Maria Clara del niño Jesús será beatificada mañana

Cofundadora de las Hermanas Hospitalarias del la Inmaculada Concepción

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LISBOA, viernes 20 de mayo de 2010 (ZENIT.org) “Esta es realmente mi gente”, decía la hermana María Clara del niño Jesús (1843 – 1899) cuando se refería a los más pobres.

Mañana sábado será beatificada en una ceremonia presidida por el cardenal patriarca de Lisboa, José da Cruz Policarpo y concelebrará el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos en representación del Papa Benedicto XVI.

Su padre espiritual, el sacerdote Raimundo dos Anjos Beirão al ver el sufrimiento de los jóvenes y desamparados en el centro “Nuestra Señora de la Rosa”, en Lisboa, donde él era el capellán, decidió fundar la congregación de las Hermanas Hospitalarias del la Inmaculada Concepción encontró así una gran sintonía con Libaina, quien posteriormente tomó el nombre de la hermana María Clara.

Así nació esta obra conocida con la sigla de CONFHIC y que tiene como carisma la hospitalidad, la acogida y el hospedaje de los más pobres y necesitados. Su espiritualidad es la vivencia de las Bienaventuranzas en el ejercicio de las obras de misericordia. Recibió aprobación del papa beato Pío XI en 1876.

Al morir la hermana María Clara, la Congregación ya estaba presente en Portugal, India, Angola y Guinea-Bissau con 101 casas y 995 hermanas.

Las más de mil hermanas que se encuentran en 13 países trabajan en misiones, hospitales, colegios, guarderías, orfanatos, residencias de ancianos, educación especial, minusválidos, centros parroquiales, marginación, catequesis y pastoral a todos los niveles

ZENIT entrevistó a la hermana Musela Nunes, miembro de la congregación de las Hospitalarias de la Inmaculada Concepción, sobre la vida y las virtudes de la hermana María Clara.

– ¿Cómo discernió la hermana María Clara su vocación a la vida consagrada? 

H. Musela Nunes: Libania, el nombre de pila de la hermana Maria Clara creció en el seno de una familia cristiana, donde los valores evangélicos se enseñaban y atesoraban. Aprendió de sus padres el amor a Dios, al prójimo, cómo amar y vivir la caridad hacia los más necesitados. A muy tierna edad perdió a su madre y antes de perder a su padre, ella y su hermana menor, fueron enviadas a una institución real dirigida a los niños huérfanos de la nobleza.

En esta ocasión ella profundizó su relación con Cristo, con la ayuda de las hijas de la caridad de San Vicente de Paul. El ejemplo de estas hermanas la llevó a cuestionarse sobre su propia vocación. Su hermana menor abrazó la vida contemplativa y al poco tiempo ella también decidió seguir a Jesús y servir a los más necesitados al igual que sus padres y maestros lo hicieron. El padre Raimundo dos Anjos Beirão, su director espiritual, era muy sensible a los pobres y necesitados y su ayuda fue crucial para que ella siguiera este sueño.

– ¿Cómo optó por la vida contemplativa – activa?

H. Musela Nunes: Ella provenía de una familia noble. Después de las hermanas de la Caridad fueron expulsadas de Portugal, ella se fue a vivir con los marqueses de Valada, buenos amigos de su familia. Pero su corazón joven no estaba aferrado a una vida de lujo ni a mucho entretenimiento. Su corazón parecía decir lo que dijo san Agustín: «Mi corazón anduvo inquieto hasta que descansó en ti». Ella tomó una decisión de unirse a una pobre y pequeña congregación donde comenzó su vida religiosa.

– ¿Cuál fue su mayor virtud?

H. Musela Nunes: con quienes la hacían sufrir, ella siempre los perdonaba. Era capaz de hacer todas estas cosas por la gran fe en Dios y en su divina misericordia. Su confianza en la divina providencia la hicieron seguir adelante con firmeza.

– ¿Cómo era su carácter?

H. Musela Nunes: Era activo, primario que ella lo supo manejar con su fe y caridad. Estaba completamente enraizada en Cristo y por eso fue capaz de superar sus debilidades. Ella vio que todo venía de las manos de Dios.

– ¿Cuál es el testimonio de Maria Clara hoy?

H. Musela Nunes: Ella llevó una vida de entrega, de estar centrada en el otro, muy comprometida en hacer el bien a todo el que lo necesitaría, bien sea de manera explícita o implícita.

Vivió en un tiempo de crisis y desafíos igual que los nuestros. Sus iniciativas encontraron la respuesta justa a las situaciones que la hacían sufrir.

Era un gran deseo ir al rescate de quien sufría o experimentara cualquier tipo de necesidad.

Su ejemplo nos motiva a vivir más intensamente la misericordia y el cuidado con quienes sufren a través del ejercicio de la hospitalidad.

Por Carmen Elena Villa

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ZENIT Staff

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