Marc Chagall: Jesús visto por un hermano judío

Suiza dedica una exposición al genio ruso-francés de la pintura del s. XX

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GINEBRA, 6 mar 2001 (ZENIT.org).- Suiza está a punto de inaugurar una exposición dedicada Marc Chagall con la que vuelve a cobrar actualidad la atracción que el pintor ruso-francés sintió por Jesús, a pesar de que nunca abrazó el cristianismo.

La muestra, que tendrá lugar en el Museo de Arte Moderno de Lugano, del 8 de marzo al 1 de julio, pone de relieve esa religiosidad de Chagall (Vitebsk 1887-Saint Paul de Vence, 1985), judío de nacimiento, para quien Jesús era un mártir de su pueblo perseguido.

La exposición presentará ochenta telas del artista realizadas desde sus tiempos de juventud hasta los últimos años de su vida (entre 1908 ya 1980). Asimismo, se expondrán también cuarenta obras sobre papel –acuarelas, aguadas y dibujos–, y seis esculturas.

La exposición deja aparecer ese ambiente yiddish, respirado por el pintor, en su infancia y juventud, en Vitebsk (Bielorrusia), que influenciaría definitivamente su obra. Bielorrusia era en sus primeros años de vida una de esas regiones en las que prosperaba el chasidismo, movimiento místico, en el que el discípulo no visitaba a su propio maestro para aprender una misteriosa doctrina sino para ver sencillamente cómo se ataba los cordones de los zapatos. A través de gestos cotidianos y aparentemente banales se podían descubrir grandes misterios de la vida.

Para Chagall, como se puede ver en estas obras, el mundo es bueno y bello, pero el dolor y la persecución (vivida por su pueblo), le llevaron a pensar que todavía tiene necesidad de ser redimido. Esto le llevó a descubrir a Jesucristo, pero no como Hijo de Dios, sino como símbolo del sufrimiento de su mismo pueblo.

En este sentido, su obra más sorprendente es «La crucifixión blanca» de 1938. El crucificado lleva ceñido en la cintura el manto de oración judío. Se ve un candelabro que arde a su pies y escenas de violencia a su alrededor: sinagogas incendiadas, ancianos judíos que huyen intentando salvar los rollos sagrados, mujeres y niños llenos de espanto que huyen.

La obra no es una crítica al cristianismo, al contrario, como explicaba ya en los años sesenta el gran crítico de arte Franz Mayer. Chagall había dicho una vez que, desde 1908 –año en que se produjo uno de los más grandes «pogrom» (palabra rusa para indicar la persecución y matanza de los judíos) que estallaron en Rusia– Jesús era un mártir judío, un hijo de su pueblo con el cual compartía la existencia y los sufrimientos.

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ZENIT Staff

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