Barragán ilustra el surgimiento de una «Ética global» anticristiana

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LOURDES, martes, 10 febrero 2004 (ZENIT.org).- ¿Cómo es posible que la mentalidad dominante e incluso algunas legislaciones justifiquen la eliminación del ser humano en ciertas circunstancias? A esta pregunta respondió el presidente del Consejo Pontificio para la Pastoral de la Salud en Lourdes.

El cardenal Javier Lozano Barragán, enviado especial de Juan Pablo II a las celebraciones de la Jornada Mundial del enfermo, que culminarán este miércoles, intervino en el congreso preparatorio de la víspera con una conferencia sobre «El nuevo paradigma: bioética cerrada y bioética abierta hacia lo trascendente».

El purpurado constató que en estos momentos se está imponiendo un «Nuevo Paradigma», una nueva concepción de la ética cerrada a la trascendencia, para la cual la vida humana no tiene un carácter absoluto.

Esta ética, puede aceptar la divinidad, aclaró, pero «es un Dios poético y estético que cada cual se forma». Ciertamente no es el Dios de la Biblia ni el de la Iglesia católica, reconoció.

Esta nueva visión de la ética, que sólo acepta principios logrados por consenso, denunció, está siendo promovida por la Organización de las Naciones Unidas, en particular, por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y por la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO).

Según el purpurado, esta visión, también conocida como «Ética global», tiene también entre sus grandes promotores tres organizaciones no gubernamentales: «Women’s Enviroment and Developement Organization», «Earth Council» e «Internacional Planed Parenthood Federation».

Según esta ética, «las diversas religiones existentes en el mundo no han sido capaces de generar esta Ética global, por tanto, hay que suplirlas con una nueva espiritualidad que tenga como finalidad el bienestar global dentro del desarrollo sostenible».

«Las religiones hasta ahora existentes se preocupan por la otra vida, esta espiritualidad se preocupa por la vida actual, terrena; es una espiritualidad sin Dios, a nivel secular, su última finalidad es la viabilidad del mundo actual y el bienestar del hombre en él», indica.

De hecho, explica el cardenal, el «antivalor» más importante del «Nuevo Paradigma» es esta «nueva espiritualidad que suple a todas las religiones ya que éstas son ineptas para preservar al ecosistema. Prácticamente se trata de una nueva religión secularista, una religión sin Dios, o si se quiere con un dios nuevo que sería la misma tierra, a la que le dan el nombre de Gaia. Esta divinidad tendría como elemento subordinado al hombre».

«La serie de valores que sostiene el «Nuevo Paradigma» son valores subordinados a esta divinidad que se traduce en el supremo valor ecológico que llama desarrollo sostenible. Y dentro de este desarrollo sostenible, la finalidad ética suprema que sería el bienestar».

Hay valores dentro de este paradigma, como por ejemplo, el respeto de la naturaleza, que se pueden compartir, reconoció. «Por lo que no se acepta el «Nuevo Paradigma» es por su negación de Dios y por su negación de la otra vida», afirmó.

El cristianismo, siguió diciendo, «acepta la igualdad de sexos, pero no en el sentido de la homosexualidad y la destrucción de la familia. Acepta el control de la natalidad, pero no su destrucción como es la que se planea con la cultura de la muerte aplicada en especial al tercer mundo».

«El «Nuevo Paradigma» tiene uno de sus grandes problemas cuando se da cuenta de que todo lo debe fundar en un consenso que no procede de verdades objetivas, sino de pareceres subjetivos y entonces se esfuerza por forjar consensos artificiales. Estos consensos son absolutamente vanos. Por eso es que una ética o Bioética basada en el «Nuevo Paradigma» no tiene consistencia», aclaró.

La Bioética abierta a la trascendencia tiene como primer principio la convicción de que «la vida humana es creada por Dios». De ahí deriva el segundo principio: «La vida humana se recibe por la humanidad, no en propiedad, sino en administración. La vida humana es inviolable desde su concepción hasta su fin natural. La dignidad de la persona humana es inviolable».

Por eso, afirmó al seguir ilustrando esos principios de la bioética abierta, «la persona humana es la síntesis del universo y es quien da razón de todo lo que existe. Las ciencias y las técnicas biomédicas actuales deben estar al servicio de la vida humana y no viceversa; son para construir al hombre y nunca para destruirlo».

Es posible leer el ensayo preparado con esta ocasión por el cardenal Lozano Barragán en Fundamentos filosóficos y teológicos de la bioética.

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ZENIT Staff

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